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Manuel Pérez G. Cervino, un monje trapense natural de Alba de Tormes
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EN RECUERDO

Manuel Pérez G. Cervino, un monje trapense natural de Alba de Tormes

Actualizado 20/12/2019
Manuel Diego Sánchez, carmelita

Falleció el pasado 12 de diciembre. Fue el IV abad del monasterio trapense de San Isidro de Dueñas desde 1971 a 1982

A la edad de 96 años ha fallecido el pasado 12 de diciembre en el monasterio trapense de San Isidro de Dueñas (Palencia) el monje cisterciense Manuel Pérez G. Cervino, en aquel mismo monasterio donde se santificó y murió el famoso San Rafael María Arnáiz (1911-1938), y donde Manolo (o Manolín), como se le conocía en Alba, había entrado en el lejano 1949. Da la casualidad que fue elegido además IV abad de este monasterio en el 1971 y se mantuvo en el cargo hasta el 1982. Y como era abad mitrado (podía usar la mitra cuasi episcopal), en Alba se dijo entonces con cierto regocijo y no menor desconocimiento: ¡Ya tenemos obispo!

Todos dicen que la entrada en la Trapa de Manolo, después del Carnaval de 1949, fue un acontecimiento que sacudió el corazón de los habitantes de la villa. Nadie esperaba que este joven alegre y tan insertado en la sociedad albense diera un paso tan radical que orientó su vida hacia otros proyectos.

Una familia albense muy significativa

Nacido en Alba de Tormes (11.5.1923), era hijo del matrimonio formado por Isaac Pérez Cervino y Ana María García Sánchez, y que por parte de padre o madre le emparentaba con la familia de Pepe Cervino, de Jaime Briz López, del médico Don Leopoldo, etc. Baste decir que Tita, la madre del cura Don Florentino Gutiérrez, era prima carnal de él. Fue bautizado con el nombre de Manuel Fulgencio en la parroquia de San Pedro el 22 de mayo de ese mismo año, y confirmado el 21 de noviembre de 1927 por el obispo salmantino Francisco Furos Valiente. Su padre era comerciante de telas con tienda en los soportales de la plaza mayor, junto con su hermano José Pérez Cervino, el padre los Cervino que todos conocemos. El abuelo materno era el médico Don Fulgencio García Salinero, que ejerció entre Alba y varios pueblos vecinos; era un miembro fundador y muy destacado de la Adoración nocturna, pero era además conocido por sus constantes escritos (crónicas) acerca de la actividad teresiana de Alba entre los centenarios de 1914 y 1922. Lo mismo escribía en La Basílica Teresiana que en el Boletín oficial de la diócesis salmantina. ¡Menudos antecedentes tenía Manolo!

Cinco hijos tuvo esta familia: José Luís, Manuel el trapense, Teresa (Tita), Rosario la monja benedictina y Jesús. De todos ellos el único superviviente es Sor Rosario, monja benedictina en Alba de Tormes. Pero que conste que todavía le quedan primos, sobrinos y otros parientes más lejanos en la villa.

Hay que decir que, aun habiéndose alejado de Alba (entonces se decía muy solemnemente "dejó el mundo para siempre"), Manolo siempre siguió ligado a la villa y a su familia, al progreso y a los acontecimientos de su pueblo, no siendo raro encontrarle por aquí, sobre todo en los veranos, pasando algún día de vacación con los suyos. Él siempre muy atento a las familias y a las personas de Alba, a quienes conocía perfectamente desde sus años juveniles. No se olvidó jamás de Alba de Tormes, estuviera donde estuviera. Alguna vez se le encomendó el Pregón de las fiestas, y quiero recordar que predicó la novena teresiana en forma compartida con otros en 1982 y 1996.

Infancia y juventud alegre

Manuel Pérez G. Cervino, un monje trapense natural de Alba de Tormes | Imagen 1La casa familiar tenía su puerta de entrada por la calle Clavijo nº 1 (también llamada Calle del Condado, luego de José Antonio), a la izquierda viniendo desde la plaza Mayor, y se metía muy hacia adentro, rozando con los patios interiores de la pastelería la Madrileña, el caserón de las Pantas y Jaime Briz? Uy, ¡si hablasen esas viejas paredes!

Sí que le oí alguna vez recordar sus servicios infantiles como monaguillo en la iglesia de las Madres Carmelitas, lo que le permitió beber ese teresianismo que venía del mismo sepulcro de la Santa, del contacto con las monjas, de la asistencia a novenas, peregrinaciones y fiestas teresianas? Siempre cultivó esa afición por la figura y doctrina de santa Teresa y la mística carmelitana, algo que tanto le ayudaría en su experiencia monástica, y esto no sólo como admirador, sino como conocedor y asiduo lector de la misma.

Aparte de los estudios escolares, comenzó el bachillerato en un colegio entonces existente en Alba y empezó carrera de la que el titulo acreditativo le llegaría siendo ya monje. La pandilla de amigos de Manolo era muy famosa en Alba por lo que organizaba, movía y alegraba el ambiente; gente de muy buen talante que frecuentaba los paseos y lugares sociales de la villa (también el Casino); y formaban parte de ella Antonio Álamo Salazar el poeta, Inocencio Santos (Chencho el panadero), Esteban García, Román, Juan Hernández Collantes (Juanito el albarquero), Lino Reyes. Todos ellos muy conocidos y celebrados, porque además eran jóvenes que se distinguían por sanas inquietudes, por su práctica cristiana (sin ser beatos), y por una conexión fluida con la parroquia y los Padres Carmelitas. Muchos de ellos eran miembros activos de la Acción Católica y de la Adoración Nocturna de Alba, de la que Manolo fue el socio nº 110 desde el 25 de febrero del año 1940 y en la que hizo 104 vigilias; fue secretario de turno y vocal los años 1946-1949, justo cuando la tuvo que dejar para ingresar en el monasterio cisterciense de Dueñas. En el paréntesis que hubo después de la muerte del párroco Don Matías y la llegada de Don Miguel, estuvo de párroco poco tiempo Don Segundo Delgado, de Macotera, al que ellos ayudaban mucho y colaboraban con él para levantar la vida parroquial en Alba.

No es extraño, aunque él fuera el único que tomó el camino de la vida religiosa y sacerdotal, que hiciera esta elección tan singular; como también el que otro de ellos, Álamo Salazar, descollara en el campo literario. Era un grupo especial de amigos.

Dejarlo todo y encerrarse en el monasterio

No fue una salida de tono la suya, sino una salida inesperada para una persona que todos conocían y que nadie pensó acabaría así, pero seguramente removió muchas conciencias e hizo pensar a tantos, sobre todo entre los jóvenes, haciendo entonces aquel gesto más efecto que un sermón de buen predicador. Y es que la opción suya era muy radical. No era ir al Seminario diocesano, sino escoger una vida de monje trapense marcada por la clausura, el retiro, silencio absoluto, la austeridad? Era un camino difícil, algo así como enterrarse en vida, desaparecer del mundo. No se suele decir, pero conviene completar el dato de su vocación; al padre Raimundo le oí alguna vez que, antes de trapense, hizo una breve experiencia de vida carmelitana entre los frailes, por si acaso era éste su camino y llenaba las inquietudes espirituales que tenía en ese momento. Lo cual quiere decir que algo especial bullía por su interior y no estaba satisfecho de sí mismo. Pero no sabemos tampoco (al menos yo no la he oído contar a nadie) cual fue el verdadero motivo de tal cambio, pues era de todos sabido que tuvo dos novias (la primera murió joven), y que en Alba aquello fue una sana amistad que de buenas maneras tuvo que dejar de frecuentar. Y le costaría lo suyo.

El día exacto de su salida de Alba e ingreso en el monasterio de Dueñas lo ignoramos, pero debió ser en torno a la cuaresma de 1949 (los que lo vivieron dicen que fue al día siguiente del Carnaval ? el 2 de marzo fue miércoles de ceniza- donde le vieron por vez última en el baile del casino), ya que toma el hábito cisterciense el 17 de julio del mismo año, fecha que seguro le recordaría la fiesta de la Virgen del Carmen en Alba; y al año siguiente hizo los votos simples, hasta que en la fiesta de la Asunción de la Virgen del 1954 hizo ya los votos solemnes como compromiso definitivo con esa Orden religiosa. Y casi al mismo tiempo por estos años, pero siempre dentro del mismo monasterio, realizó sus estudios teológicos, puesto que fue ordenado sacerdote el 15 de junio del 1957 en León, y al día siguiente cantó su primera Misa en el monasterio; pero también se acercó a Alba para celebrarla junto al sepulcro teresiano.

Por aquellas mismas fechas su amigo del alma, Antonio Álamo Salazar ya vivía en Palencia (desde el 1945), y estaba casado allí desde el 4 de octubre de 1951, por lo que podemos decir que estos dos albenses estuvieron juntos en la tierra palentina hasta que la muerte los separó. Álamo Salazar claro que asistió a su primera Misa en Dueñas (16.6.1957) y, con tal motivo, le dedicó esta poesía que seguramente él mismo la recitó en aquella jornada memorable en el refectorio monástico y delante de monjes e invitados:

Manolo, el padre Manuel,

acaba de celebrar.

?¿No veis que sobre el altar,

humedecido el mantel,

quedó temblando la miel

del teresiano rosal?

¡Qué singular madrigal

el que mi amigo ha bordado!

?Dos lágrimas se han quedado

rezando en el corporal.

¡Qué gran silencio en tu "misa",

y qué paz la que te besa!

? Bernardo calla, y Teresa

se quema en tan alta prisa,

que te ha dado una sonrisa

al ver que no puede hablar.

Ya ves que, sobre el altar,

Ante el silencio trapense,

el gran entusiasmo albense

se quiso también callar.

Sirvan estas líneas para que no se pierda la memoria de este albense admirable, como también de toda su familia, y que ha culminado discretamente su vida en una larga ancianidad. Desde Alba marchó al monasterio aquella vez del lejano año 1949; desde el monasterio trapense de Dueñas vuelva ahora a su Alba de Tormes natal, y que así perviva el recuerdo entre nosotros.

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