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Soledad
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Soledad

Actualizado 18/12/2019
Fermín González

"Todos estamos predestinados a la soledad, pero hay quien la alcanza sin que todavía le corresponda y entonces es muy duro aceptarla como conviene" (Luis Mateo Díez)

ENTRE PUENTES

SOLEDAD

Cuando el espíritu de la Navidad comienza a flotar en el ambiente, se crea una euforia inexplicable que desarrolla el afán de convivir con nuestro prójimo? Un desprendimiento desinteresado que nos obliga a recordar a quienes estuvieron a nuestro lado, y esto nos incita a obsequiar a los demás con nuestras virtudes libres de egoísmos.

Así como las personas, que nos abandonan en su plenitud, nos privan intempestivamente de su compañía, más no de su presencia; los cariños, interrumpidos, los que no pudieron ser, permanecen en nuestro corazón, en lucha desleal con el olvido. Reaparecen en momentos de soledades y flaquezas, como brasa agonizante, que el viento transforma en devastadora llama. Sólo sofocada por el diario acontecer, que nos distrae a ratos y oculta las heridas. Pero, si los argumentos del presente fueran débiles, se tornaría muy difícil la tarea de alejarnos de las fotos del pasado, que prolijamente, confeccionan en nuestra alma, un telar con delgados hilos de impotencia y obsesión, preguntándonos a diario, qué salió mal, qué cambiaríamos, de poder hacerlo, para evitar la condena de vivir entre restos melancólicos, algo que, a distancia, suena maravilloso, pero que hoy sólo debemos recordar su olvido.

No sé si las estadísticas se han preocupado por averiguar cuantas personas viven solas, tanto viejas como jóvenes. La sociabilidad es un sentimiento consustancial a la naturaleza humana, el hombre busca a sus congéneres en cualquier situación y circunstancia. Médicos, sociólogos y psicólogos apuntan al desastroso fin a que nos lleva la soledad, sobre todo en la vejez. La soledad angustia, mata y extermina lentamente nuestra capacidad de comunicación, de crear, de dar a los demás y de darnos a nosotros mismos. La soledad nos entorpece y castra nuestras reservas humanas porque entre muchas otras cosas, se nos rompe el espejo que refleja nuestra imagen, ya que en los demás nos referenciamos. Porque suele ser en los otros donde seguimos buscándonos, quizás porque para el ser humano su máxima inquietud sea una constante búsqueda de sí mismo. La soledad nos arranca trozos del yo social no quedando más que el yo primario y acabamos con el paso cambiado en el devenir humano. En cambio, muchas personas encuentran en soledad su verdadero equilibrio y sus obras más meritorias, tanto en ciencia como en filosofía o en arte, las hallan en la intimidad de un "en sí mismos", lleno de soledad, pero una soledad serena y nutrida de un sentimiento de todo lo social. Las costumbres, buenas o malas, que hemos adquirido a lo largo de los años, han configurado nuestra personalidad hasta el punto de formar una coraza sólida que ejerce de muralla o parapeto frente a otras costumbres, otros deseos, otras inquietudes, a veces, multiplicando esa angustiosa soledad. Los hay que guardan costumbres infantiles, disfunciones, egoísmos agudos, intolerancia con los demás o afán de perfeccionismo, más para el otro que para sí mismo etc. No en balde se ha dicho que la convivencia es un arte y que a cierta edad ya casi nadie pretende ser artista, ni ejercer de tal. Nuestras costumbres se han enquistado en nuestra personalidad limitándola y en la adquisición de experiencias hemos perdido capacidad para ilusionarnos, para crear otras perspectivas? A veces, vivir, contrariamente a lo racional, nos empobrece, porque vivir también es sufrir y tenemos miedo de repetir los mismos errores, de padecer las mismas vejaciones, acabamos encerrados en nuestro caparazón, así pues, intentamos andar el camino en solitario, abrigándonos en el manto de la indiferencia, a pesar que en nuestro fuero interno, no renunciamos a poner en nuestras vidas un sentimiento, una ilusión, sin los cuales, la vida nos es altamente dolorosa, porque nos hemos cansado de amarnos a nosotros mismo y deseamos el afecto de los demás. No siempre sabemos cuándo perdemos la capacidad de comunicarnos, un valor tan hermoso. Normalmente nos llega poco a poco este deterioro tan angustioso como insuperable, y una reacción a tiempo puede salvar nuestro equilibrio personal, cada día más necesario.

Fermín González Salamancartvaldia.es (blog taurinerías)

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