Le conocemos como participante en concursos de la televisión como 'Pasapalabra' o 'Saber y Ganar' pero no conocemos tanto su faceta de escritor
Este rostro que conocemos y queremos tiene una mirada azul, abierta y plácida, una sonrisa sincera y acogedora y un reflejo limpio de voz pausada. Le conocemos como si nos perteneciera un poco a todos, entregado, calmado, familiar, cercano. Tanto que no nos importa abordarle: "¿Puedo hacerle una foto con la niña?" La niña son unos ojos felices entre el gorro de lana con pompón y la bufanda que le tapa la cara.
?Si ella quiere?
La niña ríe con los ojos, baja su bufanda, se acerca a él. Es el poder de la tele. "¡Mira, mira, es Jero!" Entran los chicos, ruidosos, felices, le dan las gracias más sosegados y se les oye entre el frío: "¡Mi madre va a flipar cuando le enseñe la foto!" En el Patio de Escuelas, piedra helada, cálida belleza, Jero es una presencia más familiar aún que en la televisión.
Charo Alonso: ¿Se acostumbra uno a trabajar en un lugar tan hermoso?
Jero Hernández: No, a pesar de la prisa y de venir todos los días, hay algún momento en el que me detengo a admirar todo esto.
Ch.A.: Jero, te conocemos como participante en concursos de la televisión como 'Pasapalabra' o 'Saber y Ganar' pero no conocemos tu faceta de escritor.
J.H.: Yo soy aficionado a los microrrelatos, me gustan mucho porque en muy pocas palabras encuentras magia de manera sugerente. He participado en muchos blogs y en certámenes de microrrelatos, y en alguno hasta he tenido la suerte de ganar. Lo de escritor no es nada apropiado en mi caso. Soy un aficionado a los microrrelatos que escribo hasta en el móvil, y a veces ni micros, son nanorrelatos con 140 caracteres, que escribes en el móvil y los guardas ahí.
Ch.A.: ¿Cómo se fraguó tu participación en la antología navideña Contamos la Navidad de José Ignacio García y David Acebes?
J.H.: En uno de los concursos dije que un posible destino del dinero del premio sería para publicar un libro de microrrelatos y me tomaron la palabra. Yo estoy muy agradecido a este proyecto de ilustración y relato, a José Ignacio García y a David Acebes, y participo con tres microrrelatos que cuentan una historia completa.
Ch.A.: ¿Nunca has pensado en escribir relatos largos o una novela?
J.H.: Por ahora no, este es un formato muy sugerente. Además, yo tengo una manera de escribir, tanto en los microrrelatos como en el trabajo, muy sintética. Incluso en un libro que publiqué con Juan Luis Polo referido al protocolo fui muy conciso. Además, es un formato muy adecuado ante la falta de tiempo, y si algo lo puedes decir en pocas palabras para qué más?
Ch.A.: En este mundo caótico, ¿cómo conseguir no perder las formas?
J.H.: Pues eso, sin perder las formas. Se trata de mantener la calma siempre. Cómo decirlo, cuando observas en los demás un comportamiento que no te gusta, pues procuras no contagiarte con él. Hace falta paciencia y tengo la experiencia de que se puede ejercitar e incrementar.
Carmen Borrego: Calma, paciencia? Tu trabajo en la Universidad las necesita?
J.H.: En mi trabajo la sorpresa es permanente y los imprevistos están a la orden del día. Los que estamos en medio de estas situaciones vivimos en un mundo de mucha presión y la magia del protocolo es conseguir que los compromisos de todas las partes se cumplan y que todos estén contentos. Como encargado de protocolo se trata de organizar actos de todo tipo, organizar visitas? Nosotros somos los mediadores entre la sociedad y la Universidad. Se trata de un trabajo de muchas personas, una labor que no se ve de la Vicesecretaría General del Rectorado.
Ch.A.: ¿Quién es la persona más educada y cortés con la que has tratado?
J.H.: El profesor Blecua, tengo una anécdota para ilustrarlo. Yo empecé hace 26 años como auxiliar administrativo y durante un verano estaba solo en la oficina. Entonces la Universidad formaba parte del patronato del Instituto Cervantes y a mí me mandaron que llamara para hacer una consulta acerca de un tipo de legislación que nos afectaba a la Universidad como entidad incluida dentro del patronato. La persona que me atendió dijo que le preguntaría al profesor Blecua, director del Instituto, y yo diciendo que no le molestaran? Pero a los cinco minutos me llamó él en persona diciéndome que con muchísimo gusto me iba a atender. Yo me sentí abrumado por su gentileza. Esa cortesía la he encontrado a lo largo de muchos años en otras personas, pero esta no se me olvida porque me supuso un ejemplo muy estimulante.
Ch.A.: Ya sé que no lo vas a decir, ¿y la más descortés?
J.H.: Mi trabajo es muy bonito porque estás cerca de personalidades muy distintas, no en una conversación larga, pero sí en pequeñas conversaciones muy reveladoras. Lo malo se me olvida, un trabajo como este que te permite conocer a tanta gente excepcional hace que no importe un detalle que se puede deber a un malentendido por exceso de prisa. En actividades donde interviene mucha gente, puede pasar cualquier cosa.
Ch.A.: ¿Has pensando en escribir un anecdotario de tu experiencia en protocolo?
J.H.: Yo creo que no, las personas que hacemos este trabajo respetamos la intimidad, es muy importante tener claro cuál es tu sitio y en el trabajo de protocolo, una parte de su éxito consiste en que no se ve.
Ch.A.: ¿Cómo empezaste en esto de los concursos de la tele? ¡Eso sí que se ve!
J.H.: Yo de pequeño quería ir al 1,2,3. Lo intenté con 18 años y no lo conseguí. Cuando iba al instituto, os estoy hablando de solo hace 35 años, fui a un casting para Cifras y Letras, y ya en el 2008, trabajando en la Universidad, con 43 años, resultó que José Merino, el jefe de Prensa, necesitaba un aula para hacer un casting para El gran Quiz. Era un concurso de la Cuatro, me dijo que podía ir, fui y me vi seleccionado entre lo más granado de los concursantes de la tele. Todos se conocían menos yo, y encima yo no veía muchos concursos porque tengo poca paciencia para ver la tele. Me fue bien, y seguí con Saber y ganar, Pasapalabra?
Ch.A.: Has estado mucho tiempo? ¿Engancha participar en un concurso?
J.H.: No sé, todos los que vamos ahí tenemos curiosidad por aprender, no sabemos de nada, pero nos gusta todo, es una experiencia de vida muy bonita. Te permite conocer a gente de todo tipo, como el Padre Ángel, a Christian Gálvez? Gente muy interesante que vive en un mundo muy diferente al mío.
Carmen Borrego: Despiertas mucho cariño. ¿Cómo se lleva la popularidad?
J.H.: Al principio estaba preocupado porque son dos facetas distintas, yo soy una persona muy discreta, pero cuando te haces popular? Yo me doy cuenta de que lo soy cuando paso por la terraza del Van Dyck y la gente se levanta y viene a por mí. O cuando estoy en la cola para pedir cita para el médico y se deshace la cola. Estando de viaje en Vitoria me dije, voy a contar cuánta gente me para aquí, y fueron 14. La mayoría es muy educada, y te pide amablemente que te hagas fotos con ellos, sobre todo los niños, que son absolutamente sinceros, si les caes mal, te lo dicen, y si te caen bien te miran con los ojos abiertos, encantados. Ya lo habéis visto ahora. El otro día en una gasolinera, inflando la bici, se paró una familia, el niño con los ojos así, y la madre dándome abrazos. Ese cariño se agradece mucho, aunque hay ocasiones en las que estás en una consulta del médico o en un velatorio y no es nada adecuado que te aborden. Ahí tienes que ser asertivo y decir, no te puedo atender ahora, pero eso sucede en una pequeñísima parte. Yo lo vivo a pequeña escala, pero hablando con gente que es famosa de verdad, te dicen que es terrible.
Ch.A.: No debe ser fácil.
J.H.: Yo distingo lo que es la persona y lo que es el personaje. La gente te interpreta como quiere, no como eres. Yo soy una persona tranquila y sosegada y recibo mensajes de gente que les encanta porque les transmito serenidad. Una vez alguien me dijo que era una persona muy nerviosa y que viéndome, yo le calmaba. Sin embargo, hay gente que dice que eres un soso y que te vayas a tu casa. Por ejemplo, yo al principio ponía fotos en las redes sociales, y una vez una señora, con su nombre y su foto escribió "qué asco me da este hombre". Yo no podía entender que una señora apacible, que parecía discreta, me dijera eso, me dejó muy tocado. Aprendí que no se meten con Jero, sino con el personaje. No merece la pena, si bajas ahí te hundes, no puedes pensar en eso ni venirte arriba cuando te dicen lo guapo y lo listo que eres. Soy el mismo, lo mismo de listo que de guapo o de feo o de tonto?
Ch.A.: Te voy a confesar una cosa, nunca te he visto en la tele. Debe ser duro compaginar el trabajo y las grabaciones fuera de Salamanca. Hablando de Salamanca, ¿qué vinculación tienes con la San Silvestre?
J.H.: Es muy duro, y compaginarlo con el trabajo más. Me pedía mis días sin sueldo, usaba las vacaciones para ir a rodar? Y la San Silvestre la he corrido desde hace 25 años y no he faltado ni una. Cuando estaba en Saber y ganar, en el programa número 50, que es un especial con los gustos del participante, me hicieron una serie de preguntas relacionadas con la San Silvestre y a raíz de eso, me llamaron para darme las gracias y me pidieron que colaborara con la revista. Desde hace seis años participo en el jurado del Premio de Microrrelatos de la San Silvestre con José Antonio Molinero, Moli, el presidente del Club que organiza la carrera, la presidenta, que es Paqui Noguerol, y con Alberto Marcos Guillén. Me gusta la idea de combinar los concursos, los microrrelatos y la San Silvestre, no sé cómo me las apaño que acaba todo conviviendo en armonía.
Ch.A.: La verdad es que tu amabilidad, tu trabajo en la Universidad, la popularidad? Todo hace que seas una persona muy querida.
J.H.: Lo bueno de las cosas es que consigues que todo lo que has vivido te sirva para otras actividades que te hacen crecer. Creo que los concursos culturales son pequeñas píldoras estimulantes para aprender. Yo con ellos he aprendido muchísimas cosas. Unas cosas te llevan a otras, al menos a mí. Un concurso tiene el objetivo de entretener, no se les puede pedir más a los concursos, pero tengo reiteradas muestras de que es un estímulo cultural muy grande, en todos los sentidos, y para los niños, más. Te permite despertar la curiosidad y relacionar las cosas, estamos en un mundo especializado y parece que aprender no es una urgencia porque lo tenemos todo al alcance de la mano.
Ch.A.: ¿Reivindicas el papel de los concursos como un ejemplo?
J.H.: Claro, y para los niños, más. Os cuento, en el estreno de la peli de Amenábar, el niño que hace de nieto de Unamuno me buscó y vino con su madre a decirme que me veían en la tele. Yo le dije que felicidades, que lo hace estupendamente en la película, pero la madre insistía en contarme que me veían en Pasapalabra y que a su hijo le hacía mucha ilusión hacerse una foto conmigo. Entonces le regalé un papelito de los que me hago yo para aprender? Porque uno de los trucos para ejercitar la memoria es hacer fichas. La memoria se puede mejorar, se puede gestionar. Es cierto que se pierde, pero yo tengo ahora mejor memoria porque la gestiono.
Ch.A.: ¿No hay una parte mala en los concursos, la competitividad, los malos rollos?
J.H.: He visto a gente nerviosa, quizás, poquísima, competitiva. La mayoría de los compañeros son educados, amables, buenos compañeros que hacen quedadas después, que llegan, que te felicitan. Hay excepciones, pero poquísimas. A un concurso debes ir a disfrutar, aunque si lo quieres hacer bien, te tienes que preparar.
Ch.A.: Como un corredor de la San Silvestre? ¿Cómo te preparas?
J.H.: Casi, casi. Es muy importante mantener la cabeza en movimiento y tener actitud. Cuando alguien dice que no puede estudiar, que ya no está para eso pienso que no es verdad, perdemos con la edad rapidez, pero ganamos en capacidad de relacionar. El mayor enemigo somos nosotros mismos, los miedos te bloquean. Yo tengo miedo de quedar en ridículo, de que me pregunten algo sobre Salamanca y no saberlo. Me van a decir ¿pero no sabías que la Casa de las Conchas está en la Calle Compañía? El saber o no saber no es importante, lo importante es que esto sea una oportunidad para aprender.
Y aprendemos de su pausada alegría, de su metódico orden, de su cercanía cortés, generosa. Una charla con Jero es un estímulo constante, una música armoniosa de maneras exquisitas. El corredor de tantos programas, de tantos actos, de tantas manos que se estrechan tiene ese ritmo de marcha continuado, capaz, sincopado, con el que se llega a todas las metas. La curiosidad, el amor al conocimiento, la calmada serenidad de un hombre que todos consideramos un poco nuestro, cercano, pausado. El corredor de fondo que se apresta, sonrisa tenaz, paso firme, a llegar a todas las metas. Ejemplo al paso.
Charo Alonso.
Fotografías: Carmen Borrego