Después de tantos años alejada de mi tierra, vuelvo la mirada sobre mis viejos libros, los juegos, el estudio, tu voz resonando en el comedor, conversaciones cortas y largas, risas, tu risa suena en mis oídos, alegre, cantarina igual que si el tiempo se hubiera detenido el reloj de carrillón.
Es otoño, la estación del misterio ¡tantos recuerdos! acercándome a lo místico, a lo más profundo del ser. Mientras no examinemos las raíces, no podremos comprendernos. Entre viejas calles y plazas, están cobijados ecos de mi niñez y adolescencia.
Regreso a Orense después de años ausente. Observo con ojos de forastero lo que tan familiar ha sido. Volví a caminar por las estrechas "rúas", sentarme en la alameda, degustar "los pinchos". ¡Todo ha cambiado! soy una extraña en mi propia tierra. Llegué a la parte alta, donde se cobijan los restos del antiguo Convento de San Francisco, caminé por las silenciosas calles del cementerio romántico ?hoy en el centro de la ciudad? volví a leer el epitafio esculpido en piedra de perpiaño "El destino del cuerpo aquí lo veis, el destino del alma según obréis". Me esperaban "Las Burgas" un hecho que siempre ha influido en la vida y configuración de la ciudad, durante siglos dieron origen a leyendas y mitos con los que nuestros antepasados intentaron explicar que brotase agua caliente de las entrañas de la tierra. Son más de 70 las surgencias termales en Ourense, con un caudal superior a los tres millones de litros diarios, una cantidad que en Europa solo supera Budapest. Se unen nostalgia y apegos. Recuerdos de un tiempo que no volverá. Entonces comprendí, que la tierra la llevo conmigo, y está donde esté mi corazón.
Les animo a que no dejen de visitar Orense. Descubrirán paisajes que le dejarán atónitos por su belleza natural y sencillez. Por supuesto la visita al claustro de S. Francisco y la Catedral son de obligación, paren ante el Santo Cristo, sí, sobre el que se cuentan ¡tantas leyendas! contemple la belleza barroca y el gótico tardío gallego envolviendo la capilla. Suban a la cima de la capital, les aguarda el hermoso claustro de San Francisco, joya del gótico gallego; recuerda la existencia de un antiguo convento en la parte alta de Ourense, en la ladera de Montealegre. Fundado en el siglo XIV, después del incendio que arrasó con el primer convento franciscano de la ciudad. La orden permaneció aquí hasta el siglo XIX.
En 1843 el antiguo convento se transforma en cuartel de infantería, que se mantendría activo hasta 1984. El cambio de usos desencadena numerosas reformas. La más significativa fue, sin duda, el traslado de la iglesia (pórtico y fachada) hasta el Parque San Lázaro, PP. FF donde se mantiene. El claustro, hoy abierto a visitas, quedó huérfano, pero sigue siendo testimonio y recuerdo del desaparecido convento.
Declarado Monumento Histórico-Artístico en 1951, el Claustro de San Francisco ha sobrevivido a su azarosa historia conservando prácticamente intacta la belleza de sus 63 arcos, todos decorados con motivos vegetales, animales mitológicos. Se distribuyen alrededor de una planta aparentemente cuadrada, ya que ninguno de sus lados tiene el mismo número de arcos, sostenidos por columnas dobles excepto los cuatro primeros y cuatro últimos de cada panel. En las paredes laterales se conservan lucillos funerarios y las columnas de la sala capitular.
El conjunto se completa con el Cementerio de San Francisco, ubicado en lo que ante fue la huerta del convento.
Entrada al Claustro de S. Francisco
Fotos tomadas por Isaura Díaz de Figueiredo
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