Por falta de remedio y diligencia, varios vecinos han tenido que colocar bombas extractoras para evitar consecuencias mayores, e incluso, en la puerta de mi vecina han tenido que abrir tres veces, porque el agua se le cuela en el sótano
La largueza siempre fue una buena compañera de viaje, y un alivio que despeja obstáculos y suaviza la consecución de un objetivo. Es el momento de tomar posición en la cola y esperar el turno de que llegue algo, alguna prebenda que fue imposible de lograr porque se solicitó a destiempo. Hay que saber elegir el tiempo oportuno, y ha llegado a un año a la vista.
El otro día, me encontré en la calle Toro de Salamanca con un paisano. Venía cabizbajo y con las manos en los bolsillos, como encogido, ensimismado en una preocupación. Le saludé y me dijo que se iba al pueblo, porque tenía la bodega anegaba de agua. Se ve que los empleados del municipio habían hecho unas catas y no habían dado con la avería. Y este estropicio se viene dando, con mucha frecuencia, en las bodegas del pueblo, hasta el punto de que, por falta de remedio y diligencia, varios vecinos han tenido que colocar bombas extractoras para evitar consecuencias mayores, e incluso, en la puerta de mi vecina han tenido que abrir tres veces, porque el agua se le cuela en el sótano.
La causa de esta situación es el envejecimiento y el deterioro de las redes de agua limpia y sucia, que llevan enterradas en la oscuridad cuarenta y seis años. Las tuberías se pican cada dos por tres y los tubos de evacuación ceden y se quiebran, y las aguas buscan su guarida en las bodegas, sobre todo, en las zonas más bajas.
Y así estamos un día sí y otro también, y no se da solución; por eso, aprovecho el momento de la generosidad, para que la Diputación se entere de que, en mi pueblo (Macotera), existe este problema, que afecta y preocupa a buena parte de la población, y que no se le puede dar más largas.
La solución está en la renovación total de la red. Puede parecer una obra ingente, pero, para ello, existe la planificación y las fases, y, en tres o cuatro años, su modernización puede ser una realidad.
Y, como la Diputación está abierta a escuchar necesidades, los macoternos le planteamos el problema que nos quita el sueño.
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