En nuestro país, debido a toda una serie de avatares históricos que no es momento de indicar, pues de todos son de algún modo conocidos, la democracia no ha sido el régimen predominante en los dos últimos siglos. Más aún, como analizan los historiadores, nunca hemos acabado de acceder del todo a la modernidad política, a esa superación del antiguo régimen que trajo la revolución francesa.
De ahí que no tengamos, para desgracia de nuestro país, una dilatada andadura democrática, como les ocurre, sin embargo, a otros países vecinos nuestros. La democracia tiene un alto valor. Es el régimen político más civilizado de todos los existentes. Y nosotros, como pueblo, como país, hoy, disfrutamos de él.
La defensa de la democracia, con todo lo que supone de división de poderes, de gobierno elegido por la ciudadanía, de acción gubernamental enfocada ?al menos teóricamente? al bien común, a la satisfacción, en la medida de lo posible siempre, de las necesidades de los ciudadanos, es hoy, en este presente nacional e internacional tan convulso, una tarea muy importante de la que hemos de ser conscientes, y más los españoles, que no tenemos una experiencia democrática muy consolidada.
Advertimos que, desde hace ya años, tenemos un vicio como país o, mejor, como ciudadanos, y es que estamos acostumbrados a que nos lo den todo hecho, a exigirlo todo, pero a no poner de nuestra parte todo lo que debemos y podemos. Es un vicio que se debe a una falta de madurez, a un estar acostumbrados a ese paternalismo que, en el fondo, se gestó en la dictadura.
Pero hemos de arrimar el hombro y hemos de tener una conciencia más plena del valor social de todo el patrimonio que, como pueblo, tenemos. Lo que exige, por parte de todos, un respeto y un esfuerzo por cuidar y mantener ese patrimonio que es de todos.
¿Nos hemos parado a pensar lo que cuesta, por ejemplo, el pupitre que ocupa un alumno a lo largo del curso, o la cama de un hospital, en la que yace un enfermo? Pupitre y cama llevan consigo una serie de dedicaciones humanas ?profesor, médico y personal sanitario?, de aparatos tecnológicos, de edificios que se han de mantener, etc., que cuestan mucho a toda la sociedad.
De ahí que suframos con los despilfarros que advertimos hasta en los pequeños gestos por parte de todos. Por ejemplo, cuando un adulto ocupa un asiento en el archivo histórico, iluminado por un fluorescente, para poder trabajar, investigar, en ocasiones, hemos observado que, cuando se va, no da al interruptor eléctrico para apagar el fluorescente; algo que jamás haría en su casa. Y, de este ejemplo nimio, ascendamos, para advertir cuánta irresponsabilidad social se da entre nosotros.
Hoy, en que celebramos elecciones generales, es un buen día para que tomemos conciencia del alto valor de la democracia y del privilegio que tenemos como país por gozar y disfrutar de ella.
Pero cuánto nos falta aún para arraigar en nosotros esa responsabilidad ciudadana que está en los pequeños gestos, en el día a día, para que nuestra democracia se consolide, por el bien de todos, en estos tiempos tan convulsos.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.