Por motivos principalmente políticos ?el total desinterés del gobierno Rajoy en el tema y la provisionalidad del de Sánchez? el Centro Documental de la Memoria Histórica viene teniendo alicortadas sus funciones de proyección de los valores de la memoria democrática en la sociedad. Aun así realiza de vez en cuando actividades de gran interés. Ahora mismo, por ejemplo, ofrece una exposición sobre Josep Renau, artista plástico republicano y director general de Bellas Artes durante la Guerra civil.
A él y a su equipo, además de la propaganda republicana, se deben labores de promoción cultural y de defensa del patrimonio histórico artístico, tanto más notables por su desempeño en un endiablado contexto de guerra. Entre ellas, por ejemplo, está la evacuación de las obras del Museo del Prado o las del palacio de Liria, en este caso gracias al Quinto Regimiento, del Partido Comunista, que actuó in extremis cuando el inmueble quedó casi destruido por las bombas incendiarias del ejército franquista en noviembre de 1936. Las obras de arte, que incluían tapices y cuadros de Goya, Canaletto o Mengs, fueron cedidas al ministerio de Instrucción pública, que organizó en Valencia una exitosa exposición.
(Ya que tratamos de recordar, señalemos que Jacobo Fitz-James, el duque de Alba de la época, padre de la popular Cayetana, colaboró muy activamente desde Londres en el golpe militar que provocó la Guerra civil. Luego Franco le agradeció los servicios prestados y la casa recuperó su patrimonio; y, a diferencia de lo que pasó en 1936, sólo muy recientemente sus palacios han sido accesibles al público. Es lo que tiene la democracia monárquica española, garantista del derecho de propiedad y del continuismo de los viejos y no tan viejos árboles genealógicos. Pero los teóricos de la equidistancia fascismo-república, tipo Trapiello, prefieren recordar que Renau fue un furibundo estalinista).
Por otro lado, el CDMH ha dedicado los pasados días 17, 18 y 19 a recordar "la fuga de cerebros" relacionada con el exilio de 1939. La mecánica de los aniversarios impone ese recuerdo a 90 años vista y da pie a elaborar un estado de la cuestión acerca de la labor académica, científica, literaria y humana de los hombres y mujeres del exilio en sus países de acogida. También a hacer algunos homenajes pendientes: en este caso a José Luis Abellán, Nicolás Sánchez Albornoz y Manola Ruiz de Funes, pioneros en la recuperación y difusión en España del patrimonio cultural del exilio. Ellos abrieron una línea de trabajo luego continuada en varias universidades y grupos como el de Estudios del Exilio Literario (GEXEL), dirigido por Manuel Aznar, con una muy notable ejecutoria de publicaciones y congresos.
Pero, como repitió Abellán, queda aún mucho por hacer. Por ejemplo, Manola Ruiz de Funes es hija de uno de los ministros de agricultura de la II República, un personaje que merecería una mayor atención memorial ?e investigadora? por su gestión de la reforma agraria durante el Frente Popular. Algo que, de no ser por el zarpazo del Movimiento militar, hubiera tenido una incidencia muy especial en esta provincia de Salamanca, donde bastantes latifundios semiociosos fueron intervenidos por el Instituto de Reforma Agraria para asentar a unos jornaleros que llevaban muchas décadas en la miseria. Mientras llega esa atención memorial e investigadora, nos conformaríamos con que actos culturales de este tipo tuvieran la repercusión debida en la comunidad universitaria y en el público en general.
(Cartel de Josep Renau)
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