Si tuviéramos que poner un título al libro que repasa la vida de Irene Martínez Chaves, bien podría ser 'una madre para todos'. Esa es la rotunda definición que hace de ella su familia, quienes se han dado cita este miércoles en la residencia San Pedro Advincula para celebrar junto a ella su 100 cumpleaños, con plena vitalidad y alegría, recibiendo además una placa homenaje por parte de las trabajadoras del centro.
Pero antes de llegar a esta fecha, la travesía vital de Irene comienza a escribirse siendo la mayor de los hermanos y, como solía pasar en la España rural de aquellos tiempos, su padre se marchaba al campo al amanecer en su Salvadios natal, mientras que su madre luchaba diariamente para sacarla adelante a ella y a los otros cinco hjos que llegaron después.
Pasaron los años y ya con 13 se marchaba a Salamanca en busca de trabajo, recalando en una familia de médicos que la enseñaban labores tan señaladas como guisos, costura y mucha cultura, a pesar de saber leer y escribir a la perfección. Un aprendizaje que la servía de una gran ayuda, aunque su verdadero crecimiento personal se forjaba en su esforzado día a día. Emprendedora y observadora se fue haciendo camino y abriéndose paso en la vida, y con ello nuevas puertas como la que se le ofrecía en Madrid.
En la capital se codeaba con la 'alta alcurnia' llegando a ser la cocinera principal de la Embajada de Chile en España, lugar
en el que pudo relacionarse con la elite de la sociedad de aquel entonces. Un trabajo que la llevaba hasta la residencia de un matrimonio Belga y Alemán, con quienes estuvo muchos años, llegando incluso a visitar el Palacio del Pardo, acompañando al matrimonio, visita a la que siguieron lugares tan importantes como Bélgica o Alemania.
La delicadeza y la profesionalidad han marcado su trayectoria, algo que nunca ha pasado desapercibido para quienes han compartido vida y labor junto a ella. Una infatigable dedicación a su profesión que frenaba en seco con 60 años, cuando decidía dejarlo todo y volver a Salvadios para entregarse por completo al cuidado de su madre, algo que hizo día y noche hasta su fallecimiento.
Pero además de su madre, su familia la define como 'la madre de todos' ya que siempre estaba dispuesta la primera para ofrecer ayuda a los familiares que lo necesitaran. Algo que siempre ha demostrado, viviendo además en la localidad de manera independiente hasta cumplir los 90 años, momento en el que decidía cambiar su hogar por la residencia San Pedro Advincula.
Desde su llegada no había vuelto a pisar la calle, hasta ayer. Diez años han pasado desde su llegada y finalmente era este pasado sábado cuando traspasaba las puertas y disfrutaba junto a una veintena de sobrinos de una gran comida familiar en la que no faltaba el brindis por estos 100 años de vida, experiencia y entrega a los que nos sumamos.