Sigo impresionado y chocado por la historia de ese bebé dado a luz por su madre adolescente en un hostal y lanzado al agua y a las cañas del río Besós por su adolescente padre. Unas cuantas preguntas me vienen al corazón y a la cabeza:
¿Qué sociedad estamos construyendo?
¿En quién tenían confianza esos adolescentes para compartir el marrón que se les venía encima y ayudarles a salir del cañaveral en el que se estaban hundiendo?
¿Quién les ayudó a sobrellevar su angustia durante nueve meses? ¿O estaban tan enfermos que no tenían ni angustia?
Por la edad que tenían, 13 y 16 años, seguramente habían participado más de una vez en charlas o cursillos de educación sexual. ¿Han fracasado los planes, antiguos de lustros, de educación sexual en la escuela? ¿Qué pasó en las escuelas de estos chicos para no encontrar apoyo en ellas ni en sus compañeros, ni en sus tutores, ni en ningún profesor? Desde el punto de vista de la política educativa general de Cataluña: ¿es compatible el objetivo de formar militantes para el nacionalismo y, en su caso, la independencia, con la formación para la vida adulta?
Los adolescentes suelen, con frecuencia, cerrar su alma a los adultos y confiar únicamente en los iguales. ¿Tenían una pandilla de iguales en la que confiar o estos, enterados del problema se escaquearon cada uno en su rincón y en su música? ¿Tiene madurez suficiente una pandilla de adolescentes como para abordar un tema tan vital como es la vida afectiva, la sexualidad y la procreación?
¿Tenían relación con alguna parroquia, institución o movimiento religioso? La secularización ha avanzado mucho en Cataluña, pero eso no exime a las instituciones religiosas de preocuparse y ocuparse de los niños, los adolescentes y los jóvenes?
¿Por qué sus familias de origen, sus padres y sus madres, no se percataron de que sus hijos estaban embarrándose hasrta el cuello en una tragedia? ¿Tenían familia digna de tal nombre o procedían de familias rotas? ¿Qué tipo de familia estamos proponiendo a los adolescentes, que se ven abocados a la vida adulta a la vuelta de la esquina?
Este bebé arrojado al río nada más nacer es, de alguna manera, un aviso profético: estamos construyendo una forma de sentir, de pensar, de vivir, que conduce a la vulnerabilidad extrema de los más débiles: el más débil el bebé, débiles sus padres adolescentes, débil la escuela, débil el sistema educativo, débiles las pandillas de iguales, débil la familia, frágil la sociedad, débiles los partidos políticos y el sistema democrático, que no es capaz de garantizar la vida del más indefenso, ni la maduración de sus desorientados padres. ¿Quién sale ganando de esta debilidad generalizada?
¿Tenemos remedio? Lo tenemos, a condición de no esconder la cabeza bajo el ala y ser valientes?Aunque no todo está en nuestras manos, pues el mal pude habitar las cabezas y los corazones y conducirlos a un desenfoque completo de la libertad, el don más precioso que nos han dado los cielos?después de la vida.
Soy sacerdote y no he nombrado a Dios?A lo peor es que queremos echarle de nuestra vida. Igual tenía razón Nietzsche hace más de cien años cuando profetizó que Dios había muerto y que la fe en el Dios cristiano había sido asesinada. Puede ser. Pero el hecho es que los débiles y los pobres siguen muriendo, sufriendo y siendo destrozados. Igual que el mismo Dios, arrojado fuera de la ciudad, ensartado en la cruz y cuyo sepulcro, donde fue depositado con amor por los que no habían podido salvarle de la muerte, sigue permaneciendo vacío y los aromas para embalsamarle siguen perfumando nuestra atmósfera desde sus tarros abiertos. ¿Funcionará nuestro olfato para percibirlos?
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