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En clave de madre
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el apunte de ana pedrero

En clave de madre

Actualizado 12/09/2019
Redacción

Ni un pero a tres toreros de la tierra que estaban en el cartel no por ser de la tierra, sino porque son toreros

Aunque todos, o al menos esta que firma, esperábamos más de los toros de Adelaida, ni un pero se le puede poner a priori a la tarde de hoy sobre el papel.

Toros aplaudidos de salida con una impecable presentación que no pudieron comportarse como toros bravos porque eran más fachada que bravura, porque faltó tranco y entrega y fuerza, y con esos nombres pocas opciones tienen los que se ponen delante. Algunos de los lisardos fueron despedidos con pitos.

Ni un pero a tres toreros de la tierra que estaban en el cartel no por ser de la tierra, sino porque son toreros. Y en toreros han estado, han sido y así nos lo han hecho sentir, saborear y también sufrir, porque ha habido exposición y ganas y verdad; porque ha habido dos toreros jóvenes hechos dos tíos y un veterano que ha derrochado magisterio. Da gusto ver al de Ledesma, incluso cuando tuvo que tirar de suavidad y temple para sostener en pie a su segundo como un enfermero.

El poso de madurez, la lección de torería de Domingo López Chaves, que dejó estampas de toreo antiguo, aromas de otro tiempo, de otras formas, con tanto sabor; el aplomo y el compromiso de Damián Castaño en su presentación, al fin, en La Glorieta, que ha justificado con creces las voces que reclamábamos su presencia año tras año.

Un Damián que, pese a haber perdido un oreja de ley con su primero por la espada, ha dado muchos y buenos argumentos para pisar el albero de Salamanca. Creo que toda La Glorieta hubiese empujado esa espada para que el toro hubiese doblado sin puntilla. Un Damián que, pese a llevar solo tres corridas toreadas, ha estado muy serio, muy firme, dibujando bellos lances de capote y sin renunciar a nada con la muleta y ha borrado el rastro de aquel Damián bullidor y pendiente de los tendidos, exponiéndose a la cornada con el quinto, un toraco serio y malaje que no pasaba, que se quedaba, que le medía, que no quería, que siempre llevó la cara alta, complicado. Más no se le podía pedir, ni a él ni a nadie. Y ahí estuvo, sereno y jugándose los muslos. Mis respetos, torero.

Ni un pero a Alejandro Marcos, que se las vio con el peor lote, a su valor seco y a su clase, que la derrocha, que tiene que encontrar aún el toro que le deje expresar el toreo de quilates que atesora. Para el recuerdo, sus mecidas verónicas o preciosos derechazos, robados, con elegancia y desmayo, y su firmeza, hecho un tío, con el que cerraba plaza, aunque tuvo su Vía Crucis particular con la espada. Creemos y esperamos.

Tarde de decepción en lo ganadero, porque hubo presencia pero no alma de bravo, pero de confirmación del magisterio, el compromiso y la clase.

Tres toreros de la tierra. Tres toreros. Ni un pero y muchos detalles para sumar en una Glorieta que hoy latía en clave de madre.

Fotos de Pablo Angular

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