Habiendo perdido la cuenta sobre el número de veces que mis cuerdas bocales han vibrado con agitación indignada en los tímpanos de parientes, amigos y vecinos, para evitar que transformen guardias civiles en cazadores furtivos, no queda otra opción que salir, una vez más, al rescate de una vilipendiada tarea, merecedora de incondicionales elogios, para contrarrestar las arbitrarias críticas que recibe de quienes pretenden hacer sayos con capas de justicia y jubones con el respeto que deben guardar a los bípedos racionales de su misma especie, sin transformar en quijadas de burro los volantes que llevan en sus manos los lunáticos depredadores.
Esto viene a colación por el comentario de un amigo tertuliano que ayer censuraba a los guardias civiles de tráfico por "ir a la caza", algo que comparto plenamente y agradezco, tornando la censura de este amigo en ovación personal, a quienes nos protegen de los turbocirculantes que amenazan nuestra salud y vida por el asfalto con enloquecidas máquinas de rodar en manos de peligrosos cerebros con encefalograma plano y gónadas extraviciadas.
¿A quiénes pretenden "cazar" los guardias civiles? No hace falta que respondas, lector, porque es obvia la respuesta. Pues bien, si los agentes de tráfico van "a la caza" del pretendido "fitipaldi" que circula desbocado por las carretera poniendo en peligro la vida de los vecinos; si retienen el coche de quien conduce con huellas alcohólicas en sus papilas gustativas y hervores etílicos en las venas camino del despeñadero propio y ajeno; si detienen al que circula con la nariz blanqueada, sin ser payaso de circo; si obligan a estacionar a quien incumple las normas de trafico que hacen posible la circulación de vehículos sin riesgo para los demás, no queda otro remedio que agradecer a tales "cazadores" lo que hacen por nosotros retirando de la circulación a quienes pueden dejarnos huérfanos, viudos, en silla de ruedas o enviarnos anticipadamente al valle de Josaphat.
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