Cada tarde se dirige lentamente a la playa, va cargando con la tabla, la cometa y todos los accesorios.
Se hunden sus pies en la arena por tanto peso, se tensan los gemelos en sus piernas bronceadas y van aguantando el equilibrio; el cuerpo se cimbrea, la tabla también.
Con lenta armonía acompañada de fuerza, va embutiendo su musculado cuerpo, miembro a miembro, en el traje de neopreno. Va oscilando la cadera mientas tira hacia arriba, hasta que no quedan arrugas, dando pequeños saltitos a la vez. Por fin, cierra la cremallera.
Ya enfundado, cubierto por esa piel negra a juego con su pelo, destaca su rostro, ligeramente ennegrecido por el sol.
Despliega su cometa naranja, esa media luna que se alza a media tarde en la playa empujada por el aire. Y así, se recorta, unida por sus hilos, en lo alto del cielo.
Sube a la tabla, convenientemente sujeto por los arneses que le unen como une la amistad en el universo.
Comienza el baile. La cometa se hace uno con el viento, el cielo se hace uno con su alma, sus pies se hacen uno con su tabla, la tabla danza con el mar. Todo se vuelve unidad. Justo el aire, justo la ola, justo la fuerza que acompaña las bridas; se inicia la sinfonía de movimientos, se acompasan en el firmamento como una música.
Cuando el aire se hace ráfaga, espera la ola más grande y la salta. Se equilibra como se equilibra el alma tras grandes envites. Los saltos se suceden a capricho del viento. Intuyo su placer, la confianza en su fuerza, su conocimiento de la técnica? A veces, para superarse a sí mismo no es necesario ser un superhéroe, sino tan sólo saber en qué o en quién apoyarse. Utilizar un pequeño impulso. Creer que se puede con la ola, con el viento, con la tabla, con el tirón que ejerce la cometa.
Viendo todas esas piruetas parece que puedo hacer su mismo viaje. Disfruto eligiendo ser rígida tabla, tela flexible, cuerda que tensa, brisa que mece, viento que impulsa? siendo pies que asientan y apoyan, firmes piernas que aguantan la batalla. Mente que baila todos los compases. Pincel que define en el cielo bellísimos trazos.
Poco a poco, baja del sueño, de la tabla, baja del azul la silueta, sus pies ennegrecidos y brillantes pisan la arena, sus gemelos ya tensos más se tensan, y tira de su cometa como tiramos a veces de la vida. Sus brazos suplican al cielo menos viento, va recogiendo maromas, va destensando cuerdas, va plegando vela. Dobla todo a conciencia.
Ella, trabajadora incansable, le ve cada tarde. Ella también realiza un baile de palabras con la brisa, con la imagen, con los saltos, con la voz inconfundible de la inigualable Whitney Houston, que danza en el cielo como una cometa.
Huele a mar entre el susurro de las ondas blancas.
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