Por qué lo celebran. En su última película "Érase una vez en Hollywood" pone a Charles Manson como representante de los hippies, cuando los hippies eran pacifistas, estaban contra las armas, se salían de cualquier doctrina. Defendían la naturaleza, la tolerancia, el vivir cada instante. Preferían sentir el sol en la cara que cualquier riqueza, como le dijo Diógenes a Alejandro Magno. Eran todo lo contrario de Charles Manson. Tarantino los ataca de forma tramposa. Lo mismo hace el fascista que tanto cae en gracia, Houellebecq. En "Las partículas elementales" ponía a Manson como la culminación del desorden moral de la contracultura, porque él defendía el moralismo, el control de las mentes, el racismo, la manipulación genética de las personas, et., etc
Por qué lo celebran. En "Érase una vez" hay una celebración fascista de la violencia, un regodearse sádico en ella. El simpático que interpreta Brad Pitt le rompe la cabeza veinte veces a una chica que ya está fuera de juego, el otro simpático que interpreta Leonardo di Caprio fulmina con un lanzallamas a una mujer que ya está fuera de combate. Y después hacen bromas con eso y a la policía le parece gracioso. Y al público le parece muy gracioso.
Por qué lo celebran. En todas sus películas reina la pedantería y el rebuscamiento, el decir: mirad que listo soy. Busca continuamente el impostamiento, el engolamiento en las estructuras y en los encuadres. Rezuma un alambicamiento empalagoso. El gran Clint Eastwood no necesitaba esos postureos. Ni lo necesita Jim Jarmusch.
Nunca me he fiado mucho de él. El verdadero genio no necesita esas carpinterías chirriantes. Pero la operación comercial la tiene bien montada. Y el sensacionalismo. Con el papanatismo de los críticos grandilocuentes.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR
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