El montaje recreaba la vida de Santa Teresa de Jesús
Lentamente, de forma imperceptible pasa el verano y el último fin de semana de agosto entrelaza sus dedos con el incipiente septiembre que, a pesar del calor, nos augura el también incipiente otoño. Ciclos de la vida, pasos en el camino que traen cambios, y que sin embargo, vistos con perspectiva y de forma global, sólo van matizando y madurando un conjunto que puede llegar a ser mejor. Eso parece suceder con la obra de teatro, que de la mano de un grupo de actores aficionados, se ha ido consolidando en el tiempo, con sus muchas representaciones y una indudable calidad que ratifica su éxito. Siempre y de nuevo, "Teresa, la jardinera de la luz" que 'Lazarillo de Tormes' sigue llevando a sus particulares escenarios de toda la provincia salmantina, como así le encomendara nuestra Diputación en los últimos tiempos de su puesta en escena.
Su destino en el último día de agosto ha sido Las Torres. Aunque en su momento fuera un pueblo autónomo, en la actualidad pertenece al término municipal de Arapiles y por tanto a su ayuntamiento. La despoblación inevitable del mundo rural que propicia nuestro actual ritmo de vida, ha agrupado a algunas poblaciones en torno a un consistorio, pero sin que sus habitantes de siempre olviden sus costumbres y tradiciones. Las Torres sigue engalanando sus calles con cantueso en la celebrada fiesta del Corpus, ha sido reserva agrícola y ganadera para la próxima capital gracias a sus cereales y cuadras de animales tanto de origen porcino como vacuno, y guarda una especial devoción a santa Eulalia mártir, titular de su pequeña pero acogedora parroquia, que conserva su antiguo e imponente artesonado.
En los altares de estos reducidos recintos sagrados de algunos núcleos rurales es donde la representación de "Teresa, la jardinera de la luz" alcanza su mejor identidad. Un lugar recogido donde los espectadores pueden integrarse con facilidad en el contexto de una obra que consigue siempre absorber la atención de un público que se traslada con los actores a la atmósfera del siglo XVI en el que transcurre la historia de una carmelita, Teresa de Jesús. Ella aporta la dimensión de la gran mujer que fue, avanzada a su tiempo y privilegiada en todos los ámbitos de su vida por su increíble capacidad intelectual y espiritual.
Con su familiar ritual, los componentes del grupo 'Lazarillo de Tormes' llegan a la cercana localidad de Las Torres, y con una sincronización admirable, descargan su atrezzo y lo montan con sumo cuidado y cariño, para que envuelva a los personajes en los que a continuación se van a convertir. Cuando el público de Las Torres contempla los hábitos de paño de oveja que envuelven a las actrices, sin duda sienten que aquellas hermanas carmelitas pueden haber llegado caminando tranquilamente desde la vecina Salamanca después de recorrer tantos caminos, para hacer que quienes las observan se sitúen con ellas en el también cercano en espacio convento de Alba, tras viajar cinco siglos atrás. El órgano que tan acorde con lo que en el altar de Santa Eulalia se vive, emite también los acordes puntuales de una música que llega desde el túnel de los siglos, y que sin embargo nos recuerda al precioso órgano que un tal Salinas dejó para la posteridad en la magnífica catedral Vieja de la capital.
Como si de una torre se tratara, un púlpito coronado por un padre dominico, enviado de la Inquisición, vuelve a ser la atalaya desde la que un atacante que flota en el aire lanza disparos y cuchilladas como los que se vieran en aquella memorable batalla que en campos cercanos consiguió vencer al invasor galo. Las hermanas carmelitas, al igual que el ejército de caballería que salió desde Las Torres en ayuda de los ejércitos aliados, se lanzan en feroz defensa de su madre con la única munición que procede de la gran obra de ésta. Su existencia valiente en la cruel e invasiva sociedad de aquel tiempo, su variada y personal producción literaria y el propio ejemplo de las que ellas son el claro exponente, conforman la mejor de las murallas para envolver un sucinto guión que en tan poco tiempo transmite tanto. Desde el escenario de los altares, la vida de Teresa de Jesús se acerca a los nuevos tiempos para acoger en su sencillez la modernidad que las circunstancias le imponían, como lo ha sabido hacer esta pequeña localidad que ha abierto sus puertas a los nuevos habitantes que con sus nuevas casas han dinamizado su vida. Emocionados aplausos de un público que parece ser el de antaño, el de ahora y que como aquella carmelita, alta como una torre y vasta como la meseta castellana, quedará para siempre. Parece que algunos entregados al teatro, reflejo de la vida, se están empeñando en ello.