Ahora que estamos tan comunicados con nuestros teléfonos móviles agazapados en los bolsillos? y esperando, y andamos que no cabemos en nosotros mismos de gozo al estar conectados a todo el planeta a través de internet, necesitamos más que nunca que nos pastoreen. Atrás quedaron los predicadores encaramados en los púlpitos y embozados en las penumbras de los confesionarios. Los nuevos tiempos han traído los lobbies y los influencers.
Los primeros son grupos de personas organizadas que presionan a los gobiernos, a los políticos, a los medios de comunicación y a la sociedad en general para promocionar y defender sus intereses por encima de los del resto de la ciudadanía; colocar a los suyos en puestos de trabajo con gran relevancia económica y social (en especial multinacionales, trusts, carteles, monopolios, medios de comunicación, cultura, ocio?); con el objetivo de difundir su mensaje e ideología para influir y manipular en/a la sociedad en beneficio propio. En este caso por lobbyist entendemos el miembro de uno de estos grupos de presión o lobby.
Los influencers son más modestos, probablemente por su individualidad, aunque tienen en común la utilización de los medios de comunicación y de las redes sociales para alcanzar unos intereses particulares. A diferencia de los lobbies ni forman grupos organizados, ni presionan a los poderes establecidos, ni tratan de imponer una ideología. Un influencer es una persona que tiene influencia en las redes sociales (debe contar con más de 10.000 seguidores para ser considerado como tal), que por medio de una publicidad explícita o encubierta dirige a un sector de los consumidores hacia marcas y productos comerciales de los que recibe una paga en dinero o en especies. Prácticamente todos publican un libro con sus experiencias y gran parte terminan en la nómina de alguna de las grandes marcas comerciales para promocionar sus productos, que suelen ser de hábitos saludables, de salud, de alimentación sana, de ejercicio, de viajes, de aventura, de estética?
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