Cumplen medio siglo de vida abriendo sus puertas cada fin de semana al amanecer, ofreciendo churros, porras y aperitivos con sello distintivo y original
Hablar de
Churrería La Gaviota es hablar de despertares con sabores artesanos, de 'buenos días' con aromas artesanales y productos de calidad surgidos de las manos y el esfuerzo de varias generaciones, que desde antes de despuntar el sol ya se encontraban y se encuentran al pie del cañón para que cuando la vida comienza a tornarse en normal por las calles y plazas de Peñaranda, todo esté dispuesto para ofrecer el mejor de los desayunos.
Es uno de esos lugares de toda la vida, en los que parece detenerse el tiempo porque en sus largas colas matinales se pueden encontrar abuelos, padres e hijos, que acuden a esa llamada que solo saben lanzar aquellos que han construido su propia historia desde cero, creando esos churros y esas porras, a los que se añaden sus ya más que conocidos aperitivos, con el sabor único que ofrece el trato mimado de un producto que llega a la mesa tras un proceso tan ancestral como artesanal.
Son 50 años de vida, desde aquellos primeros equipos para freír los churros y componer previamente sus masas, hasta la modernidad de la maquinaria que hoy es
el gran aliado de cada amanecer, pasando por aquel más que recordado reparto a domicilio, ofreciendo los churros recién hechos en unas sencillas y bellas ce
stas de mimbre. Hablamos de un paseo por la historia de la ciudad y sus gentes que hoy sigue siendo lo que fue, el gran epicentro social de encuentro cada mañana del fin de semana. Días en los que abrir los ojos y encaminarse a la churrería, en la calle Elisa Muñoz 2, es un ritual adquirido en familia y disfrutado por grandes y pequeños.
Un duro trabajo, no cargado de sin sabores ni de profundos esfuerzos, que lejos de mermar sus ganas les alienta a seguir con más fuerza hacia adelante, creando nuevos productos como las cortezas para ensaladilla ya envasadas y preparadas, que sin duda se han convertido en un elemento referente en su catálogo, contándose por decenas las unidades que cada día sirven a sus muchos clientes de la ciudad y la comarca.
Y ahora en agosto, momento de descanso y visita al pueblo para una inmensa mayoría, ahí se encuentran, a pie de mostrador, reforzando su producción y siempre con la misma bienvenida amable, esta que podrá encontrarse en los fines de semana y que se hará especialmente intensa durante las Ferias y Fiestas, cuando abran sus puertas con la salida del sol desde el miércoles 21 y hasta el domingo 25 de agosto, y con ellas el característico aroma que viene anunciando su despertar desde hace medio siglo, y por el que brindamos por al menos otro siglo más.