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Tradición y religión para honrar a la Virgen del Carmen
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ALBA DE TORMES

Tradición y religión para honrar a la Virgen del Carmen

Actualizado 16/07/2019
Roberto Jiménez

Un año más, los vecinos de Alba de Tormes recuerdan la importancia histórica de la pesca en la villa ducal y su devoción a la virgen

Es 16 de julio, atardece en Alba de Tormes y se esconden los últimos rayos de sol y así año tras año la Virgen del Carmen surca las aguas del Tormes a su paso por la villa ducal. Es sin duda la procesión fluvial más representativa de este día en la provincia de Salamanca, una celebración que hace que vecinos y turistas se agolpen junto a las márgenes del río, en el puente, o en el mirador cercano a la Basílica Teresiana para ser partícipes de la procesión.

La Virgen del Carmen, portada en la barca de la familia Cosme, estuvo acompañada por multitud de embarcaciones en su tránsito del agua a tierra. No faltó a su cita el carmelita, Gabriel Serrano, que como es costumbre entonó "vivas" y cánticos dedicados a la virgen.

De manera previa a su desembarco en tierra, Gele de Sales se sumergió en las aguas para recoger la imagen de la virgen en forma de cuadro que custodia el río Tormes. Tras recuperar el cuadro, los pescadores sacaron de sus redes de pesca varios peces vivos que devolvieron al cauce del río antes de pisar tierra firme.

Una vez ya en tierra, la imagen de Nuestra Señora del Carmen marchó en procesión hasta encontrarse con otra imagen de la Virgen del Carmen situada en la zona baja de la Basílica Teresiana. Todo bajo la atenta mirada de centenares de fieles.

Una devoción antigua y actual para Alba de Tormes y su entorno

Tradición y religión para honrar a la Virgen del Carmen | Imagen 1Seguramente que a la Virgen del Carmen se la veneró en Alba de Tormes y su entorno mucho antes de que llegaran las monjas (1571) y los frailes Carmelitas Descalzos (1676), puesto que había ya conventos carmelitas cercanos (auténticos focos de devoción mariana) en Salamanca, Ávila, Piedrahita, Fontiveros? Y así se la conoció mucho antes de que nacieran santa Teresa y san Juan de la Cruz. Pero lo que sí es cierto y seguro es que cuando llega esa presencia carmelitana específica de frailes y monjas a la villa albense, la devoción hacia la Virgen del Carmen no sólo crece, sino que se fortalece e ilustra mucho más, sobre todo a través de la predicación y de las cofradías carmelitas, hasta el punto de que en esta zona castellana todavía hoy sigue siendo la devoción mariana más fuerte y universal. Nunca falta la imagen de la Virgen del Carmen en las iglesias, incluso en aquellas parroquias de los pueblos más pequeños. Es una constatación muy gozosa. Pero además es que hubo, y en parte subsiste todavía la costumbre de, igual que en las fiestas teresianas de octubre, exactamente igual, venir en su día a Alba para unirse a la fiesta solemne mariana de julio de los Carmelitas.

La cofradía de la Virgen del Carmen establecida en el convento de los frailes carmelitas tiene su libro de registro que comienza en el año 1650. Mientras que la Orden Tercera del Carmen (hoy se llama el Carmelo seglar), el primer libro se abre en el 1892 con la profesión de los esposos vascos que estaban de caseros en la finca de la Maza, los cuales posteriormente y una vez situados los hijos, de mutuo acuerdo, disolvieron su matrimonio y entraron en la Orden (ella en el Carmelo de Toro y él en los Carmelitas Descalzos de Salamanca). Pedro de Aizpuru se llamaba él (en el convento Pedro de san Ignacio), y Joaquina de Elícegui (en el convento Joaquina del Sagrado Corazón). Una historia digna de ser contada con más detalle.

En ambos conventos carmelitas de Alba de Tormes además tenemos dignas y valiosas pinturas y esculturas de la Virgen del Carmen. Entre todas, me quedo con la más antigua y que sirve de referencia a los orígenes de la devoción mariana: esa Virgen de Trapani, en alabastro, que se exhibe en el CARMUS y que es una copia fiel de la imagen existente en aquel convento siciliano que, según la tradición, es la que trajeron los carmelitas cuando abandonaron el Monte Carmelo y se vinieron a Europa. Pero también en el crucero de la iglesia del sepulcro teresiano (las Madres) existe un cuadro de grandes proporciones debido al pincel de Diego González de la Vega y que representa a la Virgen con la capa blanca abierta y protegiendo bajo ella a toda la familia carmelitana: frailes, monjas y seglares.

En la Iglesia de los Padres Carmelitas preside el retablo mayor, debajo de san Juan de la Cruz, una esbelta imagen de la Virgen del Carmen del siglo XVII (seguramente la misma que siempre se veneró en este templo ya antes de la exclaustración), una talla que imita claramente modelos de la escuela castellana que se remonta a las obras de Gregorio Fernández. Mientras que los pescadores sacan en procesión otra hermosa talla de menores proporciones del siglo XVIII (antes estaba en la sacristía del convento y ahora en el museo), y que tiene una gracia especial por el aire de caminar y movimiento que la distingue. Y no menos valiosa es la talla que se encuentra en la capilla lateral de la Orden Tercera, o también llamada ahora capilla de invierno, que se debe adscribir igualmente a la escuela castellana de escultura barroca.

Alba de Tormes ostenta un triple motivo que se conjuga en la devoción hacia la Virgen del Carmen: (1) el de la presencia del sepulcro teresiano que da contenido espiritual y tradición a esta advocación mariana, queriéndonos indicar que aquí se la venera muy especialmente, como la veneró santa Teresa; (2) la de contar aquí con una presencia completa de toda la familia carmelitana: monjas, frailes, laicos carmelitas que viven de esta rica y antigua espiritualidad; (3) y, por último, su situación estratégica de estar atravesada por el río Tormes, que nos recuerda emocional y simbólicamente también nos traslada al mar en el que María es faro seguro en las dificultades de la vida y así nos protege de caer en el abismo de las aguas.

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