Qué descansada vida la del profesor universitario. En mayo terminaron las clases y estamos en julio, y usted está harto de vacaciones, sin saber ya qué cosa hacer. Hasta los libros que tenía preparados para leerse en agosto, esos de literatura a los que no ha podido dedicar el tiempo que requerían durante el curso, no porque no lo tuviera ?que le sobraba-, sino porque el mes de las lecturas que no son del trabajo es agosto y para de contar; esos libros, ya hace rato que se los acabó de leer y le da pereza leer más. Para qué, si usted ya cumplido sus obligaciones, que además eran autoimpuestas. Demasiado sacrificio.
Hasta la ceremonia de las graduaciones se celebró en abril. Sabia decisión la de quien fuera el responsable. Así los muchachos se van de fiesta antes de encerrarse a preparar los exámenes y usted ya lo toma como señal de que es momento de aflojar la máquina, porque tampoco es cuestión de herniarse. Ya dio suficientes clases, como para complicarse la vida aún más. Lo menos ha dado dos o tres horas por semana durante demasiados meses. Y los exámenes? pues desde que los hace tipo test y los corrige la máquina aún acaba antes, pero tiene que bajar al Centro de Proceso de Datos a la hora asignada para que la máquina lea las plantillas y le dé el resultado de inmediato. Un engorro, pero al fin y al cabo con eso puso punto final -o casi, porque depende de si ha aprobado a todos o si ha tenido el error de calibre de poner el examen demasiado difícil, con lo que ha tenido que convocar por segunda vez al despistado que ni se sabía lo esencial de lo esencial y le toca volver a examinarlo-.
Pero de todo eso hace ya una eternidad. Ahora está cansado ya de ir a la piscina, se ha olvidado ya de las aulas y de los estudiantes, y si de vez en cuando queda con Fulanito de Tal, compañero del departamento X es porque le cae bien y con él podrá cotillear sobre las últimas conspiraciones mientras tranquilamente juega a las cartas en el bar del pueblo. Porque usted hace ya semanas que se ha ido al pueblo. La ciudad es un aburrimiento y aquí por lo menos han venido los de Bilbao, los de Barcelona y hasta los de Toulouse. Cada uno más viejo que el año pasado, pero al fin y al cabo, sus compañeros de juegos en la infancia, que le traen buenos recuerdos y de paso le hacen olvidar el muermo del curso pasado y las fatigas de la Facultad.
A ratos reflexiona sobre cuántos años le quedan para prejubilarse, pero pronto para porque encuentra que todavía son demasiados y no es necesario martirizarse contando cuántos cursos le faltan para dejar este aburrimiento. Menos mal que tiene paga de Estado y asegurado el puesto hasta que a usted le dé la gana. Más o menos. Alguna de estas mañanas tendrá que ir a hablar con Montse para que le haga la cuenta de cuándo puede dejar todo esto, que ya está bien de que le exploten.
Los vecinos le tienen envidia. Cómo no se la van a tener. Le regalaron la oposición y usted es un tío con suerte. Ni le escogen para hacer eso que ahora está tan de moda y que se llama algo así como trabajos de fin de grado, así que vacaciones de no sé cuantos meses y hasta dos pagas extraordinarias. Navidad y Semana Santa para sus labores. En realidad demasiado relajo.
Está empezando a pensar que es un abuso cuando un ruido lo despierta. Con los calores ha dejado la ventana abierta y unos estudiantes que vuelven de fiesta estaban gritando a toda voz. Trata de dormirse de nuevo, porque es demasiado pronto. Pero en estas que le vienen todas juntas a la cabeza las múltiples tareas pendientes: que si corregir un trabajo de fin de master que le han entregado a última hora, que si debe preparar una conferencia para dar en un curso de verano sobre un tema que le interesa y que hasta ahora nunca pudo investigar, que si debe acabar tres artículos antes de viajar a Colombia, que debe organizar la materia de la que debe hablar en Brasil, ... Total, que se levanta y se sienta al ordenador antes de lo que había pensado. Aun así duda que el día le dé para todo lo que tiene que hacer, entre otras cosas empezar respondiendo correos electrónicos que vienen de más allá del charco donde no se han enterado de que usted está con el curso casi acabado, y quieren respuesta inmediata. Y con los compromisos ineludibles que le han salido ya duda que pueda tener alguna semana de auténticas vacaciones, aunque este año se lo había propuesto de verdad de las buenas. Del sueño que ha tenido, ya no queda ni rastro.
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