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Jesús Málaga y La Casa Lis, empeño de alcalde
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ETNREVISTA

Jesús Málaga y La Casa Lis, empeño de alcalde

Actualizado 13/07/2019
Charo Alonso

Viene Jesús Málaga con su libro bajo el brazo, la memoria de un tiempo que recuerda sin nostalgia, un tiempo del que quedan gozosas páginas y que recorre con esa cercanía y esa elocuencia brillante y cautivadora con la que escribe ahora la historia salman

Fue en la Noche de las Libélulas que despiertan, todos los años, los Amigos de La Casa Lis: la Dama Modernista se puso nostálgica y recordó, en la persona de los actores Josetxu Morán y Fernando Saldaña, su crisálida de Casa de Cultura, su historia reciente. Historia de todos, historia de un empeño compartido a través de los años: el de los hombres que se fascinaron con ella. Y en primera fila, bajo el cielo de cristal que dibujara Manuel Ramos Andrade, escuchando a Pedro Pérez Castro, director del Museo, alma del Museo, el alcalde que la salvara del derribo. Memorias, no desde el balcón, sino desde la vidriera modernista. Viene Jesús Málaga esta tarde de junio con su libro bajo el brazo, la memoria de un tiempo que recuerda sin nostalgia, un tiempo del que quedan gozosas páginas y que recorre con esa cercanía y esa elocuencia brillante y cautivadora con la que escribe ahora la historia salmantina de la que formó parte desde el primer Ayuntamiento democrático. Viene Jesús Málaga, generoso de su tiempo, la sonrisa siempre adelantada, la palabra precisa, el perfil y la mirada que todos reconocemos? Historia nuestra.

Charo Alonso: Siempre he deseado conocerle y hemos coincidido en algunas ocasiones, pero nunca me atreví a abordarle?

Jesús Málaga: Pues otra cosa no, pero yo soy muy asequible, voy por la calle y todo el mundo me habla.

Ch.A.: Estas memorias suyas son una tarea ingente, las he disfrutado mucho.

J.M.: ¿Sabéis que este es un libro que está agotado y del que no ha habido nadie, pero nadie, que me haya negado nada? Este libro me ha costado un riñón; tenía que dar yo el relato porque, si no, me lo daban.

Ch.A.: Lo ha dado con creces, y la parte que a nosotras nos interesa tiene que ver con el Museo Art Nouveau, Art Déco. ¿Cómo fue su acercamiento a Ramos Andrade, la persona que donó las colecciones del Museo?

J.M.: Mi acercamiento es a través de Pedro Pérez Castro, actual director del Museo. Ya sabéis que Pedro colabora conmigo desde los primeros ayuntamientos democráticos: Pedro, Hilario, y Juan Antonio Pérez Millán. La cultura de aquellos años fue algo espectacular y ellos, realmente, fueron punta de lanza en la cultura institucional en toda España.

Ch.A.: Ramos Andrade le hizo un regalo insólito a la ciudad?

J.M.: Esta decisión está ligada a una cosa clave que a él le entusiasmó, que es la adquisición de La Casa Lis. La Casa Lis es fundamental. Él se encapricha de la Casa Lis. Ya sabéis que Manuel Ramos Andrade es salmantino, de Navasfrías. En un momento de su vida, a comienzos de los años noventa, decide donar sus colecciones, viene, conoce la Casa Lis y se enamora de ella.

Ch.A.: Una casa modernista que era Casa de Cultura del Ayuntamiento de Salamanca.

J.M.: La Casa Lis la compra en último término un cura de Armenteros que es especulador. Un señor que va comprando casas en el Barrio Antiguo y las va destruyendo; destruye, por ejemplo, la Casa de la Pizarra? Entonces compra La Casa Lis, con tan mala suerte para nosotros que lo hace en el momento de la transición a la democracia con lo que él, con la ley franquista, puede tirarla. Sin embargo, el mismo día o el día siguiente a mi toma de posesión, el 19 de abril de 1979, yo me voy con mi mujer a dar un paseo por el Barrio Antiguo? En aquella época, vosotras seríais muy pequeñas, el barrio antiguo estaba ocupado por el lumpen. El centro ya no era la Plaza Mayor sino la parte norte y la gente no quedaba en la Plaza Mayor como ahora, sino en el Toscano. Por eso una de las primeras cosas que hicimos nosotros fue preguntarnos cómo recuperar el Barrio Antiguo, una de las cosas fundamentales fue esta.

Carmen Borrego: Yo lo recuerdo muy bien, por allí vivía mi primo y nos dejaban salir a la calle muy vigiladitos?

J.M.: Claro, pues verás. Yo estoy paseando con María José por el barrio antiguo y veo que La Casa Lis está abierta? Yo la conocía de mi época de los Avelinos, por un catedrático de Psicología al que yo quería mucho y por el que hice yo después Psicología, pues este había vivido allí con ellos, que eran una congregación de vocaciones tardías y de gente muy dinámica. Y cuando llegamos allí entramos en la casa y vimos que estaban intentando tirar las columnas de mármol de Carrara? ¡Habían hecho fuego en la capilla, en ese lugar donde están ahora las muñecas! El cura, para que no le pusieran ningún tipo de impedimento, había propiciado el abandono para demolerla y hacer un edificio nuevo, una cosa horrenda. Y fue cuando yo le dije a María José, creyendo que podía yo algo de alcalde: "O poco puedo como alcalde o esta casa no se tira". Entonces comienzo un proceso para que no se tire. ¿Y qué es lo que ocurre? Que yo voy al secretario y le digo oye, esta casa tenemos que salvarla. Y como la única manera que tenemos de expropiar una cosa es decir que tenemos que destinarla a algo oficial, entonces dijimos que íbamos a ubicar ahí la Casa de Cultura.

Ch.A.: Y se hizo una Casa de Cultura?

J.M.: Él nos lleva a los tribunales con muchos visos de ganar porque en realidad, la legalidad de la democracia aún no estaba vigente. Con esa legalidad podía tirarla como pudieron tirar la Casa de la Concordia, eso no pude evitarlo, tiraron hasta la muralla romana y dejamos después ahí el boquete para vergüenza de los salmantinos. Pero quedamos en que logramos recuperarla y funcionó como Casa de Cultura ¿Cuál era la idea del primer Ayuntamiento democrático? Nosotros, para salvar el Barrio Antiguo, tenemos que llevar allí a la gente de la calle, porque aquello a partir de las ocho de la noche cuando oscurecía, era terrible. Y entonces, a la Casa de Cultura la llenamos de actividades. Fue muy criticado por la derecha porque decían que nos gastábamos el dinero y que allí no iría nadie.

Ch.A.: Como dice Pedro Pérez Castro, una Casa de Cultura a la italiana, con espacio, cine, danza, teatro?

J.M.: La Casa Lis se recupera aunque el cura intentó enchironarme, claro, estuvo a puntito, a puntito. Y entonces Ramos Andrade conoce la Casa Lis. El primer acercamiento al Ayuntamiento fue con Trocóniz, quien estaba a favor de hacer ahí el Museo, lo que pasa es que llegaron las elecciones de 1991 y volví yo a ser alcalde. Entonces me lo comenta Pedro Pérez Castro, que conocía la colección y yo, inmediatamente, me cojo a tres personas y me voy a Barcelona. Veo sus colecciones en su casa, una casa maravillosa y entonces me dice que de acuerdo con traer la colección a Salamanca, pero me pone tres condiciones: que deben estar en la Casa Lis (y eso nos creaba un problema, porque tenemos que buscar un sitio para la Casa de Cultura); la segunda condición es que no se puede fraccionar la colección, y la tercera, que una parte del dinero iría directamente para los niños y ancianos de su pueblo. Yo le dije, sí, sí, sí a todo. Los que le acompañaron, Pedro, Julio Fermoso, Pedro Miguélez y el médico salmantino Francisco Rubio Borrego, profesor de Neurología en Barcelona, coincidieron en la importancia de la decisión.

Ch.A.: ¿Cómo era Manuel Ramos Andrade?

J.M.: Era un hombre afable conmigo, tuve una sensación rara porque, verás, él me decía cosas que a mí me sobrecogían y yo llegaba en algún momento a decir, madre mía, qué descaro ¿no? Me decía: "Jesús, este museo llegará a competir con la Universidad y con las catedrales, vendrá tanta gente como con ellas". Y yo le respondía: "Hombre, Manolo, no seas exagerao, cómo va a competir?" Claro, yo en aquellos tiempos, no lo veía. Y tenía razón, en estosmomentos compite, compiteperfectamente.

Carmen Borrego: Compite y comparte.

J.M.: Sí, mejor comparte. Y bueno, a partir de ahí, ya sabéis que monta el Museo, además, con mucho detalle. Por ejemplo: Tenía una especie de enfermería, unos baulitos como de la Señorita Pepis en los que tenía ojitos, piezas que le faltaban a una muñeca?

Ch.A.: ¿No se les hacía rara la escena?

J.M.: No. No porque, verás, enseguida nos dimos cuenta ?y eso que en aquellos tiempos no había internet como ahora? de que él manejaba el mundo de las antigüedades como nadie. Tenía en Barcelona tiendas de antigüedades y era miembro del gremio de anticuarios. Os cuento todo un poco a salto de mata pero, veréis: el día que inauguramos el Museo, el 6 de abril de 1995, delante de las muñecas había una persona medio llorando. Era uno de los directores de uno de los grandes museos de Japón o algo así y lloraba porque en su museo tenía ocho o diez muñecas de esas que en este se contaban desde cincuenta a cien.

Ch.A.: Fuisteis muy conscientes del valor de las colecciones.

J.M.: Ya sabéis que un coleccionista es una persona que lo da todo por una pieza. Y él contaba cómo como hacía los trueques: tenía una pieza buena, la guardaba y cuando veía una pieza de mayor valor vendía y así se fue quedando con la crème de la crème.

Ch.A.: Quizás la Salamanca de entonces no estaba tan contenta? ¡Se había quedado sin Casa de Cultura!

J.M.: El cura creo que decía en los mentideros suyos: "¡Ese Málaga, que me robó la Casa Lis para meter ahí cuatro muñecas!" Hubo gente que no lo entendió y gente que sí. Cuando peatonalizamos todo el Barrio Antiguo me montaron un escándalo horroroso porque decían que iba a arruinar a todos los comerciantes. Los hice ricos, pero aún no han sido capaces de disculparse.

Ch.A.: Ramos Andrade vivía en Barcelona. ¿Qué hacía cuando venía aquí?

J.M.: Él viene a montar el Museo, se pasaba prácticamente mañana, tarde y noche allí, porque lo bueno que tiene el Museo ?al menos la primera montada? es que es originario del autor. Tened en cuenta que la Casa de Cultura tenía el patio abierto, él diseña las vidrieras, ubica... Nosotros, la casa la habíamos mandado restaurar a Fernando Pulín, que era un arquitecto bueno, eso sí, con menos dinero que el Museo. La Casa Lis tenía un problema de desplome, se desplomaba hacia el río, entonces hubo que cincharla.

Ch.A.: Esta Casa está empeñada en sobrevivir?

J.M.: La Casa Lis, desde el punto de vista histórico, es muy importante. Ten en cuenta que el señor Lis se va a ver la Exposición Universal, conecta con Vargas y le dice: "Yo quiero que me hagas una Casa aquí y así". Y según se dice y se ha transmitido, el único que protesta porque se haga ahí La Casa Lis es Unamuno, porque Unamuno dice que es una barbaridad que se haga una casa modernista, por muy bonita que sea, y tirar la muralla romana, que eso es un pecado mortal. Pero yo nohe encontrado ese dato, aunque se ha transmitido. Tenéis que decir esto porque hay que ser muy serio, una cosa es lo que se dice y otra son los datos.

Ch.A.: Manuel Ramos Andrade debía ser un hombre muy perfeccionista.

J.M.: A mí siempre me pareció una persona muy seria. Yo considero que era un hombre listo y, cuando digo listo, lo digo intencionadamente porque era un hombre inteligente, con una inteligencia práctica que supo vencer las dificultades, que logró ponerse en la cúspide de su profesión. No olvidemos que era un hombre, prácticamente iletrado, que después hablaría idiomas y sería, además, una persona cultísima.

Ch.A.: El niño pobre de Navasfrías que emigra al País Vasco, a Francia y a Australia.

J.M. Creo que fue en Melbourne donde se introdujo en el mundo de las antigüedades? En arte era un experto, y un anticuario curtido en las subastas y en los tratos por todo el mundo. Era un lince, eso sí, lo curioso es que era un lince pero generoso, porque hay mucha gente que colecciona para él, para atesorar, y él donó hasta el último momento.

Ch.A.: ¿Qué sintió cuando le comunicaron su muerte en 1998?

J.M.: Yo creo que hay gente que pasa por esta vida dejando poso, entonces yo pienso que este es un hombre que vive en sus cosas. Vive en el Museo, en La Casa Lis, en la historia de la Casa.

Ch.A.: Un legado que mantiene su director, Pedro Pérez Castro, pero que es un ejemplo también de política cultural desde el municipio.

J.M.: Es que el que se formó alrededor de Pérez Millán fue un grupo irrepetible en toda la cultura española, fueron gente completamente entregada a una forma de hacer cultura que era absolutamente novedosa. Tened en cuenta que Pedro, Hilario y Millán cogían en autobuses a cientos de niños para darles cine en el edificio de La Salle, de manera que teníamos revolucionada a toda la ciudad. Lo que fue el Ayuntamiento democrático en la cultura se ha estudiado porque realmente fue una forma de hacer ayuntamiento única.

Ch.A.: Vivieron una etapa dura, privilegiada? ¿Qué se siente recordándolo?

J.M.: Fue una época viva. Yo tenía 33 años, pero ya estaba casado, tenía hijos? Era otra época. Y ahora estoy contento porque la gente se acuerda, me reconoce, hay gente admiradora de la gestión nuestra. Mirad, una de las cosas importantes de la política es que a la política van dos tipos de personas: las que van para solucionar su vida y las que vamos a solucionar la vida de los demás. A la política hay que ir ya duchado. ¿Me entiendes lo que significa eso? Significa que, por ejemplo, cuando fui a la política ya era jefe de servicio, era profesor titular. Entonces yo renuncié a mi sueldo de alcalde porque no lo necesitaba, me gustaba la ciudad y quería aportar, y así hubo mucha gente en los primeros años de la política.

Ch.A.: Y ahora ¿Es más complicado o más feo?

J.M.: Yo diría, menos complicado pero? ten en cuenta por ejemplo que cuando yo llego a Salamanca, Salamanca no tenía agua, no tenía asfalto, no tenía escuelas, nada. Y no teníamos dinero. Ahora hay agua, hay asfalto y hay dinero y se puede dedicar a hacer cosas.

Ch.A.: Ese tiempo sin agua nos lo recordó Mercedes Iglesias, activista del Barrio de Pizarrales?

J.M.: En Pizarrales estuve de universitario, montamos un grupo de alfabetización por las tardes. Pizarrales fue un logro. ¡Y los fines de semana yo, como médico, iba a las Hurdes! También lo cuento en este libro, no sé si has leído ese capítulo, íbamos un grupo de médicos desinteresadamente.

Ch.A.: Me gusta que reconoce el pasado sin lamentarse y va hacia adelante, escribiendo, trabajando en el Centro de Estudios Salmantinos? Este libro extensísimo, ¿lo escribió solo?

J.M.: He sido el Director del Centro de Estudios Salmantinos, escribo y colaboro en un medio escrito, siempre sobre Salamanca. Y sí, estás son mis memorias y las he escrito solo. ¡Yo todos los que escribo los escribo solo! Me corrige mi mujer los textos? Porque ella es de letras y yo soy de ciencias pero, bueno, tengo una literatura ?si te fijas? muy de andar por casa. Este libro se lo escribí para mis nietos, yo tengo seis nietos y quería que mis nietos recordasen que habían tenido un abuelo alcalde del cual no tenían por qué arrepentirse, y eso es muy bonito. En el último libro sobre la vida cotidiana de Salamanca, la portada la diseña un nieto mío, la contraportada una nieta y este segundo que va a salir, también.

Ch.A.: Hemos hablado de La Casa Lis pero podíamos haber citado muchos otros logros suyos y de su equipo en el mundo de la cultura.

J.M.: Tengo la suerte de ser un alcalde vivo que ve en los folletos que anuncian la ciudad de Salamanca siete u ocho proyectos que he hecho yo, ¡Y los parques! Parques como el de Los Jesuitas, por eso tengo motivos para estar satisfecho. Oye, ¿me quito las gafas para las fotos?

Jesús Málaga ríe sobre el eco de los niños, las fuentes, el rumor de los parques, ciudad remansada en La Alamedilla junto a la que ha vivido siempre, hombre de calle, hombre de palabra. Bastón y pluma para trazar una Salamanca que fue Casa Grande y se llenó de libélulas y de hojas, tiempos nuevos vividos con la alegría de una democracia estrenada. Historia de todos en las memorias de un balcón desde el que asomarse; los pies, qué enraizados en la historia; las alas, qué valientes en su vuelo, Jesús Málaga.

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