"Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar?.", ¿recuerdan los versos de Machado?. Un poco así fue ayer en el Casino, en resumidas cuentas, digo. Pasaron los 80, los 90, pasamos nosotros. El Sr. Paco Prado, su febril actividad y su temperamento, su genio, su lucha taurina, sus jóvenes toreros y la vida de entonces, de una época encuadrada en eso: en esa época. Que es distinto a hoy porque (y vuelvo a los versos machadianos) lo nuestro es pasar.
Pero el Sr. Paco, con todos sus defectos y todas sus virtudes, hizo andar el camino a un ramillete de jóvenes, les dio una oportunidad de definirse en una profesión llena de contradicciones, delirios, sangre, sudor y lágrimas junto a emociones únicas, irrepetibles, mágicas. Les puso en la mano la opción de elegir?y les cedió los trastos, los elementos para empezar a andar el camino.
Y ellos cogieron ese testigo e hicieron de su capa un sayo, una colcha o un posavasos, depende del talento de cada cual. Y algunos de ellos echaron una buena mano en la labor diaria de los oficios en los que trajinaba el jefe.
Tomás Pallín (camarero del Casino varios años: "yo toreaba con la bandeja y se corrió la voz") y Cándido Santos El Miura ("toreé muchísimo pero no gané dinero") ya jubilados como banderilleros, estuvieron en el Casino, junto a Jesús Benito ( "Toreri me dijo al entrar, ¿tú quieres ser torero?, sí, dije, pues empieza por coser este capote".) Carmen Prado y su sobrino Alberto enhebrando recuerdos del abuelo, padre y mentor, el S. Paco, el creador de la Capea y el que puso apellido a uno de los toreros más importantes del siglo XX: Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea, cuya biografía en la Historia del Toreo, de Carlos Abella, termina con esta frase: Pedro Moya El Niño de la Capea es, muy probablemente, el matador de toros que más corridas de toros ha toreado en la historia.
En una hora poco se puede hacer. La Federación de Peñas intentó enmarcar la vida y aventuras de este hombre que tan mal llevó la vejez, dice su hija Carmen, porque no podía bajar al Plus y seguir con su tarea, cuya mayor ilusión fue crear una placita de toros en Chamberí y cuya mayor pena fue perder a un torero que llegó a gran figura.
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