No solo inversores inmobiliarios se interesan por los pueblos abandonados, también particulares que quieren poner en marcha su proyecto de negocio
Hay tantos motivos como compradores, pero ¿cuándo se trata de un pueblo abandonado? Las aldeas y pueblos abandonados, en algunos casos en ruinas, se han convertido en una nueva alternativa para los que buscan invertir o impulsar un proyecto turístico o medioambiental. No solo inversores inmobiliarios se interesan por los pueblos abandonados, también particulares que quieren poner en marcha su proyecto de negocio (turismo rural, turismo de aventura, rehabilitación, granjas ecológicas?) o directamente los vecinos o descendientes de antiguos pobladores que quieren recuperar o mantener el municipio.
Aunque la idea de irse a vivir al medio rural pueda resultar tentadora, sobre todo desde el punto de vista de mejorar la calidad de vida, antes de comprar un pueblo abandonado hay que tener en cuenta una serie de cuestiones. Lo primero, obtener el máximo de información sobre los pueblos que actualmente están abandonados y en venta en España. De igual manera, hay que solicitar en la Dirección General del Catastro la relación de los bienes privados que forman el pueblo o aldea y que están puestos en venta. Cualquier elemento de patrimonio artístico o cultural puede aumentar el valor de la propiedad, por lo que en algunos casos conviene valorar su restauración o mantenimiento.
También es fundamental confirmar si el pueblo cuenta con abastecimiento de servicios básicos (agua, luz?) y, en caso contrario, conocer los trámites y costes, así como la cercanía con otros municipios.
Antes de tomar la decisión final, conviene valorar las ventajas e inconvenientes de comprar un pueblo. Para ello, hay que tener en cuenta si la inversión a realizar podrá ser recuperada (por ejemplo, con la puesta en marcha de un proyecto o negocio o en el caso de poner a la venta la propiedad en cuestión).