El toro, es el único que puede convertir un hecho banal en dramático: la iniciativa del hombre tiende a incrementar su intensidad, lo cual tiene su explicación...
El toro, es el único que puede convertir un hecho banal en dramático: la iniciativa del hombre tiende a incrementar su intensidad, lo cual tiene su explicación. Se expone cuando se torea, y aún más en momentos cruciales; tal y como ocurrió con Paco Ureña en Madrid, en este recién terminado San Isidro.
El torero tenia razones sobradas en dicha feria, para no suplantar con temeridad, el valor consciente y el saber. Más todavía; el torero tenía que decirle a Madrid y a su afición Venteña que, es "alguien" en esto, que quería su confianza y su reconocimiento. Y esto fueron argumentos sobrados, para que, ese riesgo tantas veces calculado en muchas otras plazas, en ese momento puntual, el cálculo quedara al margen, para adentrarse en el gesto, el rigor del combate, en la tensión, en regular a voluntad el paso del tiempo y en definitiva emocionar. Paco Ureña, también Roca Rey, Perera, Urdiales, Miranda, Ferrera Y algunos más lo sabían, y sabían también, que, con tal disposición no se les iba a escapar el triunfo, como tampoco se le escapa al buen aficionado que se encuentra entre el público, aquel que no se deja burlar por otras demostraciones que, no fueran expresar el arte, la gallardía y el dominio de sí mismo. Los toreros, aunque para muchos pueda parecer lo contrario son listos, saben que Madrid "duele", es difícil, caprichoso, variable, exigente e intransigente y distinto muchas tardes. Por eso el triunfo, que todos quieren ? para unas u otras razones ? está allí -. Y es en esa entrega y disposición donde puede aparecer la cornada imprevisible; es el tributo, el pago al contado con sangre propia. La cornada más o menos grave, es de nuevo el punto de partida de la verdadera carrera. Y cuando se van recobrando las fuerzas y cicatrizan las carnes desgajadas, el torero medita sobre las causas de la cornada. Y de nuevo en la plaza, él publico comprobara cuanto le ha dolido anímicamente y, si el valor no se le fue por el agujero de la herida. Román, G. Caballero, Adame, Ritter, Leal, Escribano, Aguado y el buen subalterno "Pirri" han podido comprobar este sentimiento.
Servidor, que ya está curtido, y por ende ha visto sin fin de "Isidradas" ha podido comprobar en la que recién ha terminado, que ha sido una feria, con mucha entrega, donde en cada cartel se jugaba una base importante de la temporada, cuando no de la carrera, y en la que hemos descubierto cosas importantes, y comprobado también el estado de algunas ganaderías, en franca decadencia. Y si hacemos un breve balance hemos de decir que? Ha sido de "mucho hule"? Y mucho viento.
Si recapitulamos sobre la trilogía ? parar, templar y mandar -... Por el temple, se manda; por el mando, es posible no moverse. Si somos capaces de observar esto, veremos cómo surge sencilla y fluidamente el quehacer del torero, que realiza un toreo en perfecta concordancia, con la característica esencial de tener delante a un toro bravo ? claro esta -. Luego eso ? y nada más que eso, es lo único que se puede llamar toreo, que se nos revela desde aquella época de oro.
Hay unas normas toreras, que por el contrario ? no son planchas de grabar el mismo dibujo ? sino brújulas orientadoras de muchos caminos, de muchas líneas ? unidas en la variedad ? por donde el toreo debe discurrir. El toreo, es sencillamente toreo, a secas. Ante el toro en edad, trapío y los otros atributos del toro de lidia. Ellos los toros, son los que ponen y quitan etiquetas. Y, esta sin ir más lejos, es la lección que podemos extraer del gesto de esos toreros, que se han entregado, que ha primado la verdad del toreo, que han sabido asumir la responsabilidad, libremente contraída, y hasta en algunos pasajes, se ha visto entrar en competencia. El caso del torero de Lorca, ha sido un dechado de lo que otros tiempos se llamó vergüenza torera. Sí? aquella que no se vende en "ferretería". En la arena de la plaza de las Ventas en Madrid, donde el diestro dio todo un curso de bien torear, de entrega, de concentración, de verdad y donde muy pocos toreros, tan solo los elegidos tiene en la historia de la Fiesta su propia tauromaquia, aunque la elegida por él tenga sus limitaciones mínimas, como para pensar en acercarse a la utópica perfección. No obstante el torero saco su amor propio no exento de arte, valor, sabiduría, por ello no solo triunfo en el coso madrileño sino que, su toreo se desbordo, pese a que los tiempos, no parecían estar con él. Hubo en mi opinión otros toreros que no se rindieron nunca, Román, Aguado, Leal, Robleño, Simon y algunos más sin dolerse al desánimo, un ejemplo para todos aquellos que forman parte de los escalafones y, jóvenes aún por llegar, toreros que marcan el palpito de lo que siempre fue la vergüenza torera, asumiendo el gesto, porque el valor de su obra, era más profundo que el resultado. Termino una feria, donde los espadas demostraron una seguridad, una afición y una ambición desmedidos, y a estas cualidades ? recetas para cualquier torero -, se unió la humildad y el respeto. Fue por tanto toda una lección magistral de torería, el coso era un asombro, una vibración, una fiesta. Capote y muleta para los bravos y exigentes toros, hubo de todos, en los medios y desde la naturalidad, trayéndose al toro toreado, para cargarle la suerte y torear donde es debido, ligar? Y al verlo, la cátedra de Madrid se venía abajo. No era para menos? Esto sucede de cuando en cuando?