Cuando, aún de noche, sientas el cuerpo estremecer y te despiertes antes de tiempo, el rocío esté bañando el prado entero, y tu en la cama con la emoción pegada al tuétano, aprovecharás los últimos minutos de calidez tranquila. Oirás los primeros ruidos del pueblo que se despierta, te desperezarás como quien se quita de encima una telaraña de sueño y notarás la boca seca.
Irás al baño, te quitarás el pijama y dejarás cubrir tu desnudez con agua templada mientras tratas de aclararte las ideas. Poco a poco se esfumarán los retazos últimos de sopor y distenderás tus músculos como si pudieras quedarte allí durante horas. Los cinco minutos parecerán uno solo, aunque de intensidad eterna.
Al salir te asaltará el aroma del mejor café y el olor a pan tostado, que te envolverá como seda hacia la mesa del desayuno. Se estará haciendo tarde, pero beberás a sorbos como si cada uno fuera el último. Cada gota como si contuviera un mundo.
Sin ganas de hablar todavía, verás que los primeros rayos de sol empiezan ya a luchar contra las cortinas, en una suave batalla, de vencedor conocido. No notarás la brisa del amanecer hasta que bajes a la calle y te enfrentes tu mismo a la mañana. Sin coraza.
Podrás ir caminando entre la gente, entreviendo el cielo azul en medio de las cornisas, con algunos vencejos que cruzan, como corcheas en una partitura ajena. Seguirás hasta la plaza, donde te cruzarás con cien sonámbulos, cada uno con su ruta, algunos cabizbajos y mortecinos, otros ávidos de comerse el mundo. Tu colgando de una enorme duda.
Seguirás la ruta conocida, con pasos automáticos, aunque inseguros. Con destino fijo y cercano. Demasiado cercano. Querrás que dure toda la mañana este frescor de primavera avanzada y que el camino sea largo y sinuoso, pero estarás llegando. No querrás terminar de llegar y estarás ya enfrente.
Sabrás perfectamente por donde entrar, pero aún no vas a querer. Será como si pretendieras echar para atrás las manecillas del reloj para dar más tiempo, para no afrontar lo que venga. Será lo que Dios quiera, alea iacta est y todos los tópicos que querrás echarle, pero se te estará evaporando la valentía con la que saliste de casa para exponerte a lo que venga. Tratarás de mentalizarte ante lo que vaya a ser.
Y ¿qué será, en definitiva? Pues ese será el día, el gran día, aquél en que te habrás hecho mayor y afrontarás una nueva etapa. La que tu quieras. Porque desde pequeña te han dicho que podrás hacer lo que te propongas, y si en serio te lo crees, llegará ese día en que la duda se estará despejando y, aún con todos los temores del mundo, se abrirá ante ti el universo entero.
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