Los vientos que nos llevan, los vientos que nos traen. Estos días, ayer y hoy, nos traen fatiguitas para andar por la calle en los traslados, las compras y en, fin, el devenir diario. Hace un viento que llevan los demonios, tambalea sorprendentemente los normalmente estáticos semáforos, menea violentamente los contenedores en las calles y parecen tener vida propia o estar teledirigidos por algún fantasmagórico mando a distancia y descoyunta los árboles desde la misma raíz, llevándoles a torpedear coches inocentemente estacionados sin culpa ninguna del sunami eólico. En fin, casi todo parece desequilibrarse.
Menos las componendas políticas, eso sigue su ritmo que consiste, como ellos dicen, en "respetar los tiempos". Y en los cambios de cromos: tú me das, yo te doy.
Y digo yo, ¿qué clase de democracia es aquella que puede regatear la decisión del pueblo en las urnas, amparando un resultado contrario a su voluntad?
Los políticos en este país son magos controlando a su antojo los vientos que soplan. Ahí lo dejo.
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