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Archivo Diocesano, historia de Salamanca en pergamino y tinta
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CON SEDE EN EL PALACIO EPISCOPAL, EN LA PLAZA JUAN XXIII

Archivo Diocesano, historia de Salamanca en pergamino y tinta

Actualizado 07/06/2019
Isabel Rodríguez

De los pergaminos del siglo XII, los fondos más antiguos, a los libros parroquiales o los archivos incorporados, como el de la Marquesa de Almarza o los Condes de Ardales, y que a través de la historia de la Diócesis relatan el devenir y las costumbres de

Los pergaminos de los siglos XII al XV, decretos reales y bulas papales en su mayoría, son los fondos más antiguos que custodia el Archivo Histórico Diocesano de Salamanca, ubicado en la segunda planta del Palacio Episcopal, en la Plaza Juan XXIII. Un rico patrimonio documental que refleja la vida de la diócesis a través del tiempo y que, aunque desconocido en muchos casos, constituye una excelente fuente de información sobre la historia de la ciudad y sus costumbres. Archivo en el que nos adentramos para recorrer sus dependencias y descubrir los miles de documentos que atesora, entre los que también se incluyen los libros y la documentación de las parroquias rurales y de la ciudad, los documentos del Tribunal Metropolitano, Protocolos Notariales desde el siglo XV, fondos de seminarios, colegios y conventos, Secretaría de Cámara de los siglos XVII al XIX y los fondos de los valiosos archivos incorporados, como el Archivo de la Marquesa de Almarza, de los Condes de Ardales - familia que vivía en Crespo Rascón-, del Asilo de San Rafael, de la Real Clerecía de San Marcos, de la Cofradía de la Vera Cruz y de la Casa de la Caridad.

El Archivo, que en un primer momento estuvo en la Catedral ?posteriormente se separarían como Archivo Diocesano y Archivo Catedralicio-, guarda documentos únicos y que solo se conservan en papel, como los pergaminos escritos en latín y sus correspondientes sellos de cera, de bronce o metálicos, y que servían para autentificar su autoría. El pergamino es una piel sin curtir, y un tipo especial de pergamino era la vitela, que se utilizaba para las hojas y que solía ser de piel de terneros no natos. Los pergaminos requieren unas condiciones especiales para su conservación, ya que con la humedad se tensan y con los ambientes muy resecos se contraen.

Junto a los pergaminos, en la misma estancia, también se conservan los fondos donados por la Real Capilla de San Marcos. Es uno de los archivos incorporados y pendiente de ser catalogado. Aquí también descubrimos algunos libros que constituyen una auténtica joya por su encuadernación, como la de piel que rodea el libro como si fuera una cartera. Una curiosidad son los papelones de las encuadernaciones, especie de cartón formado por varias hojas de papel pegadas y para los que se utilizaban documentos que ya no servían, entre los que siglos después se han descubierto cosas muy interesantes, como partituras de música. Cuando los libros tenían algún roto, se cosían directamente. El papel antiguo curiosamente, se conservaba mejor ya que estaba elaborado con fibras naturales, pero desde la aparición de la máquina de papel continuo, a finales del XVII (1799), se empezó a usar la madera de los árboles, sobre todo por la mayor demanda de papel ya que las universidades empezaban a tener muchos alumnos.

¿Y qué eran los libros de raciones? El libro en el que se anotaban los sueldos que cobraba cada canónigo.

Fondos de parroquias

Seguimos recorriendo estancias del Archivo Diocesano, y nos detenemos en la sección de las parroquias. A partir del año 1960 los obispos de toda España determinaron que las parroquias depositaran sus libros en un mismo lugar, sobre todo para garantizar su conservación ya que no todas, y especialmente las rurales, disponían de suficiente espacio. Desde el Concilio de Trento se dio la orden de que la Iglesia dejara constancia de todas las personas que tomaban los sacramentos (bautismo, confirmación, matrimonio?), lo cual hoy en día constituye una fidedigna fuente para la investigación de la genealogía, ya que hay que recordar que el Registro Civil no empezó a funcionar hasta finales de 1800. Toda aquella persona que quiera hacer su árbol genealógico tiene que ir al Archivo Diocesano, siendo además una de las consultas más frecuentes.

Entre los cientos de cajas ordenadas alfabéticamente en las estanterías, cientos de historias de cada uno de los pueblos y parroquias de la provincia, como los libros becerros ?uno de los más antiguos, del año 1554, de la iglesia de Santiago de Alba de Tormes-, donde se apuntaba todo lo relativo a la administración de la diócesis (gastos, ingresos?), y que recibían este nombre porque estaban encuadernados en piel de becerro. Los libros de bautismo de las parroquias, por ejemplo, registraban los nombres de los padres y naturaleza y de los abuelos, y si el párroco era perfeccionista incluso incluía un índice con el año de nacimiento y el folio donde se encuentra registrado.

La actual ubicación del Archivo Diocesano no ha sido la primera, y de hecho en su periplo se perdieron fondos, como sucedió tras el incendio que se produjo en el Colegio Calatrava, donde se encontraba en los años 60. De allí se trasladaron a los sótanos de la Universidad Pontificia y, luego, a la Catedral.

Las parroquias de Salamanca ciudad también tienen su espacio, incluyendo los fondos de aquellas que se extinguieron. Además, la Diócesis de Salamanca tenía sus notarios eclesiásticos, conservándose documentación catalogada desde 1508 a 1810.

Aquí también se guarda la documentación del proceso del Metropolitano ?Salamanca dependía del Metropolitano de Santiago, y durante un tiempo tuvo un anejo-, desde el siglo XVII (año 1609). Otro de los sacramentos que otorga la iglesia es la ordenación, por lo que en el Archivo también se conservan documentos de las órdenes, el primero que está catalogado es de 1670.

Aunque el hospicio dependía de la Diputación Provincial, en el Archivo Diocesano hay documentación sobre los niños expósitos, en concreto, todo lo relativo a los bautizos ?sacramento que recibían todos los niños que eran dejados en el torno-, cuando los prohijaban y también cuando se casaban de mayores.

Otros documentos no menos curiosos son las dispensas ?fondos a partir del siglo XVII-, y se solicitaban, por ejemplo, en caso de matrimonios entre primos o cuando las familias eran de distintas diócesis.

El Archivo Diocesano abre sus puertas a investigadores, universitarios, estudiantes y particulares en general, tanto para el estudio de la historia de la ciudad como para realizar investigaciones genealógicas, indagar en las historias locales y, en definitiva, en la vida diaria de Salamanca y sus pueblos. Un archivo que atesora, en pergamino, papel y tinta la historia de una ciudad, y que tiene como protagonistas a sus vecinos, ilustres y anónimos.

Archivos incorporados

Hay personajes vinculados a la historia de la ciudad a lo largo de los últimos siglos, y cuyos nombres permanecen en el actual callejero de Salamanca. Ese pequeño homenaje de dar nombre a una calle o plaza es el punto de partida para en ocasiones despertar la curiosidad de saber quiénes fueron. Es el caso de la Marquesa de Almarza (María Manuela de Moctezuma, conocida en la ciudad por su generosidad con los pobres y cuyo palacio es hoy la sede de la Escuela de San Eloy, en la Plaza de San Boal). Su archivo es uno de los incorporados al Archivo Diocesano de Salamanca, al igual que el de los Condes de Ardales.

Documentación de las relaciones de la diócesis con la Santa Sede, con el Rey, con los jefes de Estado, y papeles de Secretaría de Cámara, que también están en proceso de catalogación, así como el boletín oficial que desde 1854 edita la Diócesis de Salamanca. Un boletín eclesiástico mensual y que recoge todo lo que atañe a la Diócesis, desde las encíclicas, cartas del Papa o circulares del obispo, a las limosnas, lista de los pobres agraciados con ropón o lista de vacantes en la universidades, entre otras.

Sección obispos

Y en este interesante recorrido hay otros nombres de personajes estrechamente vinculados con la ciudad y su historia, como es la sección en la que se conserva toda la documentación que dependía de los obispos, desde Jerónimo de Perigord, el primer obispo después de la repoblación, al Obispo Tavira, considerado un obispo ilustrado, del que se han publicado varios libros y que da nombre a una calle, la aledaña al Archivo Diocesano. También hay fondos del obispo Barbado Viejo o del Padre Cámara, quien además de senador del reino fue fundador de varios periódicos de Salamanca. El Padre Cámara se encargó de mandar construir el Palacio del Obispo, en la actual ubicación del Archivo Diocesano, así como la basílica de Alba o la iglesia de San Juan de Sahagún.

Otros muchos documentos dejan constancia de la intensa y fluida relación que ha mantenido la Diócesis de Salamanca con seminarios, conventos de curas y monjas, colegio San Bartolomé o con otras órdenes religiosas.

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