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Ángeles Pérez López en la Feria del Libro, la breve densidad del haikú
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Feria Municipal del Libro de Salamanca

Ángeles Pérez López en la Feria del Libro, la breve densidad del haikú

Actualizado 18/05/2019
Charo Alonso

La profesora y poeta ha presentado su libro de haikús en la Feria del Libro de Salamanca

En la Feria del Libro de Salamanca se suceden el sol, el viento, los títeres, la música, los autores, los libros, las revistas literarias? y ni los imprevistos siempre ajenos a la organización impecable ni la bajada de temperaturas, puede empañar la alegría luminosa de la fiesta de los libros. Literatura a pie de calle, biblioteca que se traslada para que vengan los niños, los lectores oyentes, los que miran, los que compran, los que hacen de esta vuelta alrededor del libro una celebración de la palabra.

Y la palabra, para María Ángeles Pérez López tiene entidad, no es abstracción, por eso hacer poesía para ella es un cuerpo a cuerpo con las palabras. Esas palabras que conforman los versos con los que ha publicado ya seis libros de poemas, incontables plaquettesy participaciones en antologías y libros colectivos. Versos traducidos, versos siempre entregados. Versos que, en el volumen que nos ocupa en esta tarde de viento, se condensan y cristalizan en la forma canónica de la poesía japonesa: el haikú. Presenta la autora un libro de haikús publicado por una editorial exquisita, Abada, que le presta el negro y el blanco a la partida de ajedrez que juega con la forma japonesa: cinco sílabas, siete y cinco. Una forma breve y densa donde cabe la emoción que el lector tiene que sentir para después, descifrar. Una forma que contrasta con los largos versos de la escritora salmantina nacida en Valladolid en 1967.

Porque las fechas tienen su importancia, cábala que rima. Ángeles y yo nacimos en el 67 y ella publicó su primer libro de poemas en 1997, de la mano de una editorial mexicana a la que yo recibí, porque ella tuvo un el deber familiar de despedir a su abuela. Una amistad de versos, renglones de la vida a ratos torcidos pero siempre jubilosos. Verla es una fiesta y más ahora que sus ocupaciones hacen que sus mapas se enreden entre las fechas. Verla siempre fue una fiesta luminosa. Porque nos unió la voz en la persona del fotógrafo y poetaAmador Martín, quien nos presentó cuando ambas estudiábamos en el instituto y escribíamos nuestros primeros intentos. El mismo poeta de la luz, Amador Martín,quien le pidiera un texto muy breve para ilustrar una fotografía, encargo que despertó en Ángeles la curiosidad por una forma métrica tan sugerente como despiadada: cinco, siete, cinco. Movimiento medido de un alfil, que como la autora, avanza por el tablero de la vida, recto, seguro, consciente.

El exquisito haikújaponés llegó al castellano de la mano de los poetas mexicanos. Pérez López es una inmensa profesora de literatura hispanoamericana, una fantástica investigadora que bien conocía los intentos de Tabladay deOctavio Paz por escribir haikús y dar a conocer la filosofía japonesa. Si Paz traduce el libro de BashoSendas de Oku, el profesor de japonés y experto en islamología, Vicente Haya, escribe en el 2002 El corazón del haikú: la expresión de lo sagrado. Luis Alberto de Cuenca, entro otros muchos autores, practica este juego métrico relacionado con los aforismos machadianos y hasta la soleá. Pero ¿Cómo trasladar el exquisito cuidado en el tratamiento de la mínima anécdota que se hace infinita, el paisaje natural y el sosiego que precisa un haikú a otro espacio que no fuera el japonés?

El asombro hacia la vida, la contemplación sabia del transcurso de los trabajos y los días, la voluntad de denunciar la desolación? los temas de su tarea poética pudieron, con su empeño, en convertirse en haikú. Porque ella comparte la afirmación de poeta Ullánde que la poesía es la ausencia de la que dan cuenta las palabras. Porque esa lucha cuerpo a cuerpo con ellas es, en suma, el empeño de una poeta que, lejos que quedarse en la cómoda zona de su ya reconocido talento, quiere explorar nuevas formas: tenía la voluntad de recorrer caminos que no conocía. Una poesía concebida también como desorden, en ese empeño de no ceñirse a los principios canónicos del arte japonés, ese que tan bien conocemos en Salamanca gracias al pintor Miguel Elías.

Tiene mi amiga la poeta una seguridad probada y sabida a la hora de hablar de su trabajo. A la hora de entregar la soledad de la escritura al auditorio de quienes la leemos y queremos. Paradoja del autor que precisa de la soledad para escribir una poesía que para ella es un modo de abrazar, de decir?y en ese abrazo nos incluye a todos. Porque se ha hecho una familia de poetas, de lectores, de amigos, de aquellos que la llamamos para todo, ella que a todo se presta, y a esa familia entrega la poesía engendrada en soledad, cuerpo y voz en el encuentro. Un encuentro que también es vínculo poderoso con aquellos que le sugieren la idea, el fogonazo de lucidez del que surge la hendidura del haikú. Por eso cada pieza convertida en serie está dedicada a sus amigos, a sus compañeros, a sus poetas admirados.

Poesía donde menos es más, es todo. Poesía de respiraciones sincronizadas, armonías del idioma y de la charla profunda y sosegada. 5-7-5. Una tradición que ha vivido María Ángeles López de una forma muy fuerte, casi obsesiva, pero no de una forma constreñida. Todo a su alrededor se volvió haikú, sí, pero también con voluntad de juego, de descubrimiento, de ensayo y error, de deslumbramiento. El oído se afina, la sensibilidad se acentúa, la rana de Basho salta sobre el nenúfar. Nace el haikú que lee, con las pausas perfectas, la poeta que recuerda al poeta de la luz, aquel que con su petición encendió la vela de la llama, del incendio que todo lo convierte en una respiración sincopada: 5-7-5. ¿No aspiramos todos a la luz, a despertar, a renacer todos los días? Se pregunta una autora que no por sentir el compromiso con el dolor del otro ?desgarradores los poemas sobre los refugiados- vive su vida con amargura. El humor, el gusto epicúreo por la vida, la gracia de su talento, la armonía y dulzura de su gesto? captura del milagro de la palabra que queda vibrando en el aire? mientras afuera la música del escenario se cuela en el silencio de la carpa donde han hablado tantos escritores. Ecos que resuenan en el breve ondular de una charca.

El público calla y asiente conmovido. 5-7-5. La Feria, esfuerzo titánico, tiene estos regalos de la luz. Y estos descubrimientos. Porque al final del acto, entre las firmas, las felicitaciones, los nervios que no lo son, Fernando se acerca a la autora, a la amiga y le descubre otro secreto para el que probablemente sea el último de los haikús: 5 notas negras, siete blancas? el tablero de ajedrez se vuelve el teclado de un piano. Blancos y negros sobre los que camina, rodeada de sílabas, mi amiga la poeta. Brevedad que todo lo contiene en su densa cadencia.

Fotos: Carmen Borrego

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