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¿Arden las catedrales?
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¿Arden las catedrales?

Actualizado 22/04/2019
Antonio Matilla

¿Arden las catedrales? | Imagen 1

Suena a alarmista, pero es mejor curarse en salud, que ya ardió la Pulchra Leonina en 1966, el tejado quedó destrozado, pero se logró salvar la estructura y seis días después se abrió al culto y cinco meses más tarde quedó completamente restaurada, sin madera bajo cubierta y con soluciones metálicas novedosas y rodantes, para absorber las dilataciones y contracciones del metal, que se comporta de diferente modo que la madera, con la ventaja de que no arde. No sé si aquellas barbas quemadas en León hicieron espabilar al Cabildo de la época en Salamanca, pero es lo cierto que, pocos años después, con ayuda del Estado, la madera que había bajo cubierta en la Catedral Nueva, un verdadero bosque de madera seca, similar al de Notre Dame, altamente combustible, desapareció totalmente para dejar paso al metal y el hormigón, que pueden ser más feos, pero no arden.

De todas formas, no hay que echar en saco roto los avisos que el incendio de la catedral parisina nos ha lanzado a todos los responsables de la gestión y el mantenimiento de nuestro riquísimo Patrimonio artístico y cultural:

- Ningún bien cultural está exento de riesgos, de modo que no sirve presumir de una buena gestión, sino apretarse los machos y hacer todo lo que esté en nuestra mano para repasar y mejorar los protocolos.

- Todos somos corresponsables: El Estado en todas sus dimensiones y ámbitos ?el Gobierno de la nación, las autoridades autonómicas y las municipales-, los titulares de la propiedad de los Bienes culturales, singularmente la Iglesia, pero también otros particulares y corporaciones, y también los diversos ámbitos del Estado.

- Las empresas también deben asumir su responsabilidad, pues el Patrimonio histórico, artístico y cultural genera un gran volumen de negocio, sobre todo en lo relacionado con el Turismo, como pudo comprobarse en nuestra ciudad hace ya más de veinticinco años, cuando la célebre Exposición "Contrapunto" de las Edades del Hombre. Los bienes culturales generan también puestos de trabajo directos e indirectos, pues son muchos los profesionales, de muy diversos ramos, que intervienen en la gestión y mantenimiento del Patrimonio. Por citar solo algunos: profesores universitarios, investigadores, archiveros, arquitectos, restauradores, electricistas, herreros, canteros, vidrieristas, carpinteros, empresas del ramo de la Seguridad, abogados, gestores. Caigo en la cuenta de que, al hacer este elenco ?incompleto- de profesiones, me estoy dejando atrás a las grandes empresas: proveedores de energía, finanzas, comunicaciones.

Es destacable cómo han respondido algunas grandes empresas al aviso lanzado por las llamas de Notre Dame, reuniéndose en horas la promesa de donación de mil millones de euros. Este camino del mecenazgo está en España todavía en mantillas, aunque hay honrosas excepciones, como Iberdrola, que ha financiado recientemente la iluminación artística de nuestra Catedral Nueva. Pero también es verdad que la reciente crisis económica ha lanzado a la cuneta a mecenas más locales, que ya no existen, o casi, como la Obra Social y Cultural de Caja Duero y Caja España. No se trata de que estos nuevos mecenas corporativos regalen dinero sin contraprestación, pero podría ocurrir que la ganancia en imagen, en marketing, o en exenciones fiscales, no fuese suficientemente valorada por la Sociedad o por las Haciendas gubernamentales, autonómicas o locales. Ciertamente, aunque en España el Estado no es el titular de muchos bienes culturales, por ejemplo los de la Iglesia o de otras corporaciones o particulares, el Estado está apoyando muy activamente el mantenimiento, la restauración y la revalorización social del Patrimonio.

Quiero valorar, reconocer y aplaudir el esfuerzo que ya vienen realizando unos mecenas pequeños, cada vez más numerosos, bien que anónimos, como anónimos eran aquellos trabajadores, artesanos y artistas que construyeron y embellecieron con su trabajo bien hecho en los pasados siglos catedrales, iglesias, palacios y obras públicas. Ahora se llaman turistas. Gracias a ellos y a su colaboración euro a euro, nuestro Cabildo de Salamanca ha podido abordar no pocas obras de mantenimiento y mejora de nuestro conjunto catedralicio.

El modelo español de gestión del Patrimonio es mejorable, como todo lo humano; en lo que a mí respecta, yo insistiría en la necesidad de que el Estado y los mecenas ?grandes, medianos y anónimos- reconozcan explícitamente que los bienes de la Iglesia tienen una finalidad religiosa y espiritual y eso es un valor que hay que defender entre todos. El modelo español tiene una cosa buena: la corresponsabilidad y la participación de todos: Estado, Sociedad Civil ?en la que se incluye la Iglesia-, grandes y medianos mecenas y mecenas populares anónimos (turistas).

(foto de la cubierta de la catedral de León, que se quemó en 1966).

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