Durante su recorrido, cantaban cada hora dando la vuelta al circuito que tenían y a cada uno le correspondía un número determinado de calles
El origen de los serenos venía de la necesidad de proteger a las personas de noche por las calles, al igual que sus casas y propiedades, asegurando así su tranquilidad, así como un abultado manojo de llaves de los portales de su zona de vigilancia.
Los ayuntamientos proveían a cada uno de capote, chuzo, farol, canana, gorra, un cinto con una porra, un silbato y una matraca para alertar en caso de incendio. Los reglamentos de la época eran muy precisos sobre lo que debían hacer cuando advirtiesen que se hallaba abierta alguna puerta de alguna casa o ventana de alguna tienda. Si se cometía algún robo o detectaban algún incendio, también debían actuar.
Durante su recorrido, cantaban cada hora dando la vuelta al circuito que tenían. A cada uno le correspondía un número determinado de calles que tenían que pasar continuamente por la noche. Cuando una persona quería entrar en su edificio, tenían que llamar al sereno para que les abriera la puerta de la casa dando unas palmadas o gritando "¡sereno, sereno!"
La figura del sereno dependía de los ayuntamientos, exigiéndoles para su trabajo condiciones personales muy estrictas. No poseer ningún establecimiento, y dejar un depósito monetario cómo fianza por posibles faltas cometidas en el desempeño de su cargo.
Hoy quedan muy pocos serenos, aunque en algunos casos, como en Valencia, se ha recuperado esta función un tanto pintoresca y de añoranza, con la misión de atención a los noctámbulos.
Este oficio fue en su época, uno de los más populares, entrañables y reconocidos. Según las localidades había unas costumbres y responsabilidades.
Fotografías