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La guerra, Franco y Unamuno
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La guerra, Franco y Unamuno

Actualizado 02/04/2019
Fernando Robustillo

Por muchos "grandes hermanos", por muchos plásticos y por muchos contenedores de frivolidad que se hayan echado a lo largo del tiempo, no podemos ni debemos olvidar -para la convivencia- que hoy, 2 de abril de hace ochenta años, ya no hubo "parte" de guer

Aquel 1º de abril, simplificadamente, el parte decía: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado". Unas palabras que, durante cuarenta años, o sea la posguerra, tuvieron tanto eco y fueron tan conocidas como las del comienzo del Quijote.

Pero aquel principio duró muy poco y a continuación comenzaron los mensajes. Así, al día siguiente, 2 de abril de 1939, fue el día que "estalló la paz" -definición muy acertada por los forenses de la pluma- con el primer mensaje de los vencedores encerrando un indisimulable tufillo de escarmiento: "Españoles, alerta. La paz no es un reposo cómodo y cobarde frente a la Historia. La sangre de los que cayeron por la Patria no consiente el olvido, la esterilidad, ni la traición. Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior".

A los últimos vencidos, los madrileños, les tocaba asumir la supervivencia con su mayor capital: la dignidad. En su conciencia más de uno guardaría el heroísmo de haber encubierto a su vecino. La presión era brutal. Ante la algarabía de los vencedores no era posible el sentido de pensar. Las calles se llenaban con gritos de "¡Franco, Franco, Franco!". Era el día de la victoria y los matices eran muy puntuales y delatadores: Ya no se decía "¡Viva España!" sino "¡Arriba España!", aparte de enfrentarse a un curso intensivo para aprender el "Cara al sol", el "Oriamendi" o el "Himno de la Legión".

A partir de entonces: juicios sumarísimos, detenciones, ejecuciones, caminar a pie por las fronteras con la incertidumbre de la piedad -que después fue sin piedad para muchos, excepto para quienes lograron salvoconductos- y, mientras, seguía la juerga de los vencedores con las emisoras cantando "Ya hemos pasao", un chotis retorcido, y ni que decir tiene que las calles se encontraban plagadas de sotanas, mujeres rapadas y boinas rojas. Comenzaba así la posguerra y empezaba una dictadura personalísima. Un libro vivo que llegó a durar cuarenta años.

Y como se han escrito muchos libros abreviados, he preferido releer "Mis conversaciones privadas con Franco", del teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, primo del dictador y la persona que estuvo al frente de la Secretaría Militar del Caudillo desde el año 1956 hasta su muerte. Libro de adhesión, pero al mismo tiempo de gran parte de sinceridad ante lo que no se debía sustraer a la Historia, pues como él dice en la dedicatoria: "? le debe gratitud al Caudillo? pero sin olvidar que por encima de Franco está la Patria y la lealtad que a ella se debe".

Las confidencias entre ambos son muchas y es curioso los reproches que realiza el primo al dictador por sus aficiones a la caza y a la pesca en detrimento del ejercicio de sus funciones.

Hablando con Franco de los intelectuales, cuenta Salgado-Araujo que Franco le relató una curiosa conversación con Unamuno, de la que nos negamos a realizar un juicio en toda su extensión, pues bien era una opinión muy ácida -difícil creer en la inocencia de Franco- o estamos ante una ironía de don Miguel. Comienza Franco diciendo que "Unamuno era una persona correcta y de gran valía [?] Una vez me visitó a raíz del ataque a Bilbao y dijo que me iba a pedir un gran favor, que consistía en que no se bombardease dicha capital. Le contesté que procuraba siempre hacer el menor daño posible en las poblaciones; así que en este caso extremaría las instrucciones para que no se bombardeara nada más que los objetivos en que el enemigo se defiende. Se lo agradezco, me dijo Unamuno, pues tengo en Bilbao dos casas y no me gustaría que me las destrozasen. Otra vez me expresó su preocupación por no recordar el padrenuestro. Me extraña mucho, le dije, esa falta de memoria en usted".

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