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La España vaciada la tenemos aquí
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La España vaciada la tenemos aquí

Actualizado 01/04/2019
Antonio Matilla

La España vaciada la tenemos aquí | Imagen 1

Es la mía. Aunque no esté en el mapa "oficial" de la Laponia española, Laponia del Sur, Laponia mediterránea, Serranía celtibérica, esa amplísima zona desértica que abarca las provincias de Teruel, Soria, gran parte de Cuenca, Guadalajara, comarcas rurales de Zaragoza, Burgos, Segovia, Castellón, Valencia y La Rioja. Pero la España vaciada que conozco más de cerca está en Zamora, Salamanca, León, Ávila, Cáceres.

Me estrené de cura en cinco pueblos, formando fraternidad apostólica ?antes de que se reinventara este nombre-, con mi compañero y amigo José Manuel Romo García, q.e.p.d. Uno de los pueblos era la pedanía de Rebollosa, dependiente del municipio de Herguijuela de la Sierra, cuya intrahistoria podría explicar por sí sola esto de la "España vaciada". Durante los cinco años en que estuvimos allí no nació nadie, no falleció nadie, no se casó nadie, solo un niño celebró allí, en la escuelita que oficiaba de capilla, la Primera Comunión, de modo que parecía que el reloj se había detenido y el fragor del tiempo se había transformado en eternidad congelada.

Solo un detalle nos devolvía a la cruda realidad cada mes de junio: los alumnos de aquella Escuela Unitaria, regida primero por Toñi hasta su traslado a Sequeros y luego por Manuel Luís, estaban entre los mejores de la Sierra, con resultados a la altura de los mejores alumnos de los Colegios de la capital, tal vez porque la escuela era el único centro de dinamismo cultural, porque no había teléfono, ni llegaba bien la televisión (años 1975-1980), pero ambos maestros lo eran por entero, 24 horas al día, con una vocación y una entrega a prueba de desierto; para llegar a Rebollosa teníamos que fabricar el camino, así, literalmente: dejábamos el coche a la otra orilla del río y construíamos un puente provisional con tablones esparcidos en una y otra orilla, que debían ser contados cuidadosamente para no dejarlos todos en una orilla, impidiendo así cruzar el río desde la otra; cuando me fui de allí camino de otros destinos clericales, ya construyeron un magnífico puente y asfaltaron la pista forestal que llevaba a Herguijuela, hasta entonces solo apta para mi Citroën Dyane y para los todoterrenos de la Guardia Civil.

A lo que íbamos, que he acabado pensando en Las Batuecas, otro "desierto", por cierto, en este caso en sentido hondamente espiritual, carmelitano. Cada mes de junio unos cuantos alumnos iban terminando la EGB de modo que, en pocos años, la escuela se hizo insostenible, incluso para el Estado, y cerró sus puertas. Lo que es "salir en el telediario": la comarca vecina de Las Hurdes, que había salido en un documental cinematográfico que narraba la histórica visita del rey Alfonso XIII en el verano de 1922, "Tierra sin pan", de Luis Buñuel, precedida por el viaje de Miguel de Unamuno y Gregorio Marañón y otros médicos en 1913, la comarca de Las Hurdes, digo, estaba a la sazón, en 1975, mucho más adelantada que la mayoría de los pueblos de nuestra Sierra de Francia, mejor comunicada, mejor dotada de servicios públicos, con carreteras mucho mejores que las salmantinas (400 curvas había entre Sotoserrano y Salamanca, yendo por Linares de Riofrío, las conté muchas veces). Un detalle: cuando andábamos acompañando las protestas de los padres de alumnos (entonces no eran madres y padres, porque el plural abarcaba a ambos), si teníamos que hacer alguna llamada telefónica importante, al Ministerio, o a la Dirección Provincial de Educación, o a mi tío de Madrid, lo mejor que podíamos hacer era coger el coche y viajar 10 km hasta Riomalo de Abajo, el primer pueblo de Las Hurdes saliendo de la provincia de Salamanca, donde había una cabina con teléfono automático, mientras que en la Sierra aún los teníamos de manivela y centralita con operadora, como en las películas, y donde llamar por teléfono era un acto de fe en la sordera voluntaria de la operadora.

Hablamos mucho ahora de crisis de natalidad, pero yo no me atrevo a juzgar a los jóvenes matrimonios de entonces porque ¿qué futuro podían dejar a sus hijos con el panorama que había? Dando un salto triple mortal hacia adelante, a la actualidad, ¿cómo no entender a los jóvenes salmantinos que huyen fuera de la provincia buscando un porvenir que aquí no tienen? Y, por lo que a mí más me interesa ¿cómo no entender que el 50% de los jóvenes salmantinos se hayan apartado de la fe si casi nadie cree en ellos ni en su futuro? El sábado, la gran manifestación de la España Vaciada, en Madrid, se vio tachonada de estrellas políticas de casi todos los colores. Más les valdría ponerse el mono de trabajo legislativo, cuando las urnas se lo impongan, y abordar en profundidad las causas y los remedios. Escéptico soy, pues poco o apenas nada han hecho por mi pueblo, que ha pasado, en los últimos cien años, de más de mil habitantes a menos de cien?y descendiendo. Pero no está la pelota solo en el tejado de los políticos. Todos tenemos responsabilidad y debemos ejercerla.

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