En los últimos años he podido vivir de cerca la verdadera cara de la cultura musical de Europa. Y es que en cada país se valora de manera muy distinta la labor que los artistas revierten a la sociedad. De lo que apenas se habla es de la diferencia entre vivir para la música y vivir de la música.
Parece ser que la visión que se tiene del artista es la de aquel que tiene que pasarlo mal y sufrir mucho para lograr vivir o sobrevivir con su profesión, pero la realidad es que a nadie le preocupa de qué viven los músicos. La mayoría cree que de su música, de hacerla o interpretarla, pero la realidad es muy distinta convirtiéndose, esta cuestión, en algo bastante complejo.
Nos remontamos unos años hacia atrás para ver cómo, con la llegada de la Revolución Francesa, el músico se libera y puede empezar a vivir libremente de su arte. Esto fue lo que se llevó a Mozart por delante. Recordemos que empezó al servicio del arzobispo Colloredo, pero esa relación hizo que intentara vivir como compositor y pianista liberado en una Viena que lo maltrató como músico, aunque ahora lo alaben y lo utilicen como icono de su ciudad.
En el XIX Chopin no pudo vivir de sus recitales, tuvo que vivir como profesor de piano, gracias a que sus alumnos pagaban muy bien sus clases, pero, aun así, sus ingresos fueron siempre muy irregulares, y por lo tanto su vida un tanto inestable. Los compositores españoles de ese tiempo se refugiaron en la zarzuela, que era lo que les generaba ingresos. Y estamos hablando de los compositores consagrados, el resto, sabe Dios de qué vivían.
El siglo XX fue el momento en el que aparecen las leyes de propiedad intelectual, que ya, desde los inicios, trataron siempre mejor a las editoriales que a los artistas, a sabiendas que los artistas son los que generan una obra de la nada.
En la España de la postguerra los músicos de primera fila, como los de la Orquesta Nacional, vivían del pluriempleo, teniendo que buscar actuaciones en bodas u otros eventos para poder llevarse algo a la boca.
En estos últimos años es más complicado aún vivir de la música que en periodos anteriores, por la proliferación de profesionales gracias al creciente número de conservatorios y grados.
El número de conciertos ha decaído y los músicos tienen que trabajar el doble por la mitad y de aquella manera. Eso por no comentar que nadie quiere pagar apenas nada porque se tiende a pensar que como la música es un entretenimiento debería ser gratis. Además el tema de la enseñanza musical ya tampoco es un recurso para los músicos, escasea. Disminuyen las horas de música en la educación pública y privada y en las escuelas de música tienen otras prioridades que la subsistencia del personal.
Ahora, si conoces a algún músico, empieza a imaginártelo haciendo malabares para salir adelante con la profesión que en su día decidió tener. La música tiene muchas salidas, sí, pero para vivir el día a día hay que irse a alguna del resto de profesiones.
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