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El porvenir del mundo rural salmantino ¿Laponia del Sur?
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El porvenir del mundo rural salmantino ¿Laponia del Sur?

Actualizado 18/03/2019
Antonio Matilla

El porvenir del mundo rural salmantino ¿Laponia del Sur? | Imagen 1 He estado leyendo detenidamente estos días un documento interno del Colegio de Arciprestes para la reflexión, el diálogo y ?esa palabra tan de moda hoy en día en ambientes de Iglesia- el discernimiento sobre la Pastoral Rural en nuestra Diócesis: Desafíos y orientaciones pastorales. Tres o cuatro nubarrones -despoblación, envejecimiento, aldea global y secularización- no auguran nada bueno?o tal vez sí, con esa manía que tenemos los cristianos de ver la botella medio llena. Y si eso lo trufamos con la escasez y envejecimiento también de los curas, habremos de concluir, provisionalmente, que el futuro de la Iglesia en el mundo rural es más bien negro.

De mí sé decir que mis raíces son rurales y bien que presumo de zamoraneidad pueblerina cada vez que tengo ocasión, pero debo confesar que mi porvenir familiar y personal, al menos hasta ordenarme de cura, no estaba en el campo. No sirve dar coces contra el arado de hierro ni pretender enmendar la plana a la inercia de la historia. Y así, sucedió que uno de mis bisabuelos era el más rico del pueblo, pero tuvo siete hijos ? entre ellos mis abuelos- que, organizándose bien y con la austeridad proverbial zamorana en ristre, tuvieron un buen pasar; pero la generación de mis padres y mis tíos, exprimida entre la Guerra Incivil, la escasez subsiguiente, por no decir hambruna, y el desarrollismo que los tecnócratas del Régimen -¡De qué régimen va a ser, del de Franco!- empezaban ya a dibujar en lontananza, se vio obligada a buscarse la vida en el mundo urbano que empezaba a industrializarse: Madrid, País Vasco, Valladolid, o el pequeño funcionariado, o la milicia, de forma que, de la agricultura y ganadería solo la tercera parte de mis tíos pudieron vivir de ellas y malamente, a base de gran austeridad, sacrificio y espíritu ahorrativo. Con todo y con eso, mis raíces son rurales, pues no en vano, cuando fuimos niños pasamos todas las vacaciones escolares en el pueblo, que es lo mejor que le puede ocurrir a un niño y, ya de adolescentes, pudimos ir responsabilizándonos de pequeñas tareas como llevar a abrevar el ganado, ayudar en la trilla y en la limpia o, lo que a mí más me gustaba, encargarme totalmente de la huerta familiar: enganchar la burra a la noria, dejar que se llenase la buchina, después de darme un baño en ella regar lo que el abuelo o el tío hubiesen planificado, recoger las hortalizas ya maduras para el consumo y llenar dos cántaros de agua para traerlos a casa, en el pueblo, a dos kilómetros.

Ni que decir tiene que yo, a partir de los dieciséis años, ansioso de ver mundo y vivir experiencias, aproveché los veranos para ir a trabajar unos meses a la Costa Vasca francesa o a París, como otros iban a Alemania o Suiza y los más osados a Inglaterra e incluso Suecia. Estos viajes fueron importantes, pero no consiguieron cortar, gracias a Dios, mis raíces rurales. Pero claro, nueve meses al año los pasaba en el barrio del Rollo, en el Colegio Calasanz y, finalmente, antes de ser ordenado diácono y presbítero, en la Universidad (como alumno oficial en la Pontificia y como alumno libre en la Facultad de Filosofía y Letras de la USAL). De modo que al final resulté en un chico de barrio, un urbanita, muy viajado para la época y con raíces rurales cada vez más lejanas.

Las cosas podrían haber cambiado mucho si se hubiera cumplido una propuesta que D. Mauro Rubio me hizo en forma de pregunta un par de años o tres antes de ordenarme: "¿Tú estarías dispuesto a estudiar Ingeniero Agrónomo? Yo sí, le respondí inmediatamente, aunque las Matemáticas las tengo un poco oxidadas. Ignoro por qué me lo preguntó, tal vez estaba relacionado con los planes que el obispo y Marcelino Legido y otros tenían para el mundo rural salmantino, aunque no se ponían de acuerdo. En todo caso, nunca podremos saberlo, fallecidos como están los dos y que santa gloria hayan; lo que sí parece claro es que no estaban entonces los tiempos en la diócesis para atesorar un título universitario, fuera el que fuese, ni este ni ningún otro, ni civil, ni eclesiástico; hasta que muchos años después, los que habían rechazado títulos por opción, optaron por alcanzarlos y se abrió de nuevo, para algunos curas, la veda del estudio universitario.

Cura rural he sido y a mucha honra durante años, siete de los cuales por partida doble, pues además de párroco de pueblos era maestro de niños de esos o de otros pueblos, en la Sierra o en las Escuelas Hogar del Fabrés y de Santa Marta. También he estado 17 años como cura en el alfoz, donde es obvio que no estamos en el mundo rural pero también es evidente que las fuerzas vivas seguían con mentalidad rural, resistiéndose a caer en la cuenta de que estaban "en otro mundo", eminentemente urbano.

Un libro interesante ha caído en mis manos: "Los últimos. Voces desde la Laponia española", de Paco Cerdá, un periodista con vocación de literato. Son testimonios de los últimos ?pocos- pobladores de la Cordillera celtibérica, o algo así, una extensa zona que abarca varias provincias, entre las que no se encuentran ni Zamora ni Salamanca, donde hay menos población que en Laponia, considerada desierto demográfico.

Dicho lo cual, me pregunto: ¿tendremos que resignarnos a aceptar el destino que parece nos tiene preparado la Unión Europea, de ser un parque temático ecológico para avutardas, aves migratorias varias, lobos, jabalíes y buitres leonados? ¿Podremos reorientar la producción agraria y ganadera en un sentido ecológico o tendremos que seguir comprando sandías brasileñas en los supermercados? Mis sobrinos, en California, visitan a menudo granjas y fincas ecológicas, donde a los niños urbanitas les es posible tener un contacto directo, físico, olfativo, con la Naturaleza, suelos, aguas, animales y plantas. ¿Podríamos vender esas experiencias en Salamanca, potenciando una forma de turismo ecológico sostenible? ¿Será posible fijar población joven en los pueblos sin una cobertura de internet de alta velocidad y banda anchísima? ¿Habrá discriminación positiva para contratar médicos, personal sanitario y funcionarios del estado en general? Y, en cuanto a los curas, tendremos que devanarnos los sesos para compaginar un estilo nuevo de pastoral -trabajando en equipo cerrado con laicos, religiosos y religiosas-, con las necesidades humanas y espirituales de estos, esperemos que no, últimos pobladores de nuestro mundo rural.

El porvenir del mundo rural salmantino ¿Laponia del Sur? | Imagen 2

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