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Pablo de la Peña, Tiempo de tomillos en la Cafetería de El Casino
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Exposición fotográfica

Pablo de la Peña, Tiempo de tomillos en la Cafetería de El Casino

Actualizado 17/03/2019
Charo Alonso

Una nueva muestra fotográfica en las paredes de esta emblemática cafetería dedicada al artista salmantino Pablo de la Peña que se puede ver hasta el 21 de abril

Cuántos buenos fotógrafos hay en esta Salamanca nuestra de paredes de piedra por las que discurre la vida cotidiana. Vida detenida en la nave de madera anclada frente a la plaza más exquisita y recoleta de nuestra ciudad de fotógrafos, la Plaza de la Libertad. Paredes que son galería magistralmente coordinada por H.S. Tomé, artista de la cámara que nos ofrece esa panorámica de la fotografía salmantina que quizás no tenga espacios convenientes para ser mostrada. Qué fantásticos fotógrafos tenemos en Salamanca y qué pocas salas para que sus obras sean admiradas.

Obras que encuentran acomodo en esta hermosa pared de piedra donde rebotan, constantes y cotidianas, las charlas del encuentro, el chocar del vaso y de la taza de la más exigente hostelería salmantina. Cómo nos gusta la caña en la barra, el café detenido, el trato exquisito. Y en la pared, la hermosa pared de piedra del Palacio de Figueroa, la muestra fotográfica, esta vez, de la mano que es mirada de Pablo de la Peña.

Fotógrafo de prensa y artista de la luz, tiene esa capacidad reflexiva y sosegada de quien cuenta una historia con cada exposición. Pablo de la Peñaconcibe cada proyecto con cuidado y con tiempo y relata su pasión por la geometría urbana, por el abstraccionismo que convirtiera sus fotografías en cuadros o por el viaje a Lisboa desnudo de viajeros. Desde que conociera su obra en su primera muestra Corral de cuentos, la fotografía de Pablo de la Peñano ha dejado de relatarme historias y de emocionarme con su visión certera, su aura lírica, su infinita tristeza, su capacidad de fotografiar la soledad y la reflexión.

Por ello, cada propuesta del artista es un quiebro nuevo que esta vez oscila entre el campo y la ciudad y lleva un título de resonancias familiares y amorosas. La muestra se llama Tiempo de tomillosy es una alusión hermosa a quien lleva de la mano al fotógrafo a conocer ese campo donde se dice de buscar un espacio de soledad o reflexión "ir a tomillos", como es un homenaje al bisabuelo insigne del autor, Luis Maldonado, quien escribió unos cuentos "del campo a la ciudad" que recuerda Pablo de la Peñacon sus paisajes de horizontes bordados de encinas y con sus bodegones en blanco y negro, exquisitos de pura concreción, que enmarcan la mesa colorida, el bodegón de pueblo pleno de color y de luminosidad de membrillo. Como si se tratara de un cuadro de Antonio López.

Minucia de la colocación, geometría de unas imágenes que remiten al dominio de la textura que caracteriza a Pablo de la Peña. Soledad habitada de pocos elementos protagonistas, ajos y uvas que son una ofrenda sobre el lienzo blanco. Eucarística economía de medios en dos fotografías magistrales que abrazan la mesa campesina, útil, sencilla, eterna, cubierta de los frutos de la tierra. Espacio para la evocación de un tiempo pasado y ancestral que, sin embargo, se vuelve al otro lado de la muestra, la ciudad y el viaje que también caracteriza temáticamente la obra de Pablo de la Peña.

Un viaje y una ciudad que tiene mucho de consabido. El artista recorre Roma y regresa a su gusto por los cementerios, a las geometrías inevitables de la cúpula del Panteón o la escalera Vaticana, no por muy vistas, menos hermosas. Porque Pablo de la Peñano podía sustraerse a la matemática de la forma, a tumbarse en un patio cubierto para regalarnos el prodigio de su cristalera. Turista de la Ciudad Eterna, fotografía una espléndida ventana del Vaticano, bosque en medio de una ciudad donde el paso detenido es igual al de nuestra Salamanca provinciana. Tensión en el paseante que atraviesa, como en tantas fotografías de Pablo de la Peña, la calle vacía. Para los que conocemos su obra, el caminante solitario es una constante en sus fotografías, así como las referencias al cine del que se siente deudor como artista: una pared que nos recuerda al neorrealismo italiano es atravesada por dos novios inusuales? escena cinematográfica, encuadre perfecto para recordarnos la magia del conocimiento.

Tiene esta muestra muchos de los elementos que caracterizan a la fotografía de un autor ya hecho y, sin embargo, en permanente evolución. Reitera sus constantes desde la originalidad, e incluye un elemento nuevo? la nota de color con forma de mujer que atraviesa la pared vacía, el marco que nada contiene como un ojo ciego que ya no lo está. El fotógrafo viajero lleva compañía, la misma con la que comparte un tiempo de tomillos. La fotografía es de una belleza y de una originalidad sorprendente donde el color es apenas una pincelada sobre el lienzo en blanco de la pared romana. Un hallazgo no de la casualidad, ni aun de la técnica, sino de la mirada fotográfica, sabia, conocedora y enamorada de Pablo de la Peña. Reflexión detenida antes de disparar el obturador, proyecto medido que relata una historia esta vez compartida. Ciudad eterna frente al campo ancestral de quienes fueron nuestros antepasados, raíz y alas. Tomillo y ladrillo, ciudad eterna que recorremos como recorre el fotógrafo de prensa, rápido, atento, siempre con la cámara al cuello, nuestra Salamanca provinciana. Esta Salamanca que nos regala fotografía allí donde se puede. Allí donde podemos admirarla. Pared que cuenta una historia por los caminos del amor y la memoria.

Fotos: Carmen Borrego

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