El bolígrafo desechable. Este que hace tiempo no utilizo y que todavía no he sacado de casa porque no sé en dónde tirarlo, porque no sé cómo evitar que termine obstruyendo la nariz de una tortuga cuando lo arrojen al mar. El estuche de las gafas de ver. Intenté construir uno de cartón, pero mis gafas, que son también mis ojos, terminaron aplastadas debajo de los libros y, entonces, me rendí a la pasta (al plástico) que encontré en una tienda, pero cuánto me pesa. Esta caja de gafas me sobrevivirá, se degradará nunca, quién sabe después de cuántos siglos. Lo mismo que el mango de las tijeras y los cables (me refiero a eso blando que recubre el cobre, eso necesario para evitar cortocircuitos) con los que conecto mi ordenador. Las piezas interiores, diminutas, de mi teléfono móvil: ¿te imaginas que el aire estuviera lleno de una lluvia de estas partículas de plástico y que no te quedara más remedio que respirarlas? ¿Imaginas tus pulmones repletos de chips? Las teclas que pulsas.
Cuánto me pesa, aunque hago todo lo posible, lo intento cada día, tú sabes que lo intento. Hace tiempo que no compro, y tampoco recibo cuando me los regalan, botellines de agua (¿recordáis aquel cachalote que llegó para morir, con el intestino bloqueado de envases, hasta las costas de Murcia?, uno de tantos). Hace tiempo que solo hago la compra cuando llevo conmigo las bolsas de tela, hace tiempo que digo no, un no malhumorado, al envoltorio de plástico en el que me ofrecen el pan. Hace tiempo que enfrento el dilema de escoger, o no, las manzanas con los guantes de plástico que te ponen allí, bajo el anuncio que prohíbe manipular la fruta con las manos desnudas «por el bien de todos». (Ya no tengo alternativa: he decidido no usarlos). Por el bien de quién, me pregunto.
Debajo de la mesa hay más: las suelas de tus zapatillas de deporte, la cajita del módem, la pequeña antena que sale del router, el elástico de tus calcetines. También hay mucho plástico encima de ti: el jersey es acrílico (plástico), tu falda es poliéster cuando no dice que sea, cien por ciento, algodón. Tus zapatos veganos son plástico. Ay, qué confusión. Entonces elijo no comprar más zapatos: tengo pocos pares que cuido muchísimo, son de piel de vaca y los cuido muchísimo para que aquel sacrificio haya valido la pena. Los zapatos, cuando son de plástico, no se disgregarán jamás.
Hoy hay personas caminando en contra del cambio climático. Dicen que hay un cambio climático, pero yo no lo sé, no estoy segura, cómo puedo, sin datos, jurar si lo hay o si no. Hay tantos intereses tirando de un lado y tirando del otro, tantos intereses más grandes que yo. Me resisto a agrandar el rumor si me faltan certezas, me resisto a repetir los discursos de oídas, dicen, dicen que hay emisiones de dióxido de carbono y les creo, cómo no. Los automóviles contaminan y hay tantas personas que tienen un coche para moverse desde A hasta B cuando podrían caminar o llegar en bicicleta. ¿Entonces?
Hoy hay una marcha para pedir que los países cumplan los acuerdos ambientales, para implorar que se reduzcan las emisiones que, parece, están calentando el planeta. Una marcha, sobre todo, para preocuparnos juntos por lo que a todos nos concierne. Si estás en la marcha de hoy es porque no tienes coche, ¿verdad? Si estás en la marcha de hoy es porque no aceptas, nunca, comer en platos de plástico, porque no compras paquetes de patatas fritas, porque rechazas los tenedores desechables y porque, jamás, pides la tapa plástica de la taza de té para llevar. Si estás en la marcha de hoy es porque no sacas el palito de mover el azúcar de la máquina expendedora de café barato, porque no compras arroz empacado en una bolsa (de plástico), porque no compras legumbres en una bolsa (de plástico), porque no recibes el queso empacado al vacío en un envoltorio de plástico.
¿Y el cepillo de dientes? Ahora puedes comprarlos de bambú, con cerdas biodegradables. ¿Y para lavarse? Hay jabones de barra de toda la vida y, también, tiendas que los venden a granel. Puedes hacerlos en casa si te pones a ello. Si estás en la marcha de hoy es porque ya no bebes nada con una pajita y porque no compras bolígrafos de los que se tiran sin conciencia para que lleguen a dónde. ¿A dónde? Escucha a Greta Thunberg. Escucha a Lauren Singer. Escucha a Boyan Slat. Ellos tienen algo que decir y es tan importante. Su voz abre un camino posible al futuro de todos. Pero antes de exigir que nos arreglen el planeta, puedes echar un vistazo a nuestra mesa y, después, a nuestra bolsa de basura. Solo cuando hayamos dejado de usar esos guantes de plástico en el supermercado, tendremos derecho a alzar los brazos. Porque no hay trasformación que se sostenga, ni huelga que tenga sentido, si no empiezas por poner tu casa en orden. ¿Cuántas vasos de plástico, cuántos rotuladores, cuántas tapitas de café para llevar has utilizado esta semana? Pues eso.
Salamanca, 15 de marzo de 2019
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