Todos los que escriben, escribimos u opinamos en algún medio de comunicación, habitualmente, hemos experimentado alguna vez, o muchas, esos días en los que te sientas a escribir, delante de la pantalla, sin tener la menor idea de cuál va a ser el contenido o relato que quieres trasmitir; o quizás te ha venido antes el asunto, incluso el título, pero nada del contenido. Por eso al inicio solo me surgía como título la primera parte, "escribir o no escribir"; solo después me ha surgido el tema, que pugnaba por salir, el feminismo.
Cuando estoy en un día de esos, de vacío, de extraña dificultad de concentrar mi atención en un tema, a priori tengo la sospecha de que cuando se da esa transitoria inhibición en el escribir, o en el comunicar, no es que no se tenga nada que decir, sino justo lo contrario: no se sabe por dónde empezar o qué decidir de las múltiples opciones.
Mi impresión sobre el vacío asociativo que esta mañana sentía, tiene que ver con el trascendental acontecimiento que millones de mujeres han vivido en todo el mundo el pasado día 8, y por el que muchos cientos de miles de varones nos hemos sentido concernidos. Como las pocas veces que sucede un hecho revolucionario en la sociedad, esta vez también el movimiento feminista lo ha inundado todo. Es difícil hablar de otra cuestión, en estos momentos; si lo haces, pareces estar desenfocando la realidad.
Una amiga me preguntaba si había estado en la manifestación del viernes 8; le respondí que no, pues yo opinaba que, al menos ese día era el espacio y el tiempo de la mujer. Y cuando ella me sugirió que el hombre no podía estar "ausente" del tema, le respondí que por supuesto que no: pero que la presencia del hombre tendría que ser silenciosa, ese día, y de escucha respetuosa y reflexiva de las palabras y gritos de la mujer.
El silencio receptivo y reflexivo es válido y necesario en el diálogo: es querer y saber escuchar. La impresión en este país es que como imitamos a los "modelos" políticos omnipresentes en la televisión, no dialogamos, sino proclamamos, gritamos y últimamente también se insulta. El diálogo entre las mujeres y los hombres es tan necesario como las manifestaciones o promesas de amor o fidelidad en la pareja. Las mujeres no pueden "adivinar" lo que los hombres piensan siempre, ni los hombres pueden "adivinar" la queja o el deseo femenino. La palabra es tan necesaria para la vida de pareja como el aire que se respira.
Llegado a este punto ya sé que el título de este artículo estaba incompleto; en realidad mi duda era sobre escribir o no SOBRE FEMINISMO. Era encontrar la fórmula para guardar silencio después de la gran jornada, y a la vez no sentirme ausente de este asunto que nos involucra, querámoslo o no, a todos.
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