No, no me refiero a los famosos cursos con ese mismo acrónimo del título. Con las tres letras reúno tres cosas que andan cercanas unas de otras, porque no hay Carnaval si no hay Cuaresma y no hay cuaresma sin Ceniza.
El Carnaval está primero en la historia y hasta en el calendario porque son antiquísimas fiestas de libre desahogo y gran jolgorio celebradas en todas las culturas como prólogo de contraste a ciertas fechas y ritos; y esto, desde que la humanidad tiene memoria. En parte son desquite y compensación y en parte advertencia ante lo grave que viene y aviso ante lo efímero de casi todo. Siempre estuvieron entre lo diabólico y lo libertino, ya fueran las lupercales de Roma, las pánicas de Grecia o los antiguos aquelarres y las viejas fiestas de purficación de druidas o celtas, sin olvidar el desenfreno de las fiestas en honor de la diosa felina Sejmet en el antiguo Egipto. Con el tiempo, entre prohibiciones, rebajas y cambios de creencias y de costumbres, el Carnaval acabó en lo que es hoy, aun con tan diferentes modelos que se mantienen en diversas fechas en todo el mundo.
El carnaval es como tirar un balón fuera pero con la idea de seguir en el partido; es, o era, una forma de protesta, un paréntesis entre la libertad reclamada al menos por momentos y la discrepancia moral y hasta la indignación antisocial y/o antieclesiástica. Así el carnaval ha sido casi siempre demasiado ostentoso, demasiado corto y demasiado sobreactuado. En todo caso recuerda, o recordaba, espacios liberados que faltan, futilidad de casi todo y sospecha de la gravedad de lo que viene. Venga de donde venga la palabra, de procedencia discutida, es una fiesta social de especial importancia, según tiempos y regiones.
Y llega la Ceniza quebrando con un corte tajante la fiesta tan intensa y tan fugaz, aunque todavía queda para el miércoles el popular y goyesco Entierro de la Sardina.
Ceniza somos, del polvo nacimos, a la tierra volvemos y esa señal con ceniza en la frente recuerda hasta gráficamente de dónde venimos y adónde acabamos llegando. Es una rebaja en toda regla y recoge cierto pesimismo ilustrado por la esperanza ante todo lo humano tan perecedero, es un antiquísimo pensamiento de desengaño y decepción, porque, ¿alguien sabe dónde están las nieves de antaño ? ¿Y quién va a negar que la vida es como los ríos que van a dar a la mar que es el morir ? Y más lejos la queja horaciana Heu, heu, fugaces, Postume, Postume, / labuntur anni, porque efectivamente los años se deslizan fugaces? Y así en todas las épocas y culturas. La experiencia de la fugacidad es tan fuerte que no hay generación en el mundo que no la recuerde hasta con fiestas de compensación.
De esta forma la Ceniza invita al realismo y a la expectación y por eso entre los cristianos (creo recordar que los ortodoxos lo celebran el lunes, el Lunes Puro en su denominación) el Miércoles de Ceniza, primer día de la Cuaresma, se impone esta vieja señal de la ceniza en la frente: comienzan los cuarenta pasos hacia la Pascua, es una cuarentena en toda regla.
Es la Cuaresma, cuarenta días de purificación y de conversión. Llegaba el barco a puerto desde tierras lejanas con sospecha de peste o similar peligro y quedaba anclado lo más lejos posible del muelle en un régimen de prudencia y de cura que duraba cuarenta días, plazo estimado para su desinfección. Estaba en cuarentena.
Es el plazo de medida humana que se estima conveniente como preparación cristiana para la Pascua que viene; está dedicado a la austeridad, a la ayuda fraterna, a la oración, a la conversión personal y a especiales celebraciones comunitarias. De hecho cada comunidad cristiana y cada parroquia, en el mundo entero, lo prepara con cuidado y con ofertas especiales y concretas.
Hace unos días el Papa Francisco enviaba un mensaje a todos los católicos recordando el sentido y el contenido de este camino de cuarenta días y decía: "No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión".
Hasta para el no creyente puede ser un tiempo de encontrarse, de juzgarlo todo, de descargar pesos y escorias, de repasar lo esencial y de vivir por fin libre y ligero. Es la Pascua.
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