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Invito a un café en el bar de Emilio a un sintecho que suele pedir en la calle. Al amparo de la bebida caliente habla. Hablo poco, que la soledad le ha robado hasta las palabras. Sentencia con cada sílaba.
Lo malo es que, quienes legislaron para que yo lo perdiera todo, quienes me desahuciaron y me enviaron a vivir en la calle, quienes me han hecho invisible a los ojos de la gente, me piden que ponga una bandera en el balcón de mi casa. Una bandera ahora que no tengo ni casa ni balcón. Ahora que creo que la bandera no me ampara.
Sé que Emilio, el camarero, lo ha oído todo. Sé que se alejó porque no quería que mi mirada se cruzara con la suya. Sé que para él, como para tantos otros, sigue siendo más importante una bandera que la gente a la que el trapo representa.
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