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La historia que atesora el Colegio Arzobispo Fonseca
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UN LEGADO PATRIMONIAL DE 500 AÑOS

La historia que atesora el Colegio Arzobispo Fonseca

Actualizado 17/02/2019
Isabel Rodríguez

Un recorrido para descubrir a su fundador, Alonso de Fonseca, y la riqueza arquitectónica de cada uno de sus rincones, desde la fachada al espectacular patio renacentista y la capilla con el retablo realizado por Berruguete

El Colegio Arzobispo Fonseca custodia cinco siglos de historia, un imponente edificio que, tanto por la contribución de grandes artistas en su construcción (Diego de Siloé, Rodrigo Gil de Hontañón, Juan de Álava) como por los elementos arquitectónicos que atesora, puede ser considerado como una de las joyas del patrimonio de Salamanca. Desde su fachada, coronada con el medallón más grande de la ciudad y que representa a Santiago Matamoros, al espectacular patio renacentista, la capilla con el retablo encargado a Alonso Berruguete o la singular escalera de caracol de Mallorca, reflejo del ingenio de los maestros canteros. Adentrarse en las estancias del Colegio Arzobispo Fonseca es recorrer una parte muy importante de la historia de Salamanca y de su Universidad. Un viaje que arranca hace 500 años y en el que nos acompaña Ana Castro Santamaría, profesora titular de Historia del Arte de la Universidad de Salamanca.

El Colegio Arzobispo Fonseca era uno de los cuatro colegios mayores de Salamanca, junto al Colegio de Anaya, Colegio de Cuenca y Colegio de Oviedo. Fundados por grandes prelados, "con la intención de becar estudiantes pobres", siendo en el caso de Salamanca cuatro las carreras clásicas, Derecho Civil y Pontificio, Teología y Medicina. Sin embargo, tal y como explica la profesora Castro Santamaría, los que empezaron a entrar fueron "los hijos segundones de la nobleza. Esto les daba un título universitario que era importantísimo en un estado burocrático, y de aquí salieron grandes prelados, presidentes de chancillerías...".

En este 2019 se conmemora "el inicio de la construcción, realmente en 1519 empezaban a traer los materiales, la piedra, y en 1521 empezaron las obras" del Colegio Arzobispo Fonseca, fundado por Alonso de Fonseca, arzobispo de Santiago de Compostela y posteriormente de Toledo. Precisamente, "en recuerdo del arzobispado de Santiago, la advocación original del Colegio es la de Santiago". Se fundó para 22 colegiales, descendientes de nobles, "con una estructura típicamente colegial" y siguiendo el modelo marcado por el primitivo Colegio de Anaya de principios del siglo XV. En una reforma posterior se amplía el edificio. "Cuando muere el fundador Alonso de Fonseca, en Alcalá de Henares y siendo en ese momento arzobispo de Toledo, sus testamentarios lo quisieron traer aquí", ampliándose la capilla para que también fuera recinto funerario, aunque no hay sepulcro. Curiosamente, el fundador del Colegio Fonseca, también conocido como Alonso II de Fonseca, era hijo de arzobispo, Alonso de Fonseca, "y que está enterrado en las Úrsulas, en un sepulcro de mármol de Diego de Siloe".

La historia que atesora el Colegio Arzobispo Fonseca | Imagen 1

La fachada y su espléndido medallón

Los colegios mayores eran, sin duda, "edificios espléndidos, siendo obligado detenerse en la fachada antes de adentrarse en su interior. Aproximadamente en 1527 los estudiantes empiezan a vivir en el Colegio Arzobispo Fonseca, aunque la construcción no estaba finalizada. La fachada, como relata la profesora Castro Santamaría, tiene una historia muy particular, ya que el fundador, estando ya en Toledo, decidió "junto con otros artistas, como Diego de Siloé, escultor, arquitecto y entonces maestro de la Catedral de Granada, o con el rector del propio colegio, un humanista fundamental como Fernán Pérez de Oliva, diseñar las partes más visuales y elocuentes del edificio, la fachada y el patio".

El resultado no solo es una "una fachada espectacular", sino que fue "un gran novedad en la Salamanca del momento, se comienza en torno a 1529, estando recién terminada la fachada de la Universidad, de estilo plateresco; pero aquí tenemos una fachada más clásica, una puerta adintelada, hecha en granito, flanqueada por pares de columnas con un entablamento, recordando las estructuras de la antigüedad clásica; y un segundo cuerpo que repite la estructura del primero, con elementos decorativos, las dos figuras que probablemente sean dos obispos, como San Ildefonso, o personajes ligados a la intelectualidad, como San Agustín". Y como reflejo de la advocación es Santiago, "los símbolos parlantes de Santiago Peregrino (las veneras, las albardas, las calabazas...), y la otra iconografía de Santiago, Santiago Matamoros, representado en el medallón más grande de Salamanca por su diámetro". Y, por supuesto, los escudos de Fonseca, un símbolo que como el visitante puede descubrir está presente en cada uno de los rincones del Colegio.

La capilla y el retablo de Berruguete

Al entrar en el zaguán hay que mirar hacia arriba para apreciar la bóveda de crucería estrellada. A la izquierda, una puerta conduce a la que fuera el aula general grande (hoy zona de recepción, salón y cafetería de la Hospedería Fonseca), "donde los estudiantes practicaban los ejercicios de debate y de oratoria para defender sus lecciones", y que junto a la capilla y la biblioteca distinguían a los colegios mayores.

La capilla primitiva era de planta corta pero muy alta, cubierta también por bóvedas de crucería estrellada, "y donde se reconoce muy bien la mano de Juan de Álava". Y en la capilla, posteriormente ampliada, lo que recuerda a Alonso de Fonseca es el arcosolio con una inscripción en latín. Aquí se custodia una de las obras de Alonso Berruguete, el impresionante retablo que le fue encargado en 1527.

El Colegio Arzobispo Fonseca reserva más sorpresas a los visitantes, con solo cruzar una de las puertas que desde la capilla lleva a las dos tribunas o pequeños balcones, construidos "con una función seguramente representativa". Un tramo que hay que subir por uno de los tesoros de Fonseca, la singular escalera de caracol de Mallorca. Una vez en la tribuna más alta, aunque el retablo estaba pensado para ver desde abajo, el visitante tiene la sensación de tenerlo al alcance de la mano.

Antes de salir al patio del Colegio, desde una de las ventanas se puede ver el edificio de la hospedería, "aquí se quedaban los burócratas del Estado cuando acababan la carrera y estaban a la espera de un cargo". Y, de hecho, "la primera hospedería como edificio de carácter autónomo se hizo en el Colegio Fonseca a mediados del siglo XVI".

La historia que atesora el Colegio Arzobispo Fonseca | Imagen 2

El Patio de Fonseca

Y este recorrido nos lleva finalmente a uno de los espacios más emblemáticos de este Colegio, el patio, "uno de los patios renacentistas más bonitos", con más de un centenar de medallones acompañando a los escudos de Fonseca. Aunque los personajes a los que representan los medallones son un interrogante, "lo que es seguro es que no es aleatorio, en todos los arcos coinciden un hombre y una mujer, probablemente son programas morales o con la idea de representar o justificar algún tipo de poder", apunta la profesora Castro Santamaría. "Uno de ellos, podría ser el que fue primer rector, Fernán Pérez de Oliva, que también intervino en las cuestiones artísticas y arquitectónicas".

En su diseño arquitectónico, "arcos de medio punto con una estructura muy clásica; el arco está apoyado en pilares y sobre el pilar hay semicolumnas, y las columnas sujetan el entablamento. Es de las primeras muestras del manejo correcto del lenguaje clásico que se había recuperado en el Renacimiento". También destacan "los carpaneles, otro tipo de arcos más propios de esa fase plateresca, y si abajo son columnas bastante clásicas, arriba son columnas abalaustradas, rematadas en los candeleros".

Otra seña de identidad del patio son las escaleras, a derecha e izquierda, unas escaleras "ceremoniales". No se conservan sus cubiertas originales, pero sí se tiene constancia de que aquí dejaron su huella artistas como Covarrubias o Luis de Vega.

Sala de Pinturas

La Sala de las Pinturas corresponde a una reforma del siglo XVIII para convertirlo en salón rectoral, y las pinturas que atesora son de la etapa en la que el colegio acogió a los irlandeses (de ahí que Fonseca también se conozca como Colegio de los Irlandeses). Pinturas que representan las alegorías del libro escrito por Saavedra y Fajardo en el siglo XVII, Idea de un príncipe político cristiano.

Y una última parada en el Salón de la Chimenea, hoy sala de reuniones y congresos, y donde hay varios retratos de fundadores de colegios mayores y menores, incluido uno de Alonso de Fonseca.

El Colegio de Fonseca también acoge de manera permanente la Colección Andrés Santiago Zarzuelo, '125 años de relojes populares 1.800 a 1925', colección formada por 144 relojes y donada a la Universidad.

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