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Un ¿miserable? céntimo
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Un ¿miserable? céntimo

Actualizado 04/02/2019
Antonio Matilla

Un ¿miserable? céntimo | Imagen 1

Cuando entramos en el euro recuerdo el cabreo que me entró, estando una mañana tomando café en el Bar Sebas, al final de la calle San Pablo, cuando fui a realizar una llamada en uno de aquellos teléfonos verdes de monedas de Telefónica y, lo que antes costaba 25 pesetas ahora me costó una monedita de 20 céntimos, o sea, una subida de 25 a 42 pesetas de un día para otro. Pocos meses después, ya más habituado a la nueva moneda, me recuerdo a mí mismo despreciando una monedita caída en la acera, todavía reluciente, pero de un céntimo. ¡Me daba vergüenza agacharme a recogerla, no sea que pensaran que era un muerto de hambre! Luego llegó la crisis y aprendimos a valorar un poco más los humildes céntimos, aunque los precios se habían redondeado casi siempre al alza y céntimos viudos, lo que se dice céntimos, solo te los devolvían, o te los devuelven, en las farmacias, en las cafeterías del Hospital Clínico o en algunas tiendas que pretenden engañarte diciendo que unos zapatos no valen 100 Euros, sino 99,99 que es mucho menos ¡dónde va a parar!

Pero, desde Navidades para acá no he vuelto a despreciar ni un humilde céntimo. Es más, teniendo en cuenta que según la Epistemología moderna solo vemos fuera lo que tenemos dentro, resulta que cada vez con más frecuencia, veo monedas de uno, dos o cinco céntimos perdidas en la calle, incluso a la misma puerta de mi casa y, con toda humildad, me agacho humildemente a recogerlas. ¿Y por qué las veo, por qué ya no las desprecio y por qué me agacho a recogerlas? Pues porque me he creído la Campaña "Un céntimo para Benín" que hemos puesto en marcha en la Unidad Pastoral del Centro Histórico (parroquias de San Martín con San Julián, San Sebastián y La Purísima).

Resulta que, desde hace dos años estamos intentando apoyar la creación, el mantenimiento y el funcionamiento de una Escuela de Formación Profesional de Electricistas en Banikoara, al Norte de Benín, capital de la región más pobre de uno de los países más pobres de la Tierra. De momento, 35 adolescentes ?entre los cuales tres chicas, cosa harto infrecuente tanto en África como en el mundillo de los electricistas- están ilusionados con aprender un oficio que les permita salir de la pobreza, vivir con dignidad, fundar y mantener una familia y sentirse protagonistas del desarrollo económico y social de su país y a los que no se les va a ocurrir tomar una patera para venir a Europa; porque venir a Europa vendrán, de turistas, si quieren. Y digo apoyar, porque los protagonistas del proyecto son los propios benineses, simbolizados por el sacerdote Theodore Soumè, que completó su formación teológica y empresarial en Salamanca y Deusto con calificaciones brillantes que no quiso que lucieran aquí, en el mal llamado primer mundo, sino que las puso al servicio de su gente en su tierra, en Benín, a pleno rendimiento. La Fundación "Vida para todos" (Vie pour tous) que él puso en marcha es nuestra interlocutora allí, in situ, junto con la Fundación "Alaine", en la que un bilbaíno, Ramón Herrera, experto en Banca, y su esposa Arantxa están entregando su vida para que pueda cumplirse el sueño del generoso corazón de su hija Alaine, fallecida de cáncer a los 16 años, y que era ni más ni menos que ayudar a los niños pobres porque todos somos iguales ante Dios.

En esta campaña "Un céntimo para Benín" se ha tratado justamente de eso, de recoger los céntimos que nos encontramos en la calle o que nos van dando de vuelta en las compras y que vamos almacenando con desdén en un cajoncito o en un cuenco, contarlos, empaquetarlos en blísteres de plástico, enviarlos mediante un clic cibernético a Benín y que allí puedan colaborar a cumplir los proyectos vitales de esos adolescentes benineses y de los que les sigan en los próximos cursos.

Ha sido interesante porque han colaborado cientos de personas: niños recogiendo los centimitos, abuelas y mamás cosiendo bolsas limosneras para contenerlos, jóvenes y adultos, estudiantes y currantes, cafeterías que nos han donado los envases metálicos del café para que actuaran de caja fuerte provisional, tiendas y negocios que han prestado su escaparate para los carteles, profesores que han contagiado a sus alumnos y han logrado que se impliquen en el proyecto, profesionales de la comunicación y artistas que han puesto toda su sabiduría al servicio de la causa, novios que han donado parte de su "espiga" de boda. Está resultando un proyecto intergeneracional, en el que colaboran creyentes y no creyentes, sin preguntar por género o ideología.

Todavía no sabemos el resultado económico de la campaña, aún nos quedan días para acabar de contar y empaquetar moneditas. Sí sé que, si las pusiéramos todas juntas en una báscula, pesarían mucho más que el más pesado de nuestra Unidad Pastoral. Y estas monedas, su valor, puestas en Benín, valen mucho más que aquí. Pero está muy claro el resultado humano, el esfuerzo, la creatividad, la alegría y la generosidad derrochados por cientos de personas. Yo estoy contento, aunque acaben doliéndome los dedos de tanto empaquetar monedas de un céntimo.

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