Los astronautas del Apolo VIII avanzan vertiginosamente hacia la luna. A 350.000 Km de la tierra contemplan nuestro planeta. Tiene un color azulado, pero les parece una bola diminuta en medio del espacio infinito. Allí millones de hombres. Muchos en guerra. Muchos en paz, pero desentendidos de los demás hombres de la tierra.
En estos momentos Frank Borman, uno de los tres tripulantes pronuncia con una confianza llena de asombro, la oración que retumba en los espacios inmensos y escuchamos en nuestro planeta: "Señor concédenos la posibilidad de ver tu amor en el mundo, a pesar de los defectos humanos. Concédenos la fe, confianza, la oración a pesar de nuestra ignorancia y flaqueza. Concédenos lucidez para que sepamos seguir orando con corazón comprensivo y muéstranos lo que cada uno de nosotros puede hacer para facilitar que venga a nuestro mundo la paz universal.".
Cada encuentro sincero con Dios conduce necesariamente a un encuentro con el hermano.
A través de la Biblia podemos ver cómo durante toda la vida Dios se ha ido encontrando con el ser humano, a través de la historia de cada uno y de su pueblo. Él ha tomado siempre la iniciativa y se ha acomodado a la forma de cada cultura y cada individuo, para hacer que su mensaje de amor llegue a las situaciones del momento en que se vive. Y como Dios está en todas partes, este encuentro con Él puede acontecer en cualquier lugar, bien en el contacto con la naturaleza o con las personas.
Sin embargo, podemos tropezar con muchos obstáculos como:
-El ateísmo del mundo de hoy y la forma de hablar de él;
-no verlo en la vida diaria en todos los lugares donde se manifiesta;
-todas las deformaciones de vivir la fe: individualismo, conformismo, consumismo?.
Una auténtica experiencia religiosa surge, pues del encuentro de Dios como Padre, que lleva al compromiso con los hermanos. Entonces, el hermano se convierte en lugar de encuentro con el Señor, y a través de él, pasa el mismo amor de Dios. Así, pues, una experiencia religiosa verdadera, termina en conversión y aceptación de la buena noticia de la salvación (Mc.1, 14).
Si de todo encuentro brota un cambio, positivo o negativo, del encuentro con Jesús surge una "vida nueva", equivalente a "vida en Cristo" y "vida en el Espíritu". La vida nueva que nace de la opción por Cristo comporta un cambio de valores y actitudes, que se concretizan en la misma forma de relacionarse con los otros y con el mundo (Mt, 4,17).
Frank Borman, se reencontró con Dios y con el ser humano en la luna. Desde allí oró para que Dios reinase en nuestro mundo y el cristiano tuviese la posibilidad de ver su amor. En nuestro encuentro con Dios, también nos tiene que llevar a encontrarnos con el hermano.
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