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Concierto desgarrador
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Concierto desgarrador

Actualizado 30/12/2018
Fructuoso Mangas

Cada uno habla o escribe de lo que le duele, aunque a los demás la insistencia pueda parecerles pesada o fuera de lugar. Puede suceder eso mismo en este caso.

Defino lo de "concierto" (sustantivo equívoco) del título y luego justifico, a mi modo, lo de "desgarrador" (adjetivo extremo).

Lo de concierto viene de "concertina", ese invento de un industrial español para hacer insalvables las vallas metálicas a base de añadir a la alambrada normal y a sus púas unas finas hojillas de acero que producen tales heridas que la persona tiene que desistir o morir en el intento. Parece que son bastante eficaces hasta el punto de que están rigurosamente prohibidas en las cercas de los animales, aunque sorprendentemente se mantienen en las vallas españolas contra los inmigrantes africanos. Es tan vergonzoso que Pedro Sánchez, desde la oposición, claro, prometió públicamente eliminarlas, pero ahí siguen todavía.

Yo no soy quién para definir los pasos, lentos, globales y consensuados, que debieran dar los países con conciencia de humanidad para moderar, reducir y encauzar la emigración. Siempre hubo, a lo largo de la historia, especialmente en momentos concretos, emigraciones masivas, hasta el punto de que judíos, cristianos y musulmanes (o sea, la mayoría de la humanidad) recordamos y celebramos una histórica y masiva emigración a la que todos llamamos "Éxodo", nunca mejor puesto tal nombre, que por cierto también se podría poner hoy a la casi totalidad de las emigraciones actuales.

Siempre fue así, aunque ahora por las circunstancias concretas que vive el mundo actual la emigración es más variada, mucho más masiva y perfectamente visible, a la vista de todos. Con el agravante de que hoy, si hubiera capacidad y voluntad políticas, tendríamos herramientas suficientes para afrontar con eficacia este problema y por primera vez en la historia de la humanidad seríamos capaces de buscar, encontrar y acordar las soluciones.

Tendría que "bajar" Dios como entonces (esto es una digresión que me parece oportuna), según dice el libro del Génesis, y ver lo que le pasa a su pueblo y tomar cartas en el asunto. Pero parece que Dios no "baja" si no lo bajamos los que decimos creer en Él. Mal asunto y por aquí sospecho que llego a un callejón sin salida digna y por eso me vuelvo atrás y sigo con lo que decía antes.

Escribía antes que no soy quién para proponer soluciones, pero sí soy quién para ver que las hay, ya sé que lentas y difíciles, y para exigir que las busquen y acuerden los que por mandato popular deciden nuestro futuro, el nuestro, el de los países sin desarrollo y el de cada emigrante. Si no actúan son malos representantes, peores políticos y pésimos gestores. Y no debiera haber en el mundo democrático ningún político ni partido ni programa que no contemplara esfuerzos y medidas en ese sentido. Por menos que esto dejo yo de votar a un nombre o a unas siglas. Parece vengativo, pero todo elector lo es por definición y hasta por etimología.

Me quedaba explicar, aunque ya no es necesario, el adjetivo "desgarrador", porque no hace falta mucha imaginación para entender el desgarro moral de cualquier inmigrante ante una valla que violentamente le impide el paso y para sentir en las propias carnes, nunca peor dicho, las heridas producidas por las concertinas que desgarran y cortan. No hace falta añadir más, porque está claro que el resultado de las concertinas es literalmente y metafóricamente desgarrador. Y a veces incluso desgarra más atravesar el Sáhara buscando una salida hacia Libia o embarcarse en cualquier patera jugando al azar con la vida y el destino.

Que cada uno se coloque del lado que le parezca más justo, o más seguro, o más práctico, o más humano, o más tranquilizador, o más lo que sea. Cada uno tiene derecho a pensar y hasta a hacer lo que quiera, pero eso no quiere decir que lo que haga o piense sea justo y honesto. Es necesario que ante tanta libertad de pensamiento y de acción como, casi todos, disfrutamos hoy, nos digamos estas cosas de vez en cuando. Sobre todo si al terminar el año se repasan pasos pasados y se mira con cierta responsabilidad el horizonte del año que viene.

Por buena salud mental y por simple humanidad. Y en esas condiciones, ¡Feliz Año 1019!

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