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La comedia
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La comedia

Actualizado 03/12/2018
Lorenzo M. Bujosa Vadell

Aristóteles, en su Poética, definía la comedia como una representación de cosas viles en tanto que hacen reír, errores y fealdades sin dolor y sin destrucción. No es este, sin embargo, el sentido cierto que se aprecia en la principal de las comedias, aquella a la que cientos de años después de su publicación se le colocó el adjetivo de "divina" y no por casualidad. Es más, para quien quiere seguir la rectitud de los conceptos se hace más extraño el sustantivo que el adjetivo, es decir, se entiende mejor por qué le llamamos "divina", que la razón por la que se le denomina "comedia".

El caso es que hace unas pocas semanas se ha editado en una colección de prestigio una nueva traducción de la Comedia de Dante Alighieri, el más insigne de los florentinos, cuyos restos reposan aún hoy en un bello recodo de la acogedora ciudad romañola de Ravenna, por mucho que en la Iglesia de Santa Croce, una de las principales de la ciudad toscana, le espere un majestuoso mausoleo que, en su día, recibió un ataúd vacío.

Continúa en su exilio, pues, el Padre Dante, y se renueva su poesía en lengua castellana, en edición cuyo prólogo, comentarios y traducción se deben a José María Micó. De la mano de este poeta recorremos con fruición la compleja estructura de los espacios ultraterrenos, con la ayuda de unos esquemas gráficos sobre el "universo dantesco". Lo acaban de leer: "dantesco" es un adjetivo que ha quedado para aquella escena, imagen o situación "que causa espanto" (DLE). Como resulta obvio, más próximo a la tragedia que a la comedia.

La clave, según se nos cuenta, probablemente esté en dos causas, a estos efectos complementarias. La primera tal vez sea consecuencia de que lo usual ha sido limitar la lectura a la más famosa de sus partes, el infierno, donde lo feo y lo horripilante campa a sus anchas -y aún diría que con frecuencia los lectores se han limitado al más famoso de sus versos, que describe la inscripción que figura en la entrada del averno y, sobre todo a su frase más lapidaria: "Dejad toda esperanza los que entráis".

La segunda es consecuencia de la primera, y tiene que ver con una falta de visión panorámica de la obra, que paradójicamente, es evidente. Quiere decirse que, desde el principio, uno que se adentra en los cantos de la Comedia sabe que la historia va a acabar bien, incluso difícilmente podría acabar mejor:

"La fantasía se quedó sin fuerzas;

mas ya mi voluntad y mi deseo

giraban con la fuerza del amor

que mueve el sol y las demás estrellas".

La poesía del toscano va desde ese arrebatador verso, que ya me impresionaba cuando era estudiante, relativa a la conocida historia de Paolo y Francesca (el joven "la boca mi basciò tutto tremante", cuenta la da Rimini) hasta turbadores finales de cantos en los que suena como si fuera un trompeta, una más humana y desagradable parte. Todo ello, sin embargo, camino primero de las insondables profundidades, después por los lugares del purgatorio y, por fin, por las alturas celestes.

La correlación nos la dio Balzac de manera apabullante, pues reunió, también con un plan general premeditado, sus numerosísimas narraciones varias, sobre costumbres, filosofía y estudios analíticos. Todo ello bajo el título superior de "La comédie humaine". En especial, sus escenas de la vida privada, las de la vida provinciana, las de la vida parisina, las de la vida política, las de la vida militar o las de la vida campestre. Todo un despliegue de humanidad en el que el ser humano aumenta su protagonismo y el positivismo realista muestra su esplendor literario.

Luego hay otras comedias, de calidad literaria más discutible, que tienen que ver también con los azares y con los pesares de la condición humana. Pero esas están hoy día más bien en las cotidianas páginas de nuestros periódicos.

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