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Año nuevo, vida plena, en el cartel de Arina
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Año nuevo, vida plena, en el cartel de Arina

Actualizado 01/12/2018
Jorge Moreno / El Norte de Castilla

Año nuevo, vida plena, en el cartel de Arina | Imagen 1

Las doce en punto litúrgicas, las 00:00 horas del día 0 del mes 0 en el año 0, las marca la Pascua y su cortejo de doce campanadas que empiezan a sonar a golpe de palma batiente en el Domingo de Ramos. Eso parece decirnos el cartel editado por la Diócesis de Salamanca como expresión del año litúrgico, un nuevo año que inaugura la Iglesia en este primer domingo del Adviento. Su autora, Arina Shorokhova, ha logrado con acierto y originalidad que confluya el tiempo circular y universal de la liturgia, reloj y calendario, sobre la circular y local imagen de Salamanca reflejada en un botón charro. El popular signo brilla en los cuatro colores litúrgicos principales sobre la silueta de las torres que convocan a los de la tierra mientras apuntan al cielo.

Rojos son tres de sus destellos: la puerta pasional y pascual del día de los Ramos, el sacrificio de amor del Viernes Santo y la efusión de gracia de Pentecostés. Triunfo al estilo de los hombres, triunfo al estilo de Dios y fuerza para poder distinguir, elegir y aceptar qué manera de triunfar sale más a cuenta. No es sencillo. El rojo septembrino de la fiesta de la Cruz y las memorias de todos los mártires que salpican el año, evidentemente omitidas en este cartel que no puede incluirlo todo, ayudan a ir decidiendo una respuesta difícil.

Aunque nos hayamos ido de entrada al rojo de las doce, el ciclo anual que este domingo comienza con renovadas propuestas se viste en su estreno de morado. Colores compartidos por el Adviento y la Cuaresma, atenuados en el rosa de sus domingos tercero y cuarto, respectivamente, y presente también en la conmemoración de los difuntos y en las exequias. Morado de esperar y de caminar, de hacer silencio pero ser profetas, de recogernos pero también de abrirnos, de preparar sin estarnos quietos, de pararnos para avanzar. Sin que en el morado Adviento falte jamás el azul Purísima de la Madre fiel.

Tras el morado siempre viene el blanco, el de la Navidad alargada hasta el Bautismo de Jesús y el de la Pascua de su Resurrección, pregustada en la Cena del Jueves Santo, prolongados sus cincuenta días en la Trinidad y el Corpus, y culminada en la conclusión nunca final de un ciclo de doce meses que corona a Cristo como Rey. La blancura es Belén, es Tabor, y es sudario doblado en el sepulcro, que queda abierto y vacío para entrar y llenarnos de su inmensidad hasta la Gloria.

Pero resulta imprescindible si se aspira a vivir acontecimientos tan extraordinarios la cotidianidad de un verde que hace normal la esperanza, que ve florecer la vida y contempla su declive terrenal hacia destinos más altos. Las fiestas de todos y las fiestas de cerca, los días sin más, las semanas que se suceden una tras otra, conforman un tiempo ordinario que nos hace encontrarnos con Jesús precisamente en el tiempo que parece escurrírsenos y en las pequeñas cosas que a menudo no sabemos mirar, ni escuchar, ni sentir.

Es tiempo de que se asome la primera luz, todavía tímida, en la corona de Adviento. Es tiempo de dibujar un nuevo círculo con Jesús en el centro, con su Pascua en cada domingo, y colorearlo con la esperanza de que volverá y hará nuevas todas las cosas. ¡Feliz Año Nuevo!

En la imagen, el cartel del año litúrgico editado por la Diócesis de Salamanca, obra de la artista Arina Shorokhova

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