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Asociación Salmantina de ONGD, música para cambiar al mundo
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concierto en el auditorio san blas

Asociación Salmantina de ONGD, música para cambiar al mundo

Actualizado 30/11/2018
Radio Guijuelo

Brillante recital de la Banda Tomás Bretón, así como la cantante salmantina Victoria Mesonero, acompañada del pianista Chema Corvo

Música para recorrer el mundo, música para unir, para acompañar de ritmo a la vida. Manuel Fraile, representante de la Asociación Salmantina de ONGD presenta el concierto con el que esta Asociación constituida en mayo del 2017, quiere cerrar sus actividades. Actividades que se centran en la cooperación al desarrollo y en el fomento de la Educación para el desarrollo. Un desarrollo que nunca podremos hacer sin la música.

Música diversa, música en todas sus variantes y riqueza. De ahí la colaboración con la Banda Tomas Bretón, una agrupación cuyo cometido es compartir la música así como la de la cantante salmantina Victoria Mesonero, acompañada del pianista Chema Corvo.

Para el público que sigue a Victoria Mesonero, este concierto es una oportunidad de descubrirla "al desnudo", con el único acompañamiento de un piano que Chema Corvo toca con esa maestría que ya conocemos. El profesor de música y pianista reconocido no solo se embarca en diferentes grupos e interpreta todo tipo de composiciones, sino que es un músico generoso, cuyas actuaciones nos permiten escucharle en muchas ocasiones y felicitarnos por su maestría humilde y absoluta. Un pianista sencillamente magistral que hace hablar a este piano de cola que resuena, magnífico, en el maravilloso auditorio municipal de San Blas.

Un auditorio, antigua iglesia, donde Victoria Mesonero se deja llevar por un repertorio de jazz y musicales que no evita incluso, los boleros en castellano. Dueña de la que ya reconocemos como una de las mejores voces de la ciudad, no solo tiene una técnica impecable y un talento prodigioso. También sabe medir sus actuaciones, interpreta como las grandes y sobre todo, conversa en un diálogo sublime con el pianista. Ambos, profesor y alumna durante mucho tiempo, no necesitan hablar, ni mirarse prácticamente. Su compenetración, a lo largo del concierto, es absoluta.

Sin músicos, sin luces, vestida con enorme sencillez y con el empaque que la caracteriza. Victoria hechiza al público con su voz y con su forma de interpretar. Rotunda, diáfana, a la manera de las grandes divas de esos musicales que adora y de los que canta como Cabaret o Chicago, la cantante sabe dosificar sus dones, ganar en expresividad y en altura y después, mansamente, devolver al público a la tierra. Si el talento se mide en octavas, Victoria las alcanza todas, y lo hace, como su pianista, con esa aparente facilidad que sorprende mientras la música, impecable, y la voz, magistral, llenan todo el auditorio. No hay una intérprete como ella ni un acompañante tan cercano a su persona. Ambos parecen uno mientras se dejan mutuamente el espacio, se trenzan, se destrenzan e incluso, en el caso de Victoria, se atreve a separarse del micrófono y a cantarnos a pelo probando la sonoridad, sagrada, de esta antigua iglesia. Ambos, únicos y unidos por el lazo fortísimo de la música.

Tras ellos, la alegría llega en forma de banda, numerosa, genial, con la alegría de los metales, la compenetración de los músicos, los instrumentos próximos que también suenan como un deseo común de hacernos disfrutar del deseo de compartir el gusto por tocar en compañía, la diaria tarea de los ensayos, la cercanía, la etiqueta del músico vestido de uniforme y preparado para ofrecer al público lo mejor de sí mismo. Una banda es un corazón de muchas manos, un ejercicio no solo de interpretación, sino de convivencia. Música para cambiar al mundo. Un mundo que sería mucho mejor con música.

Charo Alonso / Fotos de Alberto Martín

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