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Una lucha por la equidad para todos los niños del mundo
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20 de noviembre, Día Universal del Niño

Una lucha por la equidad para todos los niños del mundo

Actualizado 20/11/2018
Jacqueline Alencar

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo de 2013, en el mundo se ven obligados a trabajar 168 millones de niños

Nuevamente recordamos el Día Universal del Niño, preguntándonos: ¿hay algo que celebrar? En principio, podemos decir que celebramos que haya una Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), que "es un tratado que recoge los derechos de la infancia y es el primer instrumento internacional que reconoce a los niños y niñas como agentes sociales y como titulares activos de sus propios derechos", que ha sido ratificada por 194 países, que tienen la obligación de cumplirla; sin embargo, muchos no cumplen con los principios acordados, con lo cual la población infantil queda desprovista de sus más elementales derechos. Y a merced, por tanto, de la pobreza, la marginación, la violencia, la explotación, etc.

También es un día para celebrar los logros alcanzados. Pero como dice UNICEF: "? todavía los niños y niñas no ocupan el lugar que merecen, todavía la infancia no es una cuestión prioritaria en las políticas públicas". "Los niños son un asunto de todos, su valor social va mucho más allá del ámbito doméstico; son un asunto de sus familias, pero también de todos. Porque sin ellos no hay futuro".

Y cito también las apreciaciones de los responsables de una organización cristiana evangélica, Desafío Miqueas, que trabajó para movilizar a los cristianos a luchar contra la pobreza e influir en los gobiernos para cumplir con el compromiso de reducir la pobreza a la mitad en el año 2015, y así hacer efectivos aquellos 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM): "La breve historia de Desafío Miqueas sugiere que hay mucho que celebrar. Al menos, la extrema pobreza se ha reducido a la mitad en los últimos 25 años, se ha rescatado a millones de personas de la pobreza, la mortalidad infantil y la educación primaria han mejorado considerablemente. Sin embargo, al ver este tipo de justicia, misericordia y amor que la Biblia describe, nos queda mucho por andar. [...] Somos dolorosamente conscientes de que la iglesia ? con toda su obra sorprendente- todavía tiene un largo camino que recorrer para formar el mundo que Dios quiere, un mundo en el que Jesucristo sea elevado a la vista de todos y donde la justicia se sienta como en casa en la política y en nuestros sistemas económicos".

No obstante, sigue siendo necesario continuar celebrando este día, para recordarle a los países que suscribieron este acuerdo internacional, las necesidades de este colectivo, que crecen día a día, mientras las soluciones menguan. Hay logros, pero queda mucho camino por recorrer para que los niños puedan disfrutar de sus derechos. Lo dicen a gritos las cifras: debemos recordar que más de 600 millones de niños en el mundo viven en situación de pobreza extrema. El 10% de los niños en los países del Tercer Mundo muere antes de cumplir los 5 años. Por ejemplo, en el caso de Colombia, según datos de UNICEF, uno de cada tres niños vive en condición de pobreza multidimensional. Es más, los organismos humanitarios han señalado su preocupación "sobre la alta vulnerabilidad de los niños en Colombia".

Según datos de la OIT de 2013, "en el mundo 168 millones de niños se ven obligados a trabajar, una cifra que ha descendido en los últimos años, pero que debe reducirse a cero". Además, señalan que, "en América Latina y el Caribe, se estima que 20 millones de niños, niñas y adolescentes están económicamente activos", lo que en otras palabras quiere decir que uno de cada 5 niños, niñas y adolescentes trabaja. Y aunque "han logrado avances importantes en la lucha contra el trabajo infantil", se necesitan más esfuerzos para erradicar esta lacra.

Millones de niños sufren desnutrición crónica, que puede comprometer su desarrollo normal de forma irreversible, y desnutrición aguda, lo que les coloca en riesgo de muerte si no son atendidos. Según UNICEF, combatir la desnutrición puede acelerar el crecimiento económico y ayudar a millones de personas a salir de la pobreza.

Niños que viven crisis crónicas. Donde el hambre es un mal endémico. La prostitución es el pan de cada día. Si se hace un diagnóstico de la situación de los niños en el mundo se nos presenta un cuadro como este: abandono, explotación sexual, trabajo infantil, no acceso a la educación, falta de atención sanitaria, desnutrición, hambre, falta de identidad, mortalidad por falta de vacunas, no libertad de expresión, no juegos, familias desestructuradas, sin agua potable, violencia, discriminación, etc.

A pesar del cuadro presentado, resulta alentador lo que algunos economistas señalan acerca de que es posible ser optimistas, ya que "el planeta tiene hoy al alcance y por primera vez en su historia, la eliminación de la pobreza extrema, definida como un nivel de ingresos inferior a 1,9 dólares diarios. El objetivo es erradicarla en 2030, la meta fijada por Naciones Unidas como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que sustituyeron a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y han sido suscritos por prácticamente todos los gobiernos del mundo". Son 17 objetivos de desarrollo sostenible de los cuales la erradicación de la pobreza extrema es uno de ellos. Y en los mismos están incluidos los niños.

Volviendo al tema de los ODS, ¿podemos vislumbrar un alcance mayor que con los anteriores Objetivos de Desarrollo del Milenio? Los expertos en la materia dicen que sí podemos. Y que la condición sería disminuir la desigualdad en aquellos países donde se encuentra un mayor número de pobres, es decir, que acabar con la pobreza en el año 2030 reside en la puesta en marcha de políticas efectivas de desarrollo inclusivo. Pero, también señalan que, en los países en vías de desarrollo, es fácil que surjan factores negativos como la mala gobernabilidad, conflictos bélicos, corrupción, desastres naturales, etc., afirmando también que la economía internacional muestra señales de merma en cuanto al crecimiento, con el agravante de que las naciones más pobres desde 2014 se han visto afectadas por la baja en el precio de las materias primas, lo cual ha resentido sus economías.

Repasando datos del "Estado Mundial de la Infancia 2016", de UNICEF, tomamos consciencia de la necesidad de celebrar los logros conseguidos, pero también debemos actuar con celeridad en los años que quedan en esa agenda del desarrollo sostenible que finaliza en el 2030, pues de lo contrario tendremos un cuadro como éste:

? Casi 70 millones de niños y niñas podrían morir antes de cumplir cinco años, 3,6 millones solamente en 2030, el plazo para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

? Los niños de África subsahariana tendrán 12 veces más posibilidades de morir antes de cumplir cinco años que los niños de los países de altos ingresos.

? Nueve de cada 10 niños que vivan en una pobreza extrema lo harán en África subsahariana.

? Más de 60 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria estarán sin escolarizar, prácticamente el mismo número de los que no van a la escuela hoy en día. Más de la mitad vivirán en África subsahariana.

? Unos 750 millones de mujeres habrán contraído matrimonio siendo niñas aún.

Observando los datos ofrecidos por distintas fuentes, deducimos que se necesita mucha voluntad política. Los niños no tienen voz ni voto, pero ¿y el resto de la sociedad? Hogar, escuela, iglesia, empresas, asociaciones de barrio, ONGs y otros agentes? Aun sin tener toda la fuerza para llevar a cabo grandes cambios, podemos ser el grano de arena que falta para cambiar la vida de un niño, o de diez, no importa la cantidad, pero se puede empezar y sentar las bases para no dejar que se pierda ese pequeño legado que nos han ido dejando. No se ha erradicado la pobreza en su totalidad; no se ha acabado con la desnutrición, el analfabetismo, la falta de valores que garanticen una buena convivencia; sin embargo, no se han acabado las ideas y la pasión por ayudar a otros menos privilegiados que nosotros.

Sí, se necesitan recursos, pero también se necesita aunar voluntades, sensibilizarnos ante situaciones que las podemos tener a nuestro lado. Según el informe sobre el Estado Mundial de la Infancia 2016 de UNICEF, "la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social infantil es del 34,4% para los niños en España y escala hasta el 60,3% cuando esos niños son hijos de migrantes afincados en el país?". En nuestro propio país somos testigos de la desigualdad y de la inequidad entre los niños. En fin, se trata de velar para que todos los niños sin excepción tengan "las mismas oportunidades de sobrevivir, crecer y alcanzar el pleno desarrollo de sus capacidades".

Cuando le cambiamos la vida a un niño, lo alimentamos, educamos, proporcionamos medicamentos, protección, restauramos sus corazones, le ofrecemos esperanza, un futuro, no solo para él o ella, sino también para su familia, su comunidad, su país. Serán personas de bien que ayudarán a otros, dejando de lado la individualidad. Serán generosos, tolerantes, hospitalarios; tomarán decisiones, amarán la verdad y la justicia, besándose con ellas. Ayudar a los niños tiene consecuencias favorables, incluso para la economía. Un niño sano no genera gastos para la salud pública, tendrá la fortaleza para formarse, trabajar y ser alguien activo que tendrá derechos y obligaciones.

Los niños no son el futuro, son el presente

Ahora que se acerca la Navidad, recordamos que Dios mismo bajó a la tierra en forma de niño, como uno más. Cuyos padres hicieron cola como cualquier ciudadano de a pie que llega de otras latitudes para empadronarse. Huyó a Egipto junto a su familia al sufrir persecución por parte de un poderoso. Su nombre es Jesús, quien mientras ejercía su ministerio público dijo a sus seguidores: "Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis? Los sentó en su regazo y los bendijo para sentar ejemplo para los que veníamos detrás. Sigamos su estela, aportando cada uno según sus posibilidades y talentos.

Allá donde nos encontremos, podemos ser embajadores de los niños y niñas de nuestro entorno y de más allá.

Texto y fotos de Jacqueline Alencar

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