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Provocaciones
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Provocaciones

Actualizado 17/11/2018
Alberto D.

Asistí hace poco a la última creación teatral de Moisés Mato, muy ligado a Salamanca y a muchas de sus gentes, que pretende ser, literalmente, un alegato a favor de la desobediencia. Y tiene sus razones, porque en un mundo tan sumiso, tan obediente a lo que sea y sin opiniones personales trabajadas, es muy importante la disidencia, la invitación a no quedarse sentados ni asentados y a la vez a no resbalar sin fundamento en una sociedad tan líquida, tan lábil y obsolescente como la nuestra.

Era una provocación, con todos los recursos teatrales posibles, originales y variados. Con los defectos del casi estreno, porque así lo era, la presentación y su representación tuvieron una enorme potencia creadora de signos teatrales que transmitían la inevitable aventura de transformar el mundo. Y recordaba paradigmas decisivos en sus distintos niveles como Antígona, la mujer luz; y Jesús, el hombre transparente; o Rosa Parks, la mujer rosa flor? Tres modelos, por eso son para-digmas, de conducta personal y pública en medio de la sociedad, tres ejemplos de desobediencia a unas leyes discutibles si no injustas que hay que transgredir aunque sea con riesgos graves.

Antes de ellos tres y después de ellos han sido miles y miles los ciudadanos que en relación con las leyes del Estado o con las normas y consignas de grupos y colectivos han elegido la disidencia en todos sus modos y niveles, con el argumento irrenunciable de un amor más fuerte que cualquier otro lazo o de un deber de justicia que se alza por encima de cualquier otra atadura. Y no deja de ser curiosa la irrelevancia real de cualquiera de los tres modelos señalados en el momento de su desobediencia.

Jamás podría pensar Rosa, negra ella en autobús con blancos, que su negativa a dejar un asiento en un autobús de Alabama allá por los cincuenta del siglo pasado iba a suscitar semejante movimiento de millones de negros; o Antígona, cantada hace dos mil quinientos años y ciudadana de la mítica Tebas siglos antes, que desoye la orden del rey y muere en el intento. ¡Quién le iba a decir que su gesto sería recordado y repetido durante siglos a lo largo del tiempo en acciones y en escritos! Es el caso de Jesús, un judío de origen rural sin poder ni significado, condenado a muerte por no respetar las leyes impuestas por los grupos que dominaban la vida y las ideas de su pueblo. Y hoy tiene millones de seguidores por todo el mundo mundial y por los siglos de los siglos. Extraño poderío el de la desobediencia, si es lúcida, fiel y hasta su extremo.

No soy quien, porque no lo soy y porque además no lo sé, dejando a un lado casos claros, para decir en qué habría que desobedecer hoy y a quién y ante quiénes. Y esto vale para todo tipo de espacios, sea el Estado, sea la Comunidad Autónoma, la ciudad o la Iglesia o la cultura prepotente de cada momento. No soy quién, pero animo a quien lo sea para que apunte desobediencias concretas, disidencias irrenunciables, oposiciones necesarias y protestas con derecho y justicia para apuntarme, si soy capaz, a ellas en los pasos que pueda.

Porque como se repetía en la obra de Moisés Mato -Cartografía de la Desobediencia- con muy diversos lenguajes nadie es neutral, nunca, en ningún lugar, en ninguna ocasión. El que dice que es neutral ya está tomando postura y casi siempre se sabe a qué lado se coloca. Por eso no vale como subterfugio, o sea como método de huida. Sin embargo se practica demasiadas veces y es casi siempre síntoma de cobardía porque no se atreve, o de comodidad porque no se molesta en pensar para evitar las molestias de hacerlo. A veces la misma sociedad o grupo desatan mecanismos que casi obligan a una de estas dos posturas. Recuerdo aquí el viejo sapere aude, que ya citaba y aconsejaba don Manuel Kant, inventado por el poeta latino Horacio y que figura en tantos escudos de Universidades y Liceos. Es el imperativo de usar sabiamente la razón para actuar en la dirección a la que ella te lleve; es siempre actual el viejo imperativo: Atrévete a pensar? Falta nos hace hoy en casi todos los campos.

En este momento despejo la duda que tenía por otros motivos y dejo mi mesa de trabajo y mi PC y me voy a la manifestación de la Marea Blanca en mi ciudad de Salamanca reclamando, una Sanidad Pública de calidad en una ciudad, en una provincia y en una autonomía en las que nunca nadie pensó que se pudiera caer tan bajo. Roza la desobediencia civil y entra de lleno en la justicia social. Es domingo, día 11 de noviembre y son las 11´30. Pongo punto final, apago el PC, me levanto de mi silla, y me voy

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