En los últimos tiempos, todos los días nos llegan noticias sobre sucesos referidos a abusos sexuales, incluyen los referidos al clero, así como los esfuerzos de este Papa para afrontar este problema.
La iglesia española no ha acabado de darse cuenta de la gravedad del problema, algo que sí han hecho la de Estados Unidos e Irlanda, por ejemplo. Pero no puede aducir ignorancia, porque en 1994 publicamos el único estudio nacional sobre los abusos sexuales a menores. Lo hizo el Ministerio de Asuntos Sociales (1994), en un libro, la revista americana Sexual Abuse and Neglect (1995) y la revista española Infancia y Aprendizaje, etc. En varios libros he tratado el tema de los abusos, el último en 1914 (Los Abusos sexuales y otras formas de Maltrato sexual. Madrid: Pirámide) y en conferencias en numerosos lugares.
Los datos españoles son también graves. Los varones que han sufrido abusos sexuales en España (Una muestra de 2300 sujetos, entre 18 y 60 años) fueron el 15 %. Y del total de los que han sufrido abusos, el 9% fueron por un sacerdote o religioso. El clero fue más responsable que la familia (un 4%), aunque suele decirse lo contrario en los congresos.
Los internados masculinos y las actividades parroquiales fueron los lugares preferentes. La indefensión de las víctimas y la impunidad de los abusadores explican, junto con otros factores, estos datos.
Los internados regidos por monjas, por el contrario, tuvieron una prevalencia muy baja. Los hombres solteros y casados, los clérigos, los homosexuales, etc., siempre los hombres han abusado más que las mujeres, aunque también un grupo de éstas lo hacen.
¿Por qué la iglesia española ha tardado tanto en reaccionar, haciéndose la sorda y ciega?
Es un problema de toda la sociedad, pero no deja de ser especialmente llamativo y doloroso que quienes tanto insistían en el sexto mandamiento, fueran tan pecadores. Claro que es posible que a la iglesia le haya hecho daño el concepto de pecador arrepentido, la confesión y el supuesto propósito de la enmienda. Los agresores, aunque no siempre, pueden reincidir a pesar de sus buenos propósitos. ¿No lo sabían o simplemente actuaban como el resto de la población, silenciando los abusos?
¿Qué ha sucedido desde entonces? No lo sabemos, porque el estudio no ha podido repetirse. En todo caso, aunque no lo puedo asegurar, es probable que la desaparición de muchos internados, el hecho de que el clero esté menos segregado de la realidad y vista y viva más en el mundo y, por último, haya envejecido mucho, me lleva a pensar que tal vez el problema, siendo aun importante, haya disminuido tan alta prevalencia. Los agresores, en nuestro estudio podían tener edades muy diferentes, pero la mayoría estaba entre 20 y 50 años. Aunque hoy es probable que este intervalo se haya abierto en las dos direcciones (adolescentes y jóvenes, por un lado, y personas mayores por otro).
En todo caso, espero que reaccionen de una vez y no esperen que el problema disminuya solo por envejecimiento de los pecadores.
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