Me vino a la memoria el título de aquella comedia musical de los años ochenta con Concha Velasco y Francisco Valladares (con quien aunque parezca mentira compartí recital en mis tiempos de buena voz), al repasar las variadas "ventajas" de las que goza hoy la bicicleta en nuestra ciudad. La verdad es que este pequeño artículo tiene más ironía que otra cosa, pero no le falta intención y algo de crítica a quien le corresponda.
Comienzo haciendo profesión de fe en la bicicleta. Incluso me precio de haber hecho con/desde/en/sobre la bicicleta los oficios y menesteres más insospechados, incluso con alguna aventura de cierto calado. Digo esto para quitar toda sospecha de hostilidad hacia la bici. Si fuera joven, y no lo soy ni de lejos, me desplazaría en Salamanca en bicicleta. Por cierto la última vez que monté en una bici fue no hace mucho en la ciudad de Berlín. Tengo testigos y hasta fotografía.
Pues bien, es fantástico. Las bicis en Salamanca van y vienen por los aires, suben por los canalones y bajan a toda pastilla por los cables de las antenas, entran por la ventana del tercero y salen por el sótano a la calle de atrás en dirección prohibida. Bueno, no es así. Quiero decir que hay cierta exageración si no abuso en su modo de circular: por la acera por delante o por detrás, o al lado sin bajar de la bici, por la derecha, por la izquierda y por el medio, por la calle en cualquier dirección, por los pasos de peatones y por las calles peatonales, por jardines y jardincillos, por las medianas y por las tercianas si las hubiera, por pasarelas y puentecillos peatonales móvil en mano, y sin seguro, claro, por donde sea, sea lo que sea lo que haya donde sea que fuera o fuese. Por esta omnipotencia vial y por esa versatilidad urbana es por lo que la niña del título decía con envidia lo de Mamá, yo quiero ser bicicleta. Toma, y yo también.
Y no quiero decir que eso sea ilegal, aunque algunos de esos pasos quizás sí lo sean por permitidos que estén por los que debieran vigilar estas cosas. Lo que quiero decir es que el uso de ese derecho, en la medida en que lo haya, parece a veces, demasiadas veces, un uso con cierto abuso de intromisión violenta, de velocidad temible, de golpe de pedal al menos con sobresalto, de susto venido de frente, de bulto que adelanta desde atrás, de duda repentina sobre prioridades, de inesperado obstáculo arremetedor, con torpeza de principiante, sin casco en la cabeza pero con atrevida osadía en su desenvoltura?
Hablo como es lógico desde el punto de vista del peatón, sobre todo de cierta edad que es el que predomina en Salamanca, y entiendo que el usuario urbano de bici es joven, rápido e impulsivo por naturaleza. También es cierto que de vez en cuando se ve al ciclista empujando su bici, ejemplarmente, como un peatón más, que no sé si es lo legal, en alguna acera de Salamanca. ¡Y hasta con casco! Y quizás hasta con un seguro.
Dicho todo esto, y más que se podría pero abundando en lo mismo, defiendo las ventajas de la bici, aunque una ciudad como Salamanca no sea lo que se dice muy propicia para ella, pero es negociable. Quizás todavía estamos empezando y por eso ahora hay un claro lío entre coches, peatones y bicis que con algo de tiempo, más vigilancia, siempre con casco, algún seguro y normas más claras se podrá ir solucionando. Numerosos ejemplos, aunque sean ciudades con otras características, hay por medio mundo de miles de bicis circulando en orden y en paz por las zonas urbanas?
Depende de todos y todos saldremos ganando.
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