Coincidimos en un vuelo internacional, aunque mi vecino de asiento hará escala en Amsterdam para continuar a Hong Kong: catorce horas de viaje, pero tan contento.
Lleva trabajando en China dese hace nueve años, "por la crisis económica de 2008". Es un empresario valenciano con 1.500 trabajadores y con clientes por todo el mundo; además de hablar inglés perfectamente, ha tenido que aprender el cantonés "para poder comunicarme con los operarios de mi fábrica".
A algunos les parecerá muy duro este brutal reciclaje, pero él intenta compensarlo con frecuentes viajes para ver a su familia en Valencia y a sus comparsas de la filá de Moros y Cristianos a la que pertenece.
"Mi mayor estímulo para esta reconversión lingüística son los niños chinos, quienes antes que su idioma natal ya aprenden en el colegio el inglés y que, aparte de conocer también el chino mandarín como la lengua autóctona más generalizada del país, suelen tener el español como tercera opción lingüística de aprendizaje escolar".
Le maravilla que, a diferencia de sus padres y de sus abuelos, los menores de quince años dominen la lengua inglesa: "Las autoridades saben perfectamente por dónde van los tiros y que sin expresarse fluidamente inglés no tienen nada que hacer en el mundo". "Por eso, también ?añade?, ellos consideran que el tercer idioma internacional más importante es el español, con el que pueden hacer negocios sobre todo en América Latina".
Debido a estas experiencias, él, que habla con sus amigos de toda la vida en su lengua vernácula, no entiende la posposición del inglés en la enseñanza escolar en España ni la preterición muchas veces absurda del castellano: "Sin esos idiomas me habría tenido que quedar en casa pasando penurias".
Así que anima a los jóvenes a desprenderse de sus legañas lingüísticas y culturales y a expresarse en inglés y en español: "Es lo que hacen chinos, americanos y alemanes y así les va de bien". Sin embargo, y por desgracia, no parece que sea ése nuestro caso y a algunos ejemplos tendré que referirme en su día.
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