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El mundo de las fantasías (II)
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El mundo de las fantasías (II)

Actualizado 29/08/2018
Juanjo Mena

"No hay ninguna razón para considerar una fantasía de mesa, menos extraordinaria que una fantasía de cama" (Marqués de Sade)

Existen imaginaciones catastrofistas. Nuestro hijo no llega a casa a la hora prevista y todo nuestro mecanismo mental se pone rápidamente en marcha fabricando un argumento en el que no falta un accidente y, en el peor de los casos, la muerte. Podemos sufrir a chorro cuando estas imágenes cruzan nuestra mente. Y el peligro es que la repetición puede convertir las fantasías en verdades para nosotros. Podemos llegar a creérnoslas. Si empezamos a confundir, la patología mental nos abrirá sus puertas.

¿Quién no ha fantaseado que le tocara la lotería? Lo imaginamos a conciencia. ¿En que nos gastaremos el dinero?, ¿con quién lo repartiremos?, ¿cómo lo celebraremos?, ¿cómo invertiremos...? Es tan divertido imaginarlo por un rato! Lo malo es cuando la imaginación se pone en un plan tan convincente que estamos impacientes de que llegue el día porque sabemos a ciencia cierta que nos tocará. En los días de sorteo, el barómetro de terribles decepciones señala muy alto.

Fantasear repetida e intensamente sobre un tema nos puede empujar a querer protagonizar nuestra película en la realidad. No son pocas las Universidades, Centros sociológicos y de investigación de todo el mundo, que han estudiado detenidamente el comportamiento de los suicidas. Un alto porcentaje ha experimentado con fantasías antes de llevar a cabo el suicidio. Normalmente recrean escenas en su mente sobre el método que emplearan, sobre cómo van a reaccionar los demás, incluso sobre cómo va a ser su funeral. En algunos casos, esos montajes mentales tienen cierto halo de romanticismo. Es difícil escudriñar el camino de nuestras intenciones más profundas. Podemos suponer que estas personas primero sintieron la necesidad de suicidarse, empezaron a fantasear y finalmente lo consumaron. ¿Qué papel impulsor tienen aquí las fantasías? ¿Quizá el barniz que las fantasías pusieron a su idea la convirtió en más atractiva? ¿Su imaginación quizá desempeña el papel de trampolín?.

Ya hemos visto dos inconvenientes que en algunas ocasiones pueden conllevar ciertos tipos de fantasías recurrentes: creérnoslas y realizarlas. Existe otra trampa. ¿Constituye una conducta insana ir al cine? En principio no, solemos disfrutar, evadirnos de nuestro día a día. Sin embargo, si vamos tanto al cine que no podemos atender las obligaciones, podría empezar a constituir un problema. En el caso de las fantasías ocurre lo mismo. En la vida debemos afrontar problemas, actuar; unas dosis de evasión pueden ayudarnos a coger fuerzas, pero cuando la fuga de la realidad se convierte en nuestra principal estrategia de afrontamiento es cuando todo se complica; por fortuna, hay laboratorios donde se elaboran cuestionarios de indecisiones y otros para evaluar las ensoñaciones diurnas. Y han descubierto que las personas más indecisas, las que postergan más las decisiones y las actuaciones, son las que fantasean en mayor medida.

Somos expertos guionistas: las fantasías saltan a nuestra pantalla mental normalmente sin que nosotros les hayamos dado permiso. Pero una vez allí, podemos tomar conciencia y recrearnos en ellas, retocarlas y perfeccionarlas hasta que las dejamos dignas de ser galardonadas para los Oscar. Pensemos si no en las conversaciones imaginarias. En algunos casos están basadas en algún dialogo real perteneciente al pasado. Nuestra mente lo rescata y le da unas pinceladas para que quede patente nuestra brillante elocuencia. En otros casos se trata de alguna conversación que nos gustaría mantener con nuestro jefe en la que dejamos claro quiénes somos, o con nuestra pareja, a quien le confesamos nuestros sentimientos de una manera que por fin nos entiende. Lo cierto es, que evidentemente muchas cosas de esta cabecita nuestra, están estudiadas, investigadas y hasta es posible un eficaz tratamiento, pero entiendo que otras muchas se escapan, se evaporan momentáneamente, para salir en muchos casos, en forma de agresión, de una furibunda crispación, o violencia incluso contra lo que más quieres.

Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerias

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